NOTA PRELIMINAR - Centro Nacional de Catequesis

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08.05.2015 Views

10 Además, podemos inferir de la conversación del cacique Nicarao con los españoles, antes de recibir las aguas bautismales, los siguientes principios doctrinales: Dios creador de todas las cosas; Dios uno y trino, concepción virginal de María; Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre; el Papa, vicario de Cristo; el fin del mundo y la vida eterna. A partir de 1561 el P. Juan Estrada Rávago con conocimiento de la lengua indígena, inicia la obra de evangelización en una forma metódica. En un contexto de conquista y colonización podemos distinguir tres etapas en el proceso de la evangelización: a) la conversión del cacique para que prácticamente se considerara convertida a la fe toda la tribu; b) la etapa de las encomiendas, que destruían la dependencia de los cacicazgos por una parte, y por otra, suponían un proceso de “catequización” que correría por cuenta del encomendero; c) en la primera o segunda generación de los indios se aseguraba la eliminación de vestigios de paganismo. El encomendero realizaba una explotación agraria del indio, motivo por el cual el misionero encontraba una enorme dificultad para evangelizar, especialmente entre los Talamancas, que cobraron los primeros mártires. Los misioneros no sólo se preocupaban por catequizar sino por enseñar a leer, escribir y contar, siendo ellos los primeros maestros de escuela que tuvieron nuestros aborígenes. Según se tiene indicios, a finales del siglo XVI Fray Agustín de Ceballos, que conocía la lengua “güetar”, hizo un texto doctrinal para la enseñanza de los indios en nuestro país (González, L.F., El gobierno eclesiástico en Costa Rica durante el régimen colonial y la influencia de los sacerdotes en el desenvolvimiento religioso y cultural del país, Imprenta Nacional, San José: 1957, 11). Acerca de la evangelización de nuestro país durante los siglos XVI a XVIII, bien podemos resumir que esos siglos: están marcados por el afán misionero de obispos, sacerdotes y religiosos, quienes sin parar mientes ni en distancias ni en peligros, llevaron el mensaje de la Buena Nueva hasta los más apartados rincones de nuestra geografía y sembraron en el corazón de nuestros abuelos la fe en Jesucristo, el amor a María y los valores de nuestra religiosidad popular. A pesar de errores y de fallas, de limitaciones y pobrezas, los obispos y misioneros, mediante la profesión de una misma fe, por la predicación y la práctica del amor fraterno, supieron integrar, en este puente entre dos hemisferios, la diversidad de razas y la diferencia de culturas, y forjar así el ser de nuestra nacionalidad costarricense (Troyo, A., “Una pocas palabras”, en: Sanabria, V. Reseña histórica de la Iglesia en C.R., DEI: 1984).

11 El celo catequístico de los primeros pastores La Diócesis de Costa Rica fue dichosamente enriquecida con el fruto de la preocupación que sus pastores alimentaron por proporcionar a los fieles el pan de la Palabra, ya en su aspecto propiamente misionero de primer anuncio, ya en el estudio sistemático de la fe, que encontraba su forma concreta en el catecismo y en la “historia sagrada”, objeto ambos de la atención de niños y adultos, según los casos. Monseñor Anselmo Llorente y Lafuente Monseñor Anselmo Llorente y Lafuente (1851-1871) se preocupó por la formación del clero para que éste estuviera en capacidad de alimentar la fe del pueblo, así como también prestó importancia a todas aquellas obras comprometidas con el trabajo evangelizador. Monseñor Bernardo Augusto Thiel Particular mención se debe hacer a Monseñor Bernardo Augusto Thiel (1880- 1901), quien, consciente de que en la enseñanza religiosa existía una cierta anarquía, (se usaban como textos oficiales el de Ripalda para los niños y el de P. G. Mazo para los maestros o catequistas) quiso unificar el texto de catecismo y hacerle las adaptaciones y actualizaciones convenientes. De esta manera, en 1886 dio inicio a la redacción de dos catecismos, el pequeño y el grande, con base en el texto de Ripalda y sirviéndose de las ampliaciones del catecismo de Deharbe. Este catecismo diocesano fue asumido por la “Comisión de Catecismos” desde 1881 con el título de Catecismo de la Doctrina Cristiana precedido de un resumen, etc. y el compendio de este mismo catecismo para niños hasta los diez años de edad, que llevaba por título Pequeño Catecismo. Asimismo, para el estudio de la “historia sagrada”, adoptó monseñor Thiel como texto oficial el compendio de historia sagrada de Kneecht, y consiguió algunas colecciones de cuadros murales para la enseñanza de ésta. Tomó también la decisión de fundar una “Biblioteca para la Enseñanza de Religión”, pero no habiendo sido posible esto, en 1888 se dedicó a una Explicación del Catecismo Abreviado de la Doctrina Cristiana, libro publicado por la Autoridad Eclesiástica, y dos años más tarde publicó la Exposición apologética de la Doctrina Cristiana. En 1890 Monseñor Thiel tradujo al castellano el Catecismo preservativo contra los errores modernos, el cual se publicó en el semanario Eco Católico. La Iabor catequística de Monseñor Thiel fue difícil, y según consigna Monseñor Víctor Manuel Sanabria, no faltaron quienes hubiesen preferido el antiguo Ripalda a los nuevos textos. Es siempre arduo redactar un texto de catecismo que sea lógico, popular y fonético (...). Una innovación de gran importancia contenía el ‘catecismo grande’. La publicación de una introducción histórica sobre la Iglesia en general, y sobre la de Costa Rica en particular. Se llenaba, aunque muy sintéticamente, una necesidad bien sentida, de enseñar no sólo el catecismo y la

