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Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

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galería larga, también <strong>de</strong> inspiración veneciana, que tenía ventanas cada tres metros y un<br />

espejo al fondo. El espejo hacía que la galería pareciese <strong>de</strong> longitud infinita. Las ventanas<br />

daban a la plaza. Fue en esta galería don<strong>de</strong> instalaron su cuartel general los cuatro<br />

tiradores <strong>de</strong> primera que había suministrado Pinkerton. Puso cada uno una mesa en su<br />

ventana preferida y colocó tras ella un asiento cómodo. En cada mesa había un soporte <strong>de</strong><br />

rifle.<br />

El tirador que estaba más próximo a Alexan<strong>de</strong>r había puesto encima <strong>de</strong> la mesa un<br />

saco terrero y había hecho en él una hondonada con el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> su peluda mano. Allí<br />

apoyaría el rifle, con la culata asentada en el hombro, mientras miraba abajo, a una cara y<br />

otra <strong>de</strong> la multitud, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su asiento. El tirador siguiente era mecánico <strong>de</strong> oficio y se<br />

había hecho un trípo<strong>de</strong> bajo con una horquilla giratoria arriba. Lo tenía colocado sobre la<br />

mesa. Colocaría el rifle allí en la horquilla si había problemas.<br />

—He solicitado la patente —le explicó a Alexan<strong>de</strong>r, refiriéndose al trípo<strong>de</strong> y dándole<br />

al chisme unas palmaditas.<br />

Todos tenían la munición y la baqueta y los trapos para limpiar y el aceite en la mesa,<br />

como si estuvieran a la venta.<br />

Aún seguían cerradas todas las ventanas. En algunas <strong>de</strong> las otras, había hombres más<br />

furiosos y menos templados. Eran guardias oficiales <strong>de</strong> la empresa, que llevaban casi toda<br />

la noche sin dormir. Algunos habían estado bebiendo... «para mantenerse <strong>de</strong>spiertos»,<br />

<strong>de</strong>cían. Les habían situado en las ventanas con rifles o con escopetas... por si la multitud<br />

atacaba la fábrica, a pesar <strong>de</strong> todo, y no había más medio <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenerla que fuego<br />

fulminante.<br />

Estaban ya convencidos <strong>de</strong> que tal ataque se produciría inevitablemente. Su alarma y<br />

sus bravatas fueron los primeros indicios claros que percibió el joven Alexan<strong>de</strong>r, según<br />

contaría décadas <strong>de</strong>spués al joven Walter S. Starbuck, tartamu<strong>de</strong>ante <strong>de</strong> nuevo, <strong>de</strong> que<br />

había «ciertos <strong>de</strong>sequilibrios intrínsecos en el espectáculo».<br />

Él, por su parte, llevaba también un revólver cargado en el bolsillo <strong>de</strong>l abrigo... y lo<br />

mismo su padre y su hermano, que entraban ya en el pasillo a dar el visto bueno a los<br />

preparativos por última vez. Eran las diez <strong>de</strong> la mañana. Ya era hora <strong>de</strong> abrir las<br />

ventanas, dijeron. La plaza estaba llena.<br />

***<br />

Era hora <strong>de</strong> subir a lo alto <strong>de</strong> la torre, le dijeron a Alexan<strong>de</strong>r, que era <strong>de</strong>s<strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

mejor podía verse todo.<br />

Así pues, se abrieron las ventanas y los tiradores <strong>de</strong> primera colocaron los rifles en sus<br />

diversos soportes.<br />

¿Quiénes eran los cuatro tiradores <strong>de</strong> primera, en realidad... y existía realmente tal<br />

oficio? En aquella época había menos trabajo para los tiradores <strong>de</strong> primera que para los<br />

verdugos. A ninguno <strong>de</strong> los cuatro les habían contratado para semejante tarea hasta<br />

entonces y no era probable que volviesen a hacerlo, salvo que estallase la guerra. Uno <strong>de</strong><br />

ellos trabajaba media jornada como agente <strong>de</strong> Pinkerton, y los otros tres eran amigos<br />

suyos. Los cuatro cazaban juntos normalmente y llevaban años prodigándose elogios<br />

recíprocos por su extraordinaria puntería. Así que cuando la agencia Pinkerton comunicó<br />

que necesitaba cuatro tiradores <strong>de</strong> primera, se materializaron casi al instante, igual que la<br />

compañía <strong>de</strong> ciudadanos soldados.<br />

El hombre <strong>de</strong>l trípo<strong>de</strong> había inventado el aparato para la ocasión. Y el <strong>de</strong>l saco terrero<br />

era la primera vez que apoyaba el rifle en un saco terrero. Y lo mismo po<strong>de</strong>mos <strong>de</strong>cir <strong>de</strong><br />

los asientos y las mesas y <strong>de</strong>l limpio <strong>de</strong>spliegue <strong>de</strong> municiones y <strong>de</strong>más: se habían puesto<br />

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