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20 JUAN F. CONZALEZ
más absoluta reinó en esta materia, como lo demuestra palmariamente
nuestra antigua jurisprudencia. No se crea que
hay una exageración de mi parte exaltada por el aliciente
de la crítica. La alarma producida por la interpretación de
nuestros jueces a las disposiciones que regían la injuria y la
calumnia, ha llegado hasta el mismo seno del Congreso, corno
lo demuestra el informe de la Comisión de la Cámara
de Diputados al presentar el Proyecto de 1906, cuando dice:
ce La larga experiencia de algunos de nosotros en la
magistratura y en el foro, nos ha llevado a este triste convencimiento:
que el honor, es decir, el bien más precioso y
querido del hombre culto, no tiene protección en la ley, porque
ésta y la jurisprudencia que le ha dado vida conducen
a fuerza de exigencias, sutilezas y distingos, a la completa
impunidad de los delitos de este género".
ce Se dice a un hombre cualquiera y a boca llena en
una reunión pública o por medio de la prensa, u ladrón, estafador
", y el que es víctima de esa calumniosa imputación,
acude a los Tribunales pidiendo el castigo del delincuente,
como justa reparación del daño que se le ha inferido ¿Qué
resuelven los jueces, en tal caso, después que el acusador ha
probado que efectivamente el acusado le ha dirigido esa imputación,
y cuando el último nada ha dicho en su descargo,
y ni siquiera ha comparecido al juicio? Pues asómbrese V. E.:
los jueces reconocen que, un hombre le ha dicho a otro u ladrón
y estafador", pero el acusado es absuelto, porque la
imputación no es un hecho concreto, y el acusador es decir
l~ víctima, es ~o~~enado al pago de las costas y a Dios gracias
a nada mas .
u Pero se ha imputado un hecho concreto, se le ha
dicho al acusador gue tal día, a tal hora y en tal sitio, cometió
un robo. Viene la acusación, y viene la consiguiente
absolución, porque el hecho no es lo suficientemente concreto;
falta la indicación de la persona robada, circunstancia
indispensable para que haya robo. Llegamos sin embargo,
a la imputación de un hecho que por reunir todas las indicaciones
necesarias y aun alguna más, no es posible dejar de
considerarlo como concreto. ¿Piensa V. E. que en ese caso
el delincuente es condenado? Pues también es absuelto, por-