NOTA PRELIMINAR - Centro Nacional de Catequesis

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08.05.2015 Views

80 La homilía pronunciada por Mons. Román Arrieta en esta celebración, señaló con claridad los retos de la catequesis costarricense para los años venideros. Antes de concluir este capítulo, es necesario destacar algunos aspectos preocupantes que, desde la realidad de nuestras diócesis y en el entorno nacional, constituyen parte importante de los retos del futuro inmediato, próximo y remoto de la catequesis en Costa Rica. Una Síntesis Histórica para el Futuro El testimonio vivo de catequetas y catequistas La presente síntesis histórica exige una alusión directa a cada uno de los procesos diocesanos, los cuales guardan páginas memorables, con sus luces y sus sombras; y en ellas, dignos nombres que las presentes generaciones de catequistas no deberían desconocer. Lastimosamente el material reunido hasta el momento no es suficientemente representativo de toda esa realidad histórica que se intenta describir, por lo que, trabajar a partir de los pocos aportes existentes restaría seriedad y objetividad al presente trabajo. Además de que se correría el riesgo de cometer más de alguna lamentable omisión. Por lo tanto, la elaboración de este capítulo será objeto del trabajo de quienes, sirviéndose de estos “apuntes”, hagan en el futuro una verdadera y completa historia de la catequesis en Costa Rica. De momento, remitimos a la lectura testimonial de la homilía que el Pbro. Rodrigo Castro pronunció durante el II Encuentro Nacional de Catequesis a él dedicado (Comisión Nacional Episcopal de Catequesis de Costa Rica, El dinamismo comunitario en el proceso de la catequesis costarricense, CONEC, San José: 1986), e invitamos a rendir un homenaje de gratitud a todos esos heraldos de la fe por él recordados en dicha homilía, y a todos aquellos otros no citados, que trazaron el camino de la catequesis en sus respectivas diócesis y parroquias: Excelentísimos Señores Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico, Vicarios Generales, Miembros de la Comisión Nacional de Catequesis, Miembros de las Comisiones Diocesanas de Catequesis, Sacerdotes, Religiosas, Laicos aquí presentes. Agradezco, y he querido participar sólo en este momento del Encuentro, como un signo. Este momento es de Dios, no es de los hombres; y cuando se honra a un hombre en la Iglesia, se honra a Dios. El hombre debe tener la fuerza de vivir lo que Juan Bautista vivió, no sólo

81 para decirlo, sino también para asumirlo. “Es necesario que El crezca, y yo mengüe”, porque si algo hay peligroso en la Iglesia, es que los profetas opaquen al Único Profeta. Corremos el riesgo de idealizar lo que fue obra, no de un hombre, sino de la Iglesia y detenernos con cierta nostalgia, olvidando la tarea de salvación. Yo sé que lo que Uds. reflexionan en estos días va a ser tabulado, y de seguro, sometido a una etapa que ya me supera, que es la de la computación. Yo tengo en mi vida, un poco sin conocerla, la angustia teresiana de que sólo sabré que he sido fiel a mi Iglesia cuando el Señor me llame. Pero en función de esta labor que a Uds. les interesa y que tienen que construir (y toda la Iglesia tiene que recrear) yo daría unos jalones nada más. La comunidad que nosotros construimos, si bien se realiza en el tiempo, no trabaja para el tiempo, trabaja para Dios. Muchas veces preguntamos cómo, en nombre de quién hay que edificar la comunidad. Nosotros nos apuntamos, –por decirlo así– al éxito, para que la comunidad sea visible. Recuerdo lo que después de una predicación me dijo un sacerdote: “¿cómo inventaste eso de que la Iglesia es un misterio?”. No sé cómo lo inventé, pero es que es el misterio de Dios viviendo entre los hombres. En el Evangelio que acabamos de proclamar, Felipe (que estaba tan cerca del Señor), le dice: “muéstranos al Padre y ya nada nos falta”. Y el Señor dice a Felipe: “¿Por qué me dices muéstranos al Padre, si quien me ve a Mí ha visto al Padre?”. Y lo que sigue me deja desconcertado: Felipe dice al Señor: “Señor, ahora sí que hablas claro”. Esta es la experiencia del místico, definitivamente; del que percibe a Dios en el silencio contemplativo. Todos los que hemos trabajado directamente en catequesis sabemos con qué facilidad se consiguen catequistas, y cómo el Señor va cribando, porque sólo va quedando como catequista aquél que verdaderamente descubrió a Dios. Y se descubre a Dios en la Palabra hecha Carne que sigue viviendo en el misterio profundo de la Iglesia y dándose a todos los hombres. Yo recuerdo a muchos y muchas catequistas; y muchos nos encontramos y ya no nos reconocimos; y los que nos reconocimos, lo hicimos en Dios, y no en el proyecto humano. Conocer a Dios es la clave de la verdadera comunidad salvífica; es un conocimiento de la Trinidad, y la catequesis enseña que el misterio de Dios es inagotable. El que ama a la Trinidad sabe que en ese exceso de amor de Dios al hombre, cada vez Dios se da más y el hombre descubre la infinitud de su vocación aún en la existencia humana.

