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248 JUAN F. GONZALEZ
que representa un noble afecto, aquel que une las almas en
el éxtasis sublime del amor; éste no puede nunca entrar en
la esfera de la responsabilidad y del crimen, porque encierra
un sentimiento impuesto por la naturaleza para la a­
tracción de los seres.
Ese sentimiento noble del corazón no puede considerarse
como elemento del crimen; ahora cuando el hombre
trata de despertar las pasiones de su víctima por medio del
beso de lascivia, para satisfacer sus deseos de lujuria, ya
deja de ser el beso la expresión de un sentimiento, para
convertirse en elemento de un delito. Este es el beso que
debe punirse, el beso criminal, que ofende, que denigra y
que engendra la pasión delictuosa.
No conocemos en nuestro foro ningún caso de jurisprudencia
sobre el problema sociológico del beso, pero al
juez que se le llegara a presentar alguno, tiene que apreciar
en tan escabrosa materia el hecho con un criterio circunstancial.
La forma cómo ha sucedido, la moralidad y costumbres
de la víctima muy especialmente.
Tampoco podemos perder de vista la ética del beso en
los tiempos que corremos. La sanción social moderna no es
la de la sociedad de nuestros abuelos. Creo que es uno de los
casos en que el juez está obligado a individualizar más que
nunca la moralidad, costumbres, y sentimientos de la mujer
ofendida, para considerar y apreciar mejor el raro caso
del beso como elemento delictuoso.
• * •
El contagio venéreo. - Hemos visto que el legislador
en el estupro y en la violación, consideró el hecho ordinario
y común del contagio de una enfermedad, agravando la responsabilidad
del agente, y castigó el hecho como un delito
complejo sancionando una pena única. En el abuso deshonesto
no existe ninguna disposición al respecto y entonces
como no podemos aplicar disposiciones penales por analogía,
cuando se nos presenta un abuso deshonesto, como
una corrupción, con el contagio de una enfermedad venérea,
debemos aplicar las reglas generales que rigen el concurso.