“Las voces del recuerdo: Un análisis de los discursos sobre la ...

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09.05.2015 Views

las naciones y la propia idea del estado-nación que se gestó especialmente en la era moderna europea reflejan, sin lugar a duda, que el esquema de estado-nación es un modelo que no ha resultado. Esta idea se refleja en las reflexiones que Enrique Luque realiza en el Diccionario de Relaciones Interculturales (2007), en el que hace hincapié precisamente en las circunstancias que surgen del hecho de que en la práctica no necesariamente se de aquel sueño utópico idealizado que encajaría todas las naciones en estados o viceversa. Según el autor, “lo que resulta paradójico de esta deriva es que a esa fuerza centrípeta del estado-nación haya ido unida, tal vez como reacción, por la inadecuada articulación del mismo o incluso por su debilidad en algunos casos, la fuerza centrífuga. Paradójico, además, porque la “nación” –singular- de los movimientos liberales apareció como intento de superar segmentaciones e identidades previas territoriales, étnicas o religiosas, y sin embargo, considerarse nación y conseguir un estado se ha convertido en la divisa de identidades tales” (Luque, 2007:116). Identidades tales. Identidades nacionales. Recuperamos la idea de identidad por la alta relevancia que capta en relación con la memoria. Una de las ideas centrales del libro anteriormente nombrado del antropólogo Joel Candau es precisamente la estrecha simbiosis que protagonizan la memoria y la identidad. Tal y como describe el autor, “la memoria nos labra y nosotros, por nuestra parte, la modelamos a ella. Eso resume perfectamente la dialéctica de la memoria y la identidad, que se abrazan una a otra, se fecundan mutuamente, se funden y se refunden para producir una trayectoria de vida, una historia, un mito, un relato” (Candau,2001:13). Aquí es donde comienza a gestarse la idea del relato, ese relato que tan insistentemente se promulga desde instancias gubernamentales. La memoria se convierte en un elemento absolutamente necesario para que la identidad pueda apoyarse en una duración. Es más, Patrick J. Geary (1996), citado en la obra de Candau, llega a afirmar que “lejos de ser la comunidad espontánea de una experiencia vivida y transmitida, la memoria colectiva ha sido, también ella, orquestada, no menos que la memoria histórica, como una estrategia que favorecía la solidaridad y la movilización de un grupo a través de un proceso permanente de eliminación y de elección” (Candau, 2001:42). Así es como se responde a la pregunta de por qué necesitamos una memoria. Lejos de parecer una inocente proclama, “quien recuerda domestica el pasado, pero sobre todo se lo apropia, lo incorpora, y le imprime su sello, en una suerte de etiquetaje memorialista que cumple la función de significante de la identidad” (Candau, 2001:70). 10

Todo acto de memoria se hace desde el posicionamiento del momento, por lo que “la actividad de la memoria que no se inscribe en un proyecto presente carece de fuerza identitaria e incluso, con la mayor frecuencia, equivale a no recordar nada” (Candau, 2001:147). Además, todo acto de memoria necesita de una cadena de transmisión y es por ello que Candau dice que la transmisión debería estar en el centro de los enfoques que la antropología pueda abordar sobre la memoria. La eficacia de la transmisión de las memorias colectivas que se organizan entorno a proyectos identitarios definidos será además mucho más eficaz en cuanto encuentre en el seno de la sociedad medios que se encarguen de repetirla, para así transmitirla y multiplicarla (Candau, 2001). Así, recordando además la idea de comunidad imaginada antes nombrada de Anderson, observamos que, “en cada caso, en una combinación compleja de la historia recordada, encontrada e inventada, es una memoria supuestamente compartida la que es seleccionada, evocada, invocada y propuesta a la celebración en un proyecto integrador que apunta a forjar una unidad: unidad imaginada del acontecimiento conmemorado y unidad imaginaria del grupo conmemorante” (Candau, 2001:146). Por lo tanto, “¿no puede suponerse entonces que la fuerza de las memorias –es decir, su capacidad para organizar identidades colectivas- dependerá por una parte de la capacidad de una sociedad para proponer a sus miembros estructuras memorizables suficientemente explícitas y comprensibles?” (Candau, 2001:177). Observemos dónde toman cuerpo estas estructuras. Voces y narrativas de la memoria La idea de la gestación del “relato” ha sido insistentemente incorporada en el seno del discurso del PSE-EE (Partido Socialista de Euskadi – Euskadiko Ezkerra) desde el anuncio del cese de la lucha armada. El mismo Patxi López se pronunciaba a este respecto en el contexto de la constitución de la Ponencia de Paz en el Parlamento Vasco, que se celebraba precisamente el día siguiente a las declaraciones ofrecidas en Radio Nacional de España 3 , en las que advertía que “esta ponencia no es la pila para lavar la 3 Radio Nacional de España, 10-04-2013 [http://www.rtve.es/alacarta/audios/el-dia-menos-pensado/dia-menos-pensado-patxi-lopez-euskadiindependiente-podria-pagar-ni-pensiones/1757067/] 11

