Pilar Fernández Beites - Ciudad Redonda
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Antropología cultural y antropología filosófica<br />
clásico o del neopositivismo, y se construyen, por tanto, mediante la<br />
mera comparación de datos empíricos (sin caer en la cuenta de que<br />
el mismo trabajo de campo etnográfico, que supuestamente extrae<br />
los «datos» empíricos, implica ya el uso de teorías) 69 . En la bibliografía<br />
encontramos, efectivamente, amplias críticas que inciden en el<br />
claro empirismo de la antropología cultural. Por ejemplo, José R. Llobera<br />
considera que «el obstáculo fundamental para el desarrollo de<br />
una antropología científica es el dogma empirista e inductivista que<br />
caracteriza a nuestra disciplina» 70 . También afirma Stephen A. Tyler:<br />
«si queremos preservar la dedicación única de la antropología a una<br />
visión holística del hombre, no podemos permitir los grilletes de las<br />
preconcepciones de una ciencia materialista y empírica» 71 .<br />
Los propios antropólogos no han ignorado nunca, ni mucho menos<br />
ahora, el carácter problemático que tiene su disciplina. G.W.<br />
Stocking Jr. afirma que «de hecho, la unidad de la antropología como<br />
una disciplina es en sí misma problemática históricamente» 72 . Y<br />
algunas corrientes actuales de antropología niegan ya de modo<br />
explícito el carácter científico del método antropológico. Por ejemplo,<br />
las teorías de inspiración marxista no dudan en desacreditar por<br />
completo las teorías antropológicas clásicas (funcionalismo y funcionalismo<br />
estructural) alegando que en realidad eran pura ideología,<br />
pues tratarían de justificar el colonialismo y el imperialismo, que posibilitaron<br />
y financiaron los primeros trabajos de campo. Pero quizás<br />
el ejemplo más significativo lo encontremos en las corrientes de antropología<br />
postmodernista que niegan explícitamente que la antro-<br />
69 Entre nosotros, Luis Álvarez Munárriz, por ejemplo, no duda en defender<br />
el método comparativo: «Si la Antropología Social aspira a ser una ciencia por<br />
derecho propio no se puede quedar en un nivel puramente descriptivo. Si pretende<br />
constituirse en un saber nomotético debe elevarse (…) hacia lo general y<br />
si fuera posible universal. Y la única manera de poder alcanzar este objetivo es<br />
a través del uso reglado del método comparativo (…)», «Método comparativo:<br />
marco histórico-sistemático», en LISÓN TOLOSANA, Carmelo (ed.): Antropología: horizontes<br />
comparativos. Universidad de Granada, Granada, 2002, p. 23. Podemos<br />
señalar que E. R. LEACH, en Rethinking Anthropology (Berg, Oxford, 2004, p. 2),<br />
defiende la generalización frente a la comparación (su propuesta es usar un<br />
«patrón matemático» para entender la sociedad); pero sigue afirmando que la generalización<br />
es inductiva (op.cit., p. 5).<br />
70 «Postcriptum: algunas tesis provisionales sobre la naturaleza de la antropología»,<br />
en LLOBERA, José R. (ed.): La antropología como ciencia, p. 383.<br />
71 TYLER: «Una ciencia formal», en LLOBERA (ed.): La antropología como ciencia,<br />
p. 331.<br />
72 «Funcionalism historicized», en STOCKING, Jr. (ed.): Funcionalism Historicized.<br />
Essays on British Social Anthropology, p. 3.<br />
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