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Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

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Los soldados dieron otro paso al frente y la gente retrocedió presionando no sólo a los<br />

que estaban <strong>de</strong>trás, sino también a los que estaban a los lados. Los que estaban en los<br />

extremos se vieron aplastados así contra los edificios. Los soldados que estaban frente a<br />

ellos no tuvieron valor para ensartar a gente tan impotente e inmovilizada, así que<br />

<strong>de</strong>sviaron las bayonetas, <strong>de</strong>jando un espacio entre las puntas <strong>de</strong> las hojas <strong>de</strong> acero y las<br />

pare<strong>de</strong>s que no cedían.<br />

Cuando los soldados dieron otro paso al frente, según contaba Alexan<strong>de</strong>r ya en su<br />

vejez, la gente empezó «... a cho-cho-chorrear por los extremos <strong>de</strong> la fila <strong>de</strong> soldados<br />

como a-a-agua». El chorreo se convirtió en torrente, estrujando los flancos <strong>de</strong> la hilera <strong>de</strong><br />

soldados y situando a cientos <strong>de</strong> personas en el espacio que había entre las verjas <strong>de</strong> la<br />

fábrica y las espaldas <strong>de</strong>sguarnecidas <strong>de</strong> los soldados.<br />

El coronel Redfield, echando chispas por los ojos y mirando al frente, no tenía ni i<strong>de</strong>a<br />

<strong>de</strong> lo que estaba pasando a los lados. Dio or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> dar otro paso al frente.<br />

Entonces, la multitud, que se había colocado <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> los soldados, empezó a portarse<br />

francamente mal. Un joven saltó sobre la mochila <strong>de</strong> un soldado como un mono: El<br />

soldado cayó a plomo <strong>de</strong> culo y pugnó cómicamente por levantarse. Los soldados fueron<br />

<strong>de</strong>rribados uno tras otro <strong>de</strong> este modo. Si uno volvía a incorporarse, volvían a <strong>de</strong>rribarle.<br />

Así que empezaron a arrastrarse unos hacia otros intentando protegerse entre sí. Se<br />

negaron a disparar. Formaron únicamente un montón <strong>de</strong>fensivo, una especie <strong>de</strong><br />

puercoespín paralizado. El coronel Redfield no estaba entre ellos. No estaba en ningún<br />

sitio visible.<br />

***<br />

Nadie admitió nunca haber or<strong>de</strong>nado a los tiradores <strong>de</strong> primera y a los guardias <strong>de</strong> la<br />

fábrica abrir fuego <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las ventanas. Pero empezó el tiroteo.<br />

Catorce personas murieron por impacto <strong>de</strong> bala (incluido un soldado). Hubo, a<strong>de</strong>más,<br />

veintitrés heridos graves.<br />

El viejo Alexan<strong>de</strong>r contaría que el tiroteo parecía simplemente un rumor como <strong>de</strong><br />

«pa-pa-palomitas <strong>de</strong> maíz en la sartén», y que pensó que abajo en la plaza soplaba un<br />

viento extraño, que parecía <strong>de</strong>rribar a la gente y arrastrarla «como si fuesen ho-ho-hojas».<br />

Cuando terminó todo, hubo satisfacción general porque el honor había quedado a<br />

salvo y se había hecho justicia. Se habían restablecido la ley y el or<strong>de</strong>n.<br />

El viejo Daniel McCone diría a sus hijos mientras contemplaba el campo <strong>de</strong> batalla,<br />

en el que ya sólo quedaban los cuerpos caídos:<br />

—Os guste o no, hijos míos, ése es el tipo <strong>de</strong> negocio en el que estáis metidos.<br />

El coronel Redfield aparecería en una calle lateral, <strong>de</strong>snudo y <strong>de</strong>lirando, pero ileso,<br />

por lo <strong>de</strong>más.<br />

El joven Alexan<strong>de</strong>r no intentó hablar <strong>de</strong>spués hasta que hubo <strong>de</strong> hacerlo, aquella<br />

misma tar<strong>de</strong>, en el banquete <strong>de</strong> Navidad. Le pidieron que se encargase él <strong>de</strong> la oración <strong>de</strong><br />

acción <strong>de</strong> gracias. Descubrió entonces que se había convertido en tonto efervescente, que<br />

tartamu<strong>de</strong>aba tanto que era incapaz <strong>de</strong> hablar.<br />

Nunca volvería a la fábrica. Se convertiría en el principal coleccionista <strong>de</strong> arte <strong>de</strong><br />

Cleveland y en el primer donante <strong>de</strong>l Museo <strong>de</strong> Bellas Artes <strong>de</strong> Cleveland, <strong>de</strong>mostrando<br />

así que a la familia McCone le interesaba algo más que el dinero y el po<strong>de</strong>r sólo por el<br />

dinero y el po<strong>de</strong>r.<br />

***<br />

Su tartamu<strong>de</strong>o siguió siendo tan agudo durante toda su vida que raras veces se<br />

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