Jesus el Cristo - Cumorah.org

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Juan y Jesús eran primos segundos; y al respecto de que si había habido asociación íntima entre los dos en su juventud o al llegar a ser mayores de edad, nada nos es dicho. Sin embargo, cierto es que cuando Jesús se presentó para ser bautizado, Juan reconoció en El a un hombre sin pecado que no tenía necesidad de arrepentimiento; y en vista de que el Bautista había sido comisionado para bautizar a fin de que hubiera remisión de pecados, no vio ninguna necesidad de administrar la ordenanza a Jesús. Aquel que había oído las confesiones de multitudes ahora reverentemente confesaba a Uno que reconocía ser más justo que él. En vista de lo que aconteció posteriormente, parece que Juan no sabía que Jesús era el Cristo, el "más poderoso que yo" que él esperaba, y cuyo precursor sabía que era. Al expresar Juan su convicción de que Jesús no necesitaba la purificación bautismal, nuestro Señor, consciente de su propia impecabilidad, no negó la calificación del Bautista, pero a la vez reiteró su solicitud de ser bautizado, con esta explicación significativa: "Así conviene que cumplamos toda justicia." Si a Juan le fue posible entender el significado más profundo de esta declaración, debe haber descubierto en ella la verdad de que el bautismo de agua no sólo es el medio instituido para obtener la remisión de los pecados, sino también una ordenanza indispensable, establecida en justicia y exigida a todo el género humano como condición esencial para ser miembro del reino de Dios. Así fue como Jesucristo humildemente obedeció la voluntad del Padre y recibió de Juan el bautismo por inmersión en el agua. Lo que aconteció en seguida testifica que su bautismo fue aceptado como un acto de sumisión agradable y necesario: "Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia." Entonces Juan conoció a su Redentor. Refiriéndose al descenso del Espíritu Santo sobre Jesús al tiempo de bautizarse, los cuatro evangelistas hablan como si hubiera sido acompañado de una manifestación visible "como paloma"; y esta señal se le había indicado a Juan como el medio predeterminado por el cual le sería revelado el Mesías. A esta señal, previamente especificada, se añadió entonces el testimonio supremo del Padre concerniente a la divinidad literal de su Hijo Jesús. Según Mateo, la afirmación del Padre se da en tercera persona: "Este es mi Hijo amado"; mientras que Marcos, así como Lucas, lo expresan en forma más directa: "Tú eres mi Hijo amado." Esta variación, pequeña y esencialmente sin importancia, aun cuando se refiere a un asunto de tanta gravedad, nos proporciona evidencia de que los escritores actuaron independientemente y desacredita toda suposición o sospecha de que los autores se confabularon entre sí. Los acontecimientos que acompañaron la emergencia de Jesús del sepulcro bautismal demuestran la individualidad distinta de los tres Personajes de la Trinidad. En esa ocasión solemne Jesús el Hijo se encontraba allí en la carne; la presencia del Espíritu Santo se manifestó por medio de la señal acompañante de la paloma, y la voz del Padre Eterno se oyó desde los cielos. Si no tuviéramos ninguna otra evidencia de la personalidad separada de cada uno de los miembros de la Santa Trinidad, este acontecimiento sería conclusivo; pero hay otros pasajes de las Escrituras que confirman esta gran verdad. LAS TENTACIONES DE CRISTO. Al poco tiempo de su bautismo, como lo declara S. Marcos, Jesús se sintió impelido por las impresiones del Espíritu a retirarse de los hombres y las distracciones de la vida comunal, y apartarse al desierto a fin de poder estar libre para comunicarse con su Dios. Tan potente era la influencia de esta fuerza, que fue impulsado, como lo declara el evangelista, a una reclusión solitaria en la cual permaneció durante cuarenta días "con las fieras" del desierto. En tres de los Evangelios se describe este notable episodio de la vida de nuestro Señor, aunque no con la misma amplitud. Juan calla sobre el asunto. Jesús mismo debe haber relatado las circunstancias consiguientes a esta época de destierro y 74

pruebas, pues no hubo ningún otro testigo humano. Las narraciones escritas se refieren principalmente a los acontecimientos que señalan la conclusión del período de cuarenta días, pero cuando lo consideramos en su totalidad, se establece sin ninguna duda que fue un tiempo de ayuno y oración. Cristo gradualmente se fue enterando de que El era el escogido y preordinado Mesías. Como lo manifiestan sus palabras dirigidas a su madre en la ocasión de la memorable entrevista con los doctores en el patio del templo, sabía, cuando apenas era un jovencito de doce años, que en cierto sentido particular y personal, El era el Hijo de Dios; y sin embargo, es evidente que la comprensión del propósito completo de su misión terrenal sólo se desarrolló en El al grado en que, paso por paso, aumentaba en sabiduría. La declaración confirmante del Padre, junto con el compañerismo continuo del Espíritu Santo, revelaron a su alma el glorioso hecho de su divinidad. Tenía mucho en qué pensar, mucho que solamente por medio de la oración podía obtener. Durante el período de esta soledad no comió, antes prefirió ayunar, a fin de que su cuerpo físico