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lorca

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No mires nunca atrás - vete despacio,<br />

y reza como yo - a San Cayetano;<br />

que no ni tú ni yo estamos<br />

en disposición de encontrarnos...<br />

La vivencia juvenil asoma también, candorosa, en este fino interior<br />

granadino:<br />

Amparo: ¡Qué sola estás en tu casa - vestida de blanco!<br />

(Ecuador entre el jazmín - y el nardo)<br />

Oyes los maravillosos - surtidores de tu patio,<br />

y el débil trino amarillo - del canario.<br />

Por la tarde ves temblar - los cipreses con los pájaros<br />

mientras bordas lentamente - letras sobre el cañamazo.<br />

Amparo... ¡qué sola estás en tu casa - vestida de blanco!<br />

Amparo, - y qué difícil resulta decirte:<br />

¡Yo te amo!<br />

Y asimismo la turbia experiencia lupanaria, entre sensual, chulesca y<br />

exasperada, como siempre en la adolescencia:<br />

Lucía Martínez - Umbría de seda roja.<br />

Tus muslos como la tarde - van de la luz a la sombra.<br />

Los azabaches recónditos - oscurecen tus magnolias.<br />

¡Aquí estoy, Lucía Martínez! - Vengo a consumir tu boca<br />

y a arrastrarte del cabello - en madrugada de conchas.<br />

Porque quiero y porque puedo - umbría de seda roja.<br />

Otras veces, la vivencia secreta sacude el subsuelo del verso y la pasión<br />

asoma en brío y lumbre, incontenible, denunciando el imposible logro, como<br />

en esta bellísima «Gacela del Mercado Matutino», que escribió a mi lado, en<br />

1935, efectivamente en un cafetín, frente al mercado, en presencia del tema<br />

suscitante, que debía revelarse y, al mismo tiempo, quedar oculto, como<br />

esfumado entre el cabrilleo de las metáforas:<br />

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