Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
1<br />
La vida sigue, sí... y un tonto y su dignidad pronto se separan, quizás para no reunirse<br />
jamás, ni siquiera el Día <strong>de</strong>l Juicio.<br />
Presta atención, por favor, pues en este libro, que es la historia <strong>de</strong> mi vida hasta ahora,<br />
no sólo las personas son personajes, sino también los años. Milnovecientos Trece me dio<br />
el regalo <strong>de</strong> la vida. Milnovecientos Veintinueve hundió la economía norteamericana.<br />
Milnovecientos Treintaiuno me envió a Harvard. Milnovecientos Treintaiocho me<br />
proporcionó mi primer puesto en el gobierno fe<strong>de</strong>ral. Milnovecientos Cuarentaiséis me<br />
dio una esposa. Milnovecientos Cuarentaiséis me dio un hijo ingrato. Milnovecientos<br />
Cincuentaitrés me expulsó <strong>de</strong>l gobierno fe<strong>de</strong>ral.<br />
Por eso pongo yo con mayúsculas los años, como si fueran nombres propios.<br />
Milnovecientos Setenta me dio un trabajo en la Casa Blanca <strong>de</strong> Nixon.<br />
Milnovecientos Setentaicinco me envió a la cárcel por mis <strong>de</strong>stacadas aportaciones a los<br />
escándalos políticos norteamericanos conocidos <strong>de</strong> forma colectiva por «Watergate».<br />
Milnovecientos Setentaisiete, hace ahora tres años, estaba a punto <strong>de</strong> liberarme <strong>de</strong><br />
nuevo. Me sentía como un montón <strong>de</strong> basura. Llevaba el mono pardo-oliva, el uniforme<br />
<strong>de</strong> la prisión. Estaba sentado solo en un dormitorio... en un catre al que había quitado la<br />
ropa. Tenía sobre el regazo, limpiamente dobladas, una manta, dos sábanas y una funda<br />
<strong>de</strong> almohada que <strong>de</strong>bía <strong>de</strong>volver al gobierno, junto con mi uniforme. Sobre la ropa,<br />
<strong>de</strong>scansaban unidas mis pecosas y queridas manos. Miraba yo al frente, hacia una pared<br />
<strong>de</strong> la segunda planta <strong>de</strong> unos barracones <strong>de</strong>l Correccional <strong>de</strong> Seguridad Mínima para<br />
Adultos, junto a la base <strong>de</strong> las Fuerzas Aéreas <strong>de</strong> Finletter, a cuarenta y cinco kilómetros<br />
<strong>de</strong> Atlanta, Georgia. Esperaba que un guardia me condujese al edificio <strong>de</strong> oficinas, don<strong>de</strong><br />
me entregarían los documentos <strong>de</strong> mi liberación y la ropa civil. No habría nadie<br />
esperándome a la puerta. En ninguna parte <strong>de</strong>l mundo había nadie con un abrazo <strong>de</strong> sobra<br />
para mí... o comida o cama gratis por una o dos noches.<br />
Si alguien me hubiera estado observando, me habría visto hacer algo muy misterioso<br />
cada cinco minutos más o menos. Sin animar la cara inexpresiva, alzaba las manos <strong>de</strong> la<br />
ropa y daba tres palmadas. Ya explicaré por qué cuando llegue el momento.<br />
Eran las nueve <strong>de</strong> la mañana <strong>de</strong>l 23 <strong>de</strong> abril. El guardia se había retrasado ya una hora.<br />
Un caza saltó al cielo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una pista cercana, <strong>de</strong>struyó suficiente energía para calentar<br />
cien hogares durante mil años, hizo el cielo jirones. Yo ni pestañeé. El acontecimiento era<br />
simple rutina para los presos veteranos y para los guardias <strong>de</strong> Finletter. Pasaba<br />
continuamente.<br />
Casi todos los presos, convictos <strong>de</strong> <strong>de</strong>litos no violentos, <strong>de</strong>lincuentes <strong>de</strong> guante<br />
blanco, habían sido conducidos en autobuses escolares color púrpura a las zonas <strong>de</strong><br />
trabajo <strong>de</strong> las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la base. Sólo un reducido grupo <strong>de</strong> mantenimiento había<br />
quedado atrás... para lavar ventanas y fregar suelos. Había también algunos más,<br />
escribiendo o leyendo o dormitando... <strong>de</strong>masiado enfermos, con dolencias <strong>de</strong> corazón o<br />
<strong>de</strong> espalda, normalmente, para po<strong>de</strong>r hacer trabajo manual. Yo, por mi parte, habría<br />
22