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A<strong>de</strong>más, po<strong>de</strong>mos inferir <strong>de</strong> la conversación <strong>de</strong>l cacique Nicarao con los<br />

españoles, antes <strong>de</strong> recibir las aguas bautismales, los siguientes principios doctrinales:<br />

Dios creador <strong>de</strong> todas las cosas; Dios uno y trino, concepción virginal <strong>de</strong> María; Cristo,<br />

verda<strong>de</strong>ro Dios y verda<strong>de</strong>ro hombre; el Papa, vicario <strong>de</strong> Cristo; el fin <strong>de</strong>l mundo y la<br />

vida eterna. A partir <strong>de</strong> 1561 el P. Juan Estrada Rávago con conocimiento <strong>de</strong> la lengua<br />

indígena, inicia la obra <strong>de</strong> evangelización en una forma metódica.<br />

En un contexto <strong>de</strong> conquista y colonización po<strong>de</strong>mos distinguir tres etapas en el<br />

proceso <strong>de</strong> la evangelización: a) la conversión <strong>de</strong>l cacique para que prácticamente se<br />

consi<strong>de</strong>rara convertida a la fe toda la tribu; b) la etapa <strong>de</strong> las encomiendas, que<br />

<strong>de</strong>struían la <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> los cacicazgos por una parte, y por otra, suponían un<br />

proceso <strong>de</strong> “catequización” que correría por cuenta <strong>de</strong>l encomen<strong>de</strong>ro; c) en la primera o<br />

segunda generación <strong>de</strong> los indios se aseguraba la eliminación <strong>de</strong> vestigios <strong>de</strong><br />

paganismo.<br />

El encomen<strong>de</strong>ro realizaba una explotación agraria <strong>de</strong>l indio, motivo por el cual el<br />

misionero encontraba una enorme dificultad para evangelizar, especialmente entre los<br />

Talamancas, que cobraron los primeros mártires.<br />

Los misioneros no sólo se preocupaban por catequizar sino por enseñar a leer,<br />

escribir y contar, siendo ellos los primeros maestros <strong>de</strong> escuela que tuvieron nuestros<br />

aborígenes.<br />

Según se tiene indicios, a finales <strong>de</strong>l siglo XVI Fray Agustín <strong>de</strong> Ceballos, que<br />

conocía la lengua “güetar”, hizo un texto doctrinal para la enseñanza <strong>de</strong> los indios en<br />

nuestro país (González, L.F., El gobierno eclesiástico en Costa Rica durante el régimen<br />

colonial y la influencia <strong>de</strong> los sacerdotes en el <strong>de</strong>senvolvimiento religioso y cultural <strong>de</strong>l<br />

país, Imprenta <strong>Nacional</strong>, San José: 1957, 11).<br />

Acerca <strong>de</strong> la evangelización <strong>de</strong> nuestro país durante los siglos XVI a XVIII, bien<br />

po<strong>de</strong>mos resumir que esos siglos:<br />

están marcados por el afán misionero <strong>de</strong> obispos, sacerdotes y religiosos,<br />

quienes sin parar mientes ni en distancias ni en peligros, llevaron el<br />

mensaje <strong>de</strong> la Buena Nueva hasta los más apartados rincones <strong>de</strong> nuestra<br />

geografía y sembraron en el corazón <strong>de</strong> nuestros abuelos la fe en<br />

Jesucristo, el amor a María y los valores <strong>de</strong> nuestra religiosidad popular.<br />

A pesar <strong>de</strong> errores y <strong>de</strong> fallas, <strong>de</strong> limitaciones y pobrezas, los obispos y<br />

misioneros, mediante la profesión <strong>de</strong> una misma fe, por la predicación y la<br />

práctica <strong>de</strong>l amor fraterno, supieron integrar, en este puente entre dos<br />

hemisferios, la diversidad <strong>de</strong> razas y la diferencia <strong>de</strong> culturas, y forjar así<br />

el ser <strong>de</strong> nuestra nacionalidad costarricense (Troyo, A., “Una pocas<br />

palabras”, en: Sanabria, V. Reseña histórica <strong>de</strong> la Iglesia en C.R., DEI:<br />

1984).

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