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EL CODIGO PENAL y LA JURISPRUDENCIA 317
Manfredini, e) es el defensor de esta tesis, porque
sostiene que los poderes discrecionales de la patria potestad,
se convierten en derechos-deberes que no pueden voluntariamente
abandonarse cuando se trata de la tutela efectiva,
del amparo, protección, vigilancia y asistencia al menor,
de modo que ante el incumplimiento de estos deberes,
la madre debe reivindicarlos y en consecuencia en cumplimiento
de ellos puede iniciar la acción criminal en beneficio
de los mismos. Es indudable que es muy racional la
solución sostenida por Manfredini, pero de acuerdo a las
disposiciones de nuestra ley debemos rechazarla, ya que su
aceptación lisa y llana implica implantar la denuncia obligatoria.
Nos parece más aceptable el criterio de Salvagno Campos,
e) quien sostiene que la vida irregular del padre, el
desentendimiento de esos derechos-deberes con el cual
compromete la moral y la seguridad de sus hijos menores,
servirán sólo para privarle de los derechos de la patria
potestad, y concederla a la madre. Y contempla además el
caso que los trámites legales para la pérdida de la patria potestad
pudiesen durar más de seis meses, término dentro
del cual en la legislación Uruguaya debe formularse la denuncia,
y lo resuelve dando personería al Ministerio de
Menores, pues la ley del 9 de Abril de 1900, establece en
su artículo 8 9 : ee la ejecución de todos los demás actos que
fueren del caso para la protección de los menores, como lo
haría un buen padre de familia ".
Consideramos más legal el criterio del tratadista U ruguayo
y creemos que es el que más se adapta a las prescripciones
de nuestro derecho positivo, ya que entre nosotros
no existiendo el término perentorio para formular la
denuncia ésta puede hacerse en cualquier tiempo.
Entre nosotros es el padre el autorizado expresamente
por la ley para formular la denuncia en los delitos de instancia
privada, y en consecuencia la madre no puede arrogarse
los derechos de la paternidad.
(1) Del c. Il buon costo pá.g. 167.
(2) Los del1tos sexuales, págs. 227 y 228.