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embargo, puede haber más de una mujer a la cual por derecho natural él pueda designar con ese título<br />
de respetuoso agradecimiento. En las últimas y tenebrosas escenas de su vida terrenal, mientras<br />
colgaba moribundo sobre la cruz, <strong>Cristo</strong> vio a María, su madre, llorando, y con toda solicitud la<br />
encomendó al cuidado d<strong>el</strong> apóstol amado, Juan, con estas palabras: "Mujer, he ahí tu hijo."<br />
¿Puede caber en <strong>el</strong> pensamiento que en este momento supremo, la preocupación de nuestro Señor<br />
por su madre, de la cual la muerte estaba a punto de separarlo, iba acompañada de alguna otra emoción<br />
sino las de honor, ternura y amor?<br />
Sin embargo, la forma en que se dirigió a María en la boda pudo haber sido una observación<br />
cariñosa de su posición como la madre de un Ser superior a <strong>el</strong>la, así como en la ocasión anterior<br />
cuando había hallado a su Niño, Jesús, en <strong>el</strong> templo, y El le había hecho ver que su jurisdicción no era<br />
suprema en cuanto a El. La manera en que <strong>el</strong>la le comunicó la falta de vino probablemente implicaba<br />
la idea de que El empleara su facultad más que humana y supliera la falta por ese medio. No<br />
correspondía a <strong>el</strong>la dirigir ni aun sugerir <strong>el</strong> ejercicio d<strong>el</strong> poder inherente que reposaba en El como Hijo<br />
de Dios; esto no había heredado de <strong>el</strong>la. "¿Qué tienes conmigo?"—preguntó; y añadió luego: "Aún no<br />
ha venido mi hora." No hallamos aquí una refutación de su habilidad para efectuar lo que <strong>el</strong>la<br />
aparentemente deseaba que El hiciera, sino la clara afirmación de que El obraría únicamente cuando <strong>el</strong><br />
tiempo fuese propicio para <strong>el</strong> objeto; y que El, no <strong>el</strong>la, determinaría cuándo había llegado. La madre<br />
entendió su significado, por lo menos en parte, y se conformó con instruir a los sirvientes que hicieran<br />
cuanto El mandara. Nuevamente en esto vemos evidencia de su posición de responsabilidad y<br />
autoridad doméstica en aqu<strong>el</strong>la reunión social.<br />
No tardó en llegar <strong>el</strong> momento de su intervención. Había en aqu<strong>el</strong> lugar seis tinaju<strong>el</strong>as, las cuales<br />
El mandó que se llenaran de agua. Entonces, sin ningún mandato audible o forma de invocación, que<br />
nosotros sepamos, El causó que se efectuara una transmutación dentro de las tinaju<strong>el</strong>as, de modo que<br />
al tomar de <strong>el</strong>las los sirvientes, fue vino y no agua lo que sacaron. En una reunión social judía, como<br />
esta fiesta de bodas, una persona determinada, usualmente <strong>el</strong> pariente de uno de los cónyuges o algún<br />
otro que fuese digno d<strong>el</strong> honor, era nombrado maestresala de la fiesta o, como lo llamaríamos en estos<br />
días, maestro de ceremonias. A dicho funcionario se le sirvió <strong>el</strong> vino nuevo primeramente, y éste,<br />
llamando al esposo, le preguntó por qué había guardado <strong>el</strong> vino mejor hasta lo último, cuando se<br />
acostumbraba servir <strong>el</strong> mejor al principio, y <strong>el</strong> más ordinario después. El evang<strong>el</strong>ista inspirado expresa<br />
en forma concisa <strong>el</strong> resultado inmediato de este milagro d<strong>el</strong> Señor, <strong>el</strong> primero en ser anotado: "Este<br />
principio de señales hizo Jesús en Cana de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en<br />
él."<br />
Con algún provecho podemos reflexionar las circunstancias consiguientes a este acto milagroso.<br />
La presencia de Jesús en las bodas y su contribución a la f<strong>el</strong>iz continuación de las fiestas fue como un<br />
s<strong>el</strong>lo de aprobación que dio a la r<strong>el</strong>ación conyugal y a la propiedad de la diversión social. El no era ni<br />
ermitaño ni asceta: anduvo entre los hombres, comiendo y bebiendo como un Ser normal y natural. 8<br />
En la fiesta El reconoció y siguió las exigencias de la hospitalidad liberal de la época, y dispuso lo que<br />
faltaba. Aqu<strong>el</strong>, a quien pocos días antes había repugnado la sugestión d<strong>el</strong> tentador, de que se<br />
proveyera de pan para su cuerpo hambriento, ahora utilizó su poder para proveer una comodidad a<br />
otros.<br />
Uno de los efectos d<strong>el</strong> milagro fue confirmar la confianza de aqu<strong>el</strong>los cuya creencia en El como <strong>el</strong><br />
Mesías era aún tierna y débil. Leemos que "sus discípulos creyeron en él"; seguramente deben haber<br />
creído hasta cierto punto antes de esto, pues de lo contrario no lo habrían seguido; pero ahora fue<br />
fortalecida su fe, acercándola más, si es que de hecho no alcanzó entonces la condición de una fe<br />
permanente en su Señor. Impresiona la reserva comparativa que rodea esta manifestación: <strong>el</strong> efecto<br />
moral y espiritual fue para unos pocos; la inaguración d<strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> Señor no iba a señalarse por<br />
medio de una exhibición pública.<br />
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