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Kurt Vonnegut Pájaro de celda - works

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21<br />

—Oh —dijo ella—, no puedo quejarme. Vengo a sacarme unos diez mil al año.<br />

Sarah tosió, y también esto era una clave que estuve a punto <strong>de</strong> pasar por alto.<br />

—Menudo catarro tiene usted —dije oportunamente.<br />

—No hay quien lo pare —dijo ella.<br />

—Tome dos píldoras <strong>de</strong> esas —dije—. Son lo más indicado.<br />

Entonces ella hizo ruido <strong>de</strong> tragar: «Gluc, gluc, gluc.» Y luego preguntó qué<br />

contenían las píldoras.<br />

—El laxante más potente conocido por la ciencia médica —dije yo.<br />

—¡Laxante! —dijo ella.<br />

—Sí —dije yo—. No se le ocurra toser ahora.<br />

Hicimos también el chiste <strong>de</strong> un caballo enfermo que tenía supuestamente yo. En<br />

realidad, yo nunca había tenido un caballo. El veterinario me dio doscientos gramos <strong>de</strong><br />

un polvo rojizo para el caballo. El veterinario me explicó que tenía que hacer un tubo <strong>de</strong><br />

papel y colocar el polvo en el tubo, meter luego el tubo en la boca <strong>de</strong>l animal y soplarle el<br />

polvillo en la garganta.<br />

—¿Qué tal el caballo? —dijo Sarah.<br />

—Oh, el caballo muy bien.<br />

—Tú no pareces tan bien —dijo ella.<br />

—No —dije—. Es que el caballo sopló primero.<br />

—¿Aún sabes imitar la risa <strong>de</strong> tu madre? —dijo ella. Esto no era el principio <strong>de</strong> otro<br />

chiste. Sarah quería realmente oírme imitar la risa <strong>de</strong> mi madre, que era algo que yo solía<br />

hacer para ella por teléfono. Llevaba años sin hacerlo. No sólo tenía que elevar la voz,<br />

también tenía que embellecerla.<br />

La cosa era ésta: mi madre jamás se reía alto. Se había acostumbrado a reprimir la risa<br />

cuando trabajaba <strong>de</strong> criada en Lituania. El motivo era que el amo o un invitado, al oír en<br />

algún lugar <strong>de</strong> la casa la risa <strong>de</strong> una sirvienta, podría sospechar que aquella sirvienta se<br />

estaba riendo <strong>de</strong> él.<br />

En consecuencia, cuando no podía evitar la risa mi madre emitía unos sonidos puros y<br />

pequeños como los <strong>de</strong> una caja <strong>de</strong> música... o quizás como campanillas lejanas. El que<br />

fuesen unos sonidos tan bellos era puramente acci<strong>de</strong>ntal.<br />

Así pues... olvidándome <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba, henchí los pulmones y tensé la garganta con<br />

el fin <strong>de</strong> complacer a mi antigua novia, y reencarné el aspecto jocoso <strong>de</strong> mi madre.<br />

Y en aquel momento volvieron al salón Arpad Leen y Frank Ubriaco. Oyeron<br />

precisamente el final <strong>de</strong> mi canción.<br />

Expliqué a Sarah que tenía que colgar, y, efectivamente, colgué.<br />

Arpad Leen me miró fijamente. Yo había oído explicar a las mujeres que algunos<br />

hombres las <strong>de</strong>snudaban con la mirada. Y en aquel momento, yo estaba <strong>de</strong>scubriendo<br />

cómo se sentían esas mujeres. Porque, tal como resultarían las cosas, eso era exactamente<br />

lo que Leen estaba haciéndome: imaginando qué aspecto podía tener yo completamente<br />

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