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Confrontación con los demonios 49<br />

Pasé por el mismo proceso con el próximo demonio, que se llamaba<br />

miedo. Tras otra batalla, él también salió. Una vez más Esther se relajó y el<br />

"balón" dentro de mí se desinfló. Estando cansado, di un paso hacia atrás y<br />

una de las otras personas tomó el mando, siguiendo más o menos el mismo<br />

procedimiento que yo había establecido.<br />

Cuando había terminado la lucha, casi todo el mundo presente había<br />

participado. En total, la sesión duró unas cinco horas.<br />

Tras el miedo, los próximos demonios que se nombraron a sí mismos<br />

y salieron fueron orgullo, envidia y autocompasión. ¡Así que la autocompasión<br />

puede ser un demoniol, me dije a mí mismo. Empezaba a comprender<br />

por qué algunas personas jamás podían mantener una actitud positiva y<br />

acorde con las Escrituras durante las circunstancias difíciles. De hecho,<br />

todo este proceso fue abriendo una ventana a través de la cual yo vería, a<br />

partir de entonces, el comportamiento de las personas y las fuerzas que las<br />

motivaban.<br />

El próximo demonio que dio su nombre y salió fue infidelidad. Esto lo<br />

entendí como una fuerza espiritual que buscaba llevar a una mujer casada<br />

(y a lo mejor al marido, también) a la inmoralidad sexual.<br />

El próximo demonio a dar su nombre fue muerte. Al principio era escéptico.<br />

Siempre había considerado a la muerte como una condición puramente<br />

física. Entonces me acordé del caballo en Apocalipsis 6, cuyo jinete<br />

se llamaba Muerte. Así que, ¡muerte podría ser una persona! ¿Podría esto<br />

significar que pudiera ser un demonio, también?<br />

Intrigado, le dije a este espíritu de muerte: "¿Cuándo entraste en esta<br />

mujer?"<br />

"Hace unos tres años y medio", contestó, "cuando casi se murió en la<br />

mesa de operaciones".<br />

Cuando el espíritu de muerte finalmente salió, Esther estaba echada<br />

sobre sus espaldas en el suelo. Su piel estaba engrasada y fría, su cara<br />

como una máscara de muerte. No había en ella ninguna pizca de color.<br />

Cualquiera que entrase en el salón en ese momento hubiera concluido que<br />

había una mujer muerta en el suelo.<br />

Me acordé del incidente después queJesús había liberado a un muchacho<br />

de un espíritu sordo y mudo, y el muchacho "quedó como muerto, de

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