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consume."<br />
Los judíos, y con esta designación nos referimos a los sacerdotes y príncipes d<strong>el</strong> pueblo, no osaron<br />
protestar, imputando de injusta, esta acción vigorosa; siendo conocedores de la ley, reconocieron que<br />
eran culpables de corrupción, avaricia., y responsabilidad personal por la profanación d<strong>el</strong> templo.<br />
Todos sabían que los sagrados recintos urgentemente necesitaban una purificación; y <strong>el</strong> único asunto<br />
sobre <strong>el</strong> cual se atrevieron a interrogar al Purificador fue por qué había El asumido la ejecución de lo<br />
que era <strong>el</strong> deber de <strong>el</strong>los. Virtual-mente se sometieron a su activa intervención, como si se tratara de<br />
alguien cuya posible investidura de autoridad quizá tendrían que reconocer más ad<strong>el</strong>ante. Esta<br />
sumisión momentánea estaba fundada en <strong>el</strong> temor, y éste a la vez, en sus conciencias culpables. <strong>Cristo</strong><br />
prevaleció sobre aqu<strong>el</strong>los judíos vacilantes en virtud d<strong>el</strong> eterno principio de que la justicia es más<br />
potente que la maldad, y <strong>el</strong> hecho psicológico de que la sensación de culpabilidad priva de valor al<br />
d<strong>el</strong>incuente, cuando su alma claramente ve la inminencia de una justa retribución. Sin embargo,<br />
temiendo que fuese un profeta revestido de poder, cosa que ningún sacerdote o rabino viviente ni<br />
siquiera profesaba ser, tímidamente le pidieron prueba de su autoridad: "¿Qué señal nos muestras, ya<br />
que haces esto?" Lacónicamente, y casi sin hacer aprecio de aqu<strong>el</strong>la demanda tan común entre los<br />
hombres impíos y adúlteros, Jesús respondió: "Destruid este templo, y en tres días lo levantaré."<br />
Cegados por sus propias artimañas, reacios a reconocer la autoridad d<strong>el</strong> Señor, pero a la misma<br />
vez temerosos de la posibilidad de estar oponiéndose a uno que tenía <strong>el</strong> derecho de obrar, los oficiales<br />
perturbados vieron en las palabras de Jesús referencia al imponente templo de cantería, dentro de<br />
cuyos muros se hallaban. Cobraron un poco más ánimo; aqu<strong>el</strong> extranjero galileo que tan<br />
manifiestamente impugnaba su autoridad hablaba irreverentemente de su templo, que para <strong>el</strong>los era la<br />
expresión visible de lo que tanto se jactaban de ser: hijos d<strong>el</strong> convenio, adoradores d<strong>el</strong> Dios viviente y<br />
verdadero, y por ende, superiores a todos los pueblos paganos e idólatras. Con aparente indignación<br />
respondieron: "En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?"<br />
Aunque se malograron sus deseos de suscitar la ira popular en contra de Jesús en esta ocasión, los<br />
judíos no se permitieron olvidar ni perdonar sus palabras. Más tarde, mientras preso e indefenso lo<br />
hicieron pasar por <strong>el</strong> ilícito juicio simulado ante un tribunal de pecadores, la calumnia más vil<br />
pronunciada en su contra fue la d<strong>el</strong> falso testigo que declaró: "Nosotros le hemos oído decir: Yo<br />
derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano", y mientras colgaba<br />
en medio de sus sufrimientos físicos, los escarnecedores que se acercaban a la cruz meneaban la<br />
cabeza y decían: "¡Bah! tú que derribas <strong>el</strong> templo de Dios, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti<br />
mismo, y desciende de la cruz."<br />
Sin embargo, ninguna alusión hizo Jesús al colosal Templo de Herodes en las palabras que<br />
pronunció a los judíos, al demandarle éstos las credenciales de una señal, sino al santuario de su<br />
propio cuerpo, dentro d<strong>el</strong> cual moraba más literalmente <strong>el</strong> siempre viviente Espíritu d<strong>el</strong> Eterno Dios,<br />
que en <strong>el</strong> Lugar Santísimo hecho por hombres. Su doctrina fue: "El Padre está en mí.'" 1<br />
"El hablaba d<strong>el</strong> templo de su cuerpo", la verdadera morada d<strong>el</strong> Altísimo." Esta referencia a la<br />
destrucción d<strong>el</strong> templo de su cuerpo y la restauración de él después de tres días, es la primera profecía<br />
escrita sobre su muerte y resurrección señaladas. Ni aun los discípulos comprendieron <strong>el</strong> profundo<br />
significado de sus palabras sino hasta después que resucitó de los muertos; entonces recordaron y<br />
entendieron. Los sacerdotes judíos no eran tan cerrados de cabeza como aparentaban, pues leemos que<br />
vinieron a Pilato, mientras <strong>el</strong> cuerpo de <strong>Cristo</strong> crucificado reposaba en la tumba, y dijeron: "Señor, nos<br />
acordamos que aqu<strong>el</strong> engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré." Aunque hallamos<br />
muchos pasajes en los que <strong>Cristo</strong> anunció que moriría, y al tercer día volvería a vivir, las afirmaciones<br />
más claras fueron dirigidas a los apóstoles más bien que manifiestamente al público. Casi es seguro<br />
que los judíos que hablaron con Pilato recordaban la declaración hecha por Jesús, cuando habían quedado<br />
confusos d<strong>el</strong>ante de El, al tiempo de la purificación de los patios d<strong>el</strong> templo.<br />
Esta impugnación de las costumbres sacerdotales y purificación de los contornos d<strong>el</strong> templo por la<br />
fuerza no pudieron sino dejar impresionados, con diversos efectos, a los que habían asistido a la fiesta;<br />
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