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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 12<br />

JESÚS INICIA SU MINISTERIO PUBLICO.<br />

LA PRIMERA PURIFICACIÓN DEL TEMPLO.<br />

Poco después de las festividades de boda en Cana Jesús, acompañado de sus discípulos, así como<br />

de su madre y otros miembros de la familia, partió para Capernaum, pueblo agradablemente situado<br />

cerca d<strong>el</strong> extreme norte d<strong>el</strong> Mar de Galilea o Lago de Genezaret, donde se efectuaron muchas de las<br />

obras milagrosas de nuestro Señor. De hecho, llegó a ser conocida como su propia ciudad; pero debido<br />

a la incredulidad de sus habitantes, Jesús se lamentó sobre <strong>el</strong>la cuando lleno de tristeza anunció <strong>el</strong><br />

juicio que le sobrevendría. El sitio exacto de la ciudad no se conoce actualmente. En esta ocasión<br />

Jesús permaneció pocos días en Capernaum; se acercaba <strong>el</strong> tiempo de la Pascua y, de conformidad con<br />

la ley y costumbre judías, subió a Jerusalén,<br />

Los Evang<strong>el</strong>ios sinópticos, que se dedican principalmente a la obra de <strong>Cristo</strong> en Galilea, no hacen<br />

mención de su asistencia a esta conmemoración pascual entre su décimosegundo cumpleaños y <strong>el</strong> día<br />

de su muerte; y estamos agradecidos a Juan por la narración de esta visita que ocurrió al principio d<strong>el</strong><br />

ministerio público de <strong>Cristo</strong>. No es improbable que Jesús haya asistido a otras Pascuas durante los<br />

dieciocho años que los evang<strong>el</strong>istas dejan pasar en completo y reverente silencio; pero en ninguna de<br />

estas visitas anteriores habría podido, siendo menor de treinta años, asumir <strong>el</strong> derecho o prerrogativa<br />

de un maestro, sin contravenir las costumbres establecidas. Merece nuestra atención notar que en esta<br />

visita al templo—la primera que se menciona en las Escrituras desde la ocasión en su niñez—Jesús<br />

continuó su obra en los "negocios" de su Padre como previamente lo había hecho. Estaba en <strong>el</strong><br />

servicio de su Padre cuando lo hallaron discutiendo con los doctores de la ley, y en la causa de su<br />

Padre fue impulsado a obrar en esta ocasión posterior.<br />

Con anterioridad nos hemos referido de paso a la asistencia tan numerosa y mixta a la c<strong>el</strong>ebración<br />

de la Pascua; 5 y convendría tener presente algunas de las costumbres indecorosas que prevalecían.<br />

Habíase complementado la ley de Moisés con una recopilación cada vez mayor de reglamentos, y los<br />

rígidamente aplicados requisitos concernientes a los sacrificios y tributos habían hecho surgir un<br />

sistema de ventas y comercio dentro de los sagrados recintos de la Casa d<strong>el</strong> Señor. En los patios<br />

exteriores había establos para los bueyes, puestos para las ovejas, jaulas con palomas y tórtolas, y por<br />

otra parte, los vendedores pregonaban las cualidades ceremoniales de estas víctimas designadas para <strong>el</strong><br />

sacrificio y exigían por <strong>el</strong>las <strong>el</strong> precio cabal. También en esa ocasión se acostumbraba pagar <strong>el</strong><br />

impuesto anual d<strong>el</strong> santuario, o sea <strong>el</strong> rescate exigido a todo varón de Isra<strong>el</strong>, que equivalía a medio<br />

siclo h por persona, sin consideración a su estado de pobreza o riqueza. Debía pagarse "conforme al<br />

siclo de santuario", que significaba, según lo habían interpretado los rabinos, en moneda d<strong>el</strong> templo. El<br />

dinero común y corriente, cuyas variedades llevaban estampadas efigies e inscripciones de origen<br />

pagano, no era aceptable; y como consecuencia, los cambiadores de dinero negociaban prósperamente<br />

en los terrenos d<strong>el</strong> templo.<br />

Justificadamente indignado por lo que vio, lleno de c<strong>el</strong>o por la santidad de la Casa de su Padre,<br />

Jesús optó por limpiar <strong>el</strong> lugar; 1 y sin detenerse para argumentar con palabras, recurrió en <strong>el</strong> acto a la<br />

fuerza física, casi violenta, la única forma de lenguaje figurativo que mejor entendían aqu<strong>el</strong>los<br />

corruptos comerciantes de riquezas mal adquiridas. Rápidamente improvisando un azote de cuerdas,<br />

hirió a diestra y siniestra, librando y echando fuera ovejas, bueyes y traficantes humanos, trastornando<br />

las mesas de los cambiadores y haciendo rodar por <strong>el</strong> su<strong>el</strong>o sus montones heterogéneos de monedas.<br />

Con tierna consideración hacia las cautivas e indefensas aves, se refrenó de molestar sus jaulas, pero<br />

mandó a sus dueños: "Quitad de aquí esto"; y a los avaros negociantes ordenó, como con voz de<br />

trueno que los hizo temblar: "No hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado." Sus discípulos<br />

vieron en lo acontecido <strong>el</strong> cumplimiento de las palabras d<strong>el</strong> Salmista: "El c<strong>el</strong>o de tu casa me<br />

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