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La homilía pronunciada por Mons. Román Arrieta en esta celebración, señaló<br />

con claridad los retos <strong>de</strong> la catequesis costarricense para los años veni<strong>de</strong>ros.<br />

Antes <strong>de</strong> concluir este capítulo, es necesario <strong>de</strong>stacar algunos aspectos<br />

preocupantes que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la realidad <strong>de</strong> nuestras diócesis y en el entorno nacional,<br />

constituyen parte importante <strong>de</strong> los retos <strong>de</strong>l futuro inmediato, próximo y remoto <strong>de</strong> la<br />

catequesis en Costa Rica.<br />

Una Síntesis Histórica para el Futuro<br />

El testimonio vivo <strong>de</strong> catequetas y catequistas<br />

La presente síntesis histórica exige una alusión directa a cada uno <strong>de</strong> los<br />

procesos diocesanos, los cuales guardan páginas memorables, con sus luces y sus<br />

sombras; y en ellas, dignos nombres que las presentes generaciones <strong>de</strong> catequistas no<br />

<strong>de</strong>berían <strong>de</strong>sconocer.<br />

Lastimosamente el material reunido hasta el momento no es suficientemente<br />

representativo <strong>de</strong> toda esa realidad histórica que se intenta <strong>de</strong>scribir, por lo que,<br />

trabajar a partir <strong>de</strong> los pocos aportes existentes restaría seriedad y objetividad al<br />

presente trabajo. A<strong>de</strong>más <strong>de</strong> que se correría el riesgo <strong>de</strong> cometer más <strong>de</strong> alguna<br />

lamentable omisión. Por lo tanto, la elaboración <strong>de</strong> este capítulo será objeto <strong>de</strong>l trabajo<br />

<strong>de</strong> quienes, sirviéndose <strong>de</strong> estos “apuntes”, hagan en el futuro una verda<strong>de</strong>ra y<br />

completa historia <strong>de</strong> la catequesis en Costa Rica.<br />

De momento, remitimos a la lectura testimonial <strong>de</strong> la homilía que el Pbro.<br />

Rodrigo Castro pronunció durante el II Encuentro <strong>Nacional</strong> <strong>de</strong> <strong>Catequesis</strong> a él <strong>de</strong>dicado<br />

(Comisión <strong>Nacional</strong> Episcopal <strong>de</strong> <strong>Catequesis</strong> <strong>de</strong> Costa Rica, El dinamismo comunitario<br />

en el proceso <strong>de</strong> la catequesis costarricense, CONEC, San José: 1986), e invitamos a<br />

rendir un homenaje <strong>de</strong> gratitud a todos esos heraldos <strong>de</strong> la fe por él recordados en<br />

dicha homilía, y a todos aquellos otros no citados, que trazaron el camino <strong>de</strong> la<br />

catequesis en sus respectivas diócesis y parroquias:<br />

Excelentísimos Señores Obispos <strong>de</strong> la Conferencia Episcopal <strong>de</strong> Costa<br />

Rica,<br />

Excelentísimo Señor Nuncio Apostólico,<br />

Vicarios Generales,<br />

Miembros <strong>de</strong> la Comisión <strong>Nacional</strong> <strong>de</strong> <strong>Catequesis</strong>,<br />

Miembros <strong>de</strong> las Comisiones Diocesanas <strong>de</strong> <strong>Catequesis</strong>,<br />

Sacerdotes,<br />

Religiosas,<br />

Laicos aquí presentes.<br />

Agra<strong>de</strong>zco, y he querido participar sólo en este momento <strong>de</strong>l<br />

Encuentro, como un signo. Este momento es <strong>de</strong> Dios, no es <strong>de</strong> los<br />

hombres; y cuando se honra a un hombre en la Iglesia, se honra a Dios. El<br />

hombre <strong>de</strong>be tener la fuerza <strong>de</strong> vivir lo que Juan Bautista vivió, no sólo

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