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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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y éstos, al volver a sus casas en lejanas y ampliamente separadas provincias, difundirían la fama d<strong>el</strong><br />

valeroso Profeta Galileo. Muchos de los de Jerusalén creyeron en El en esa época, principalmente<br />

porque fueron atraídos por los milagros que obraba; pero leemos que "Jesús mismo no se fiaba de<br />

<strong>el</strong>los", comprendiendo <strong>el</strong> fundamento inseguro de lo que profesaban. La adulación popular era ajena a<br />

su propósito; no buscaba un séquito heterogéneo, antes iba a recoger en torno de sí a quienes<br />

recibieran <strong>el</strong> testimonio d<strong>el</strong> Padre sobre su Mesiazgo. "El conocía a todos, y no tenía necesidad de que<br />

nadie le diese testimonio d<strong>el</strong> hombre, pues él sabía lo que había en <strong>el</strong> hombre.'<br />

El incidente de la purificación d<strong>el</strong> templo que <strong>Cristo</strong> efectuó por la fuerza es una contradicción d<strong>el</strong><br />

concepto tradicional que nos lo representa como de un Ser tan dócil y retraído en su porte, que le da la<br />

apariencia de carecer de virilidad. Benigno era, y paciente en las aflicciones, misercor-dioso y<br />

longánime en su trato con los pecadores contritos, pero a la vez severo e inflexible cuando se encaraba<br />

con la hipocresía, e irrefrenable cuando denunciaba a los que persistían en hacer lo malo. Su genio se<br />

adaptaba a las condiciones en que se hallaba: con igual facilidad fluían de sus labios tiernas palabras<br />

de aliento, como ardientes frases de justa indignación. Su naturaleza no fue <strong>el</strong> concepto poético de una<br />

invariable dulzura querúbica, sino la de un hombre, con las emociones y pasiones esenciales de la<br />

virilidad y masculinidad. Este Ser, que a menudo lloraba de compasión, en otras ocasiones<br />

manifestaba con palabras y hechos <strong>el</strong> justo enojo de un Dios. Sin embargo, siempre fue <strong>el</strong> amo de<br />

todas sus pasiones, pese a la suavidad con que fluían o la fuerza con que se desataban. Contrastemos <strong>el</strong><br />

benigno Jesús, movido a prestar un servicio hospitalario por las necesidades de una fiesta de bodas en<br />

Cana, y <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> indignado, hiriendo con un azote, y en medio de la conmoción y alboroto que había<br />

provocado, echando d<strong>el</strong>ante de sí hombres y ganado como manada impura.<br />

JESÚS Y NICODEMO.<br />

En <strong>el</strong> hecho de que Nicodemo, fariseo de profesión y uno de los más ilustres de los príncipes de<br />

los judíos, vino a Jesús con la misión de interrogar, hallamos evidencia de que los notables hechos<br />

efectuados por El durante esta Pascua memorable habían causado que creyesen en El algunos de la<br />

clase educada, aparte de muchos de los d<strong>el</strong> vulgo. Hay un significado particular en la circunstancia de<br />

que la visita se ' hizo de noche. Aparentemente <strong>el</strong> hombre se vio impulsado por un deseo genuino de<br />

saber más acerca d<strong>el</strong> Galileo, cuyas obras no podían pasar inadvertidas; aunque la categoría de su<br />

puesto y <strong>el</strong> temor de que posiblemente fuera a sospecharse que él se había adherido al nuevo Profeta lo<br />

impulsaron a c<strong>el</strong>ebrar su entrevista en privado. Dirigiéndose a Jesús por <strong>el</strong> título que él mismo poseía,<br />

y por él considerado como de honor y respeto dijo: "Rabí, sabemos que has venido de Dios como<br />

maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él."<br />

Si porque usó <strong>el</strong> plural de la primera persona, "sabemos," queda indicado que fue enviado por <strong>el</strong><br />

Sanedrín o por la Sociedad de Fariseos—cuyos miembros solían hablar en esa forma, considerándose<br />

representantes de la orden—o si lo empleó retóricamente refiriéndose sólo a sí mismo, poco importa.<br />

Reconoció a Jesús como maestro "venido de Dios", y expuso sus razones. La débil fe que empezaba a<br />

despertar en <strong>el</strong> corazón d<strong>el</strong> hombre estaba fundada en la evidencia de milagros, apoyada<br />

principalmente por <strong>el</strong> efecto psicológico de señales y prodigios. Mas con todo, debemos darle crédito<br />

por su sinceridad y propósito íntegro.<br />

Sin esperar preguntas directas, "respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que <strong>el</strong> que<br />

no naciere de nuevo, no puede ver <strong>el</strong> reino de Dios". Parece que Nicodemo quedó confuso; preguntó<br />

cómo era posible tal rejuvenecimiento: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso<br />

entrar por segunda vez en <strong>el</strong> vientre de su madre, y nacer?" No estamos cometiendo una injusticia<br />

contra Nicodemo con suponer que en su calidad de rabino, hombre versado en las Escrituras, él debía<br />

haber sabido que las palabras de Jesús encerraban otro significado aparte de un nacimiento literal en la<br />

carne. Además, de ser posible que <strong>el</strong> hombre naciera literalmente por segunda vez en la carne, ¿en qué<br />

forma beneficiaría tal nacimiento su desarrollo espiritual? No constituiría más que una segunda<br />

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