<strong>la</strong>s naciones y <strong>la</strong> propia i<strong>de</strong>a <strong><strong>de</strong>l</strong> estado-nación que se gestó especialmente en <strong>la</strong> era<br />

mo<strong>de</strong>rna europea reflejan, sin lugar a duda, que el esquema <strong>de</strong> estado-nación es un<br />

mo<strong><strong>de</strong>l</strong>o que no ha resultado. Esta i<strong>de</strong>a se refleja en <strong>la</strong>s reflexiones que Enrique Luque<br />

realiza en el Diccionario <strong>de</strong> Re<strong>la</strong>ciones Interculturales (2007), en el que hace hincapié<br />

precisamente en <strong>la</strong>s circunstancias que surgen <strong><strong>de</strong>l</strong> hecho <strong>de</strong> que en <strong>la</strong> práctica no<br />

necesariamente se <strong>de</strong> aquel sueño utópico i<strong>de</strong>alizado que encajaría todas <strong>la</strong>s naciones en<br />

estados o viceversa. Según el autor, “lo que resulta paradójico <strong>de</strong> esta <strong>de</strong>riva es que a<br />

esa fuerza centrípeta <strong><strong>de</strong>l</strong> estado-nación haya ido unida, tal vez como reacción, por <strong>la</strong><br />

ina<strong>de</strong>cuada articu<strong>la</strong>ción <strong><strong>de</strong>l</strong> mismo o incluso por su <strong>de</strong>bilidad en algunos casos, <strong>la</strong> fuerza<br />

centrífuga. Paradójico, a<strong>de</strong>más, porque <strong>la</strong> “nación” –singu<strong>la</strong>r- <strong>de</strong> <strong>los</strong> movimientos<br />

liberales apareció como intento <strong>de</strong> superar segmentaciones e i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s previas<br />

territoriales, étnicas o religiosas, y sin embargo, consi<strong>de</strong>rarse nación y conseguir un<br />

estado se ha convertido en <strong>la</strong> divisa <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s tales” (Luque, 2007:116).<br />

I<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s tales. I<strong>de</strong>ntida<strong>de</strong>s nacionales. Recuperamos <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntidad por <strong>la</strong> alta<br />

relevancia que capta en re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> memoria. <strong>Un</strong>a <strong>de</strong> <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as centrales <strong><strong>de</strong>l</strong> libro<br />

anteriormente nombrado <strong><strong>de</strong>l</strong> antropólogo Joel Candau es precisamente <strong>la</strong> estrecha<br />

simbiosis que protagonizan <strong>la</strong> memoria y <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntidad. Tal y como <strong>de</strong>scribe el autor, “<strong>la</strong><br />

memoria nos <strong>la</strong>bra y nosotros, por nuestra parte, <strong>la</strong> mo<strong><strong>de</strong>l</strong>amos a el<strong>la</strong>. Eso resume<br />

perfectamente <strong>la</strong> dialéctica <strong>de</strong> <strong>la</strong> memoria y <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntidad, que se abrazan una a otra, se<br />

fecundan mutuamente, se fun<strong>de</strong>n y se refun<strong>de</strong>n para producir una trayectoria <strong>de</strong> vida,<br />

una historia, un mito, un re<strong>la</strong>to” (Candau,2001:13). Aquí es don<strong>de</strong> comienza a gestarse<br />

<strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong><strong>de</strong>l</strong> re<strong>la</strong>to, ese re<strong>la</strong>to que tan insistentemente se promulga <strong>de</strong>s<strong>de</strong> instancias<br />

gubernamentales. La memoria se convierte en un elemento absolutamente necesario<br />

para que <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntidad pueda apoyarse en una duración. Es más, Patrick J. Geary (1996),<br />

citado en <strong>la</strong> obra <strong>de</strong> Candau, llega a afirmar que “lejos <strong>de</strong> ser <strong>la</strong> comunidad espontánea<br />

<strong>de</strong> una experiencia vivida y transmitida, <strong>la</strong> memoria colectiva ha sido, también el<strong>la</strong>,<br />

orquestada, no menos que <strong>la</strong> memoria histórica, como una estrategia que favorecía <strong>la</strong><br />

solidaridad y <strong>la</strong> movilización <strong>de</strong> un grupo a través <strong>de</strong> un proceso permanente <strong>de</strong><br />

eliminación y <strong>de</strong> elección” (Candau, 2001:42). Así es como se respon<strong>de</strong> a <strong>la</strong> pregunta <strong>de</strong><br />

por qué necesitamos una memoria. Lejos <strong>de</strong> parecer una inocente proc<strong>la</strong>ma, “quien<br />

recuerda domestica el pasado, pero <strong>sobre</strong> todo se lo apropia, lo incorpora, y le imprime<br />

su sello, en una suerte <strong>de</strong> etiquetaje memorialista que cumple <strong>la</strong> función <strong>de</strong> significante<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ntidad” (Candau, 2001:70).<br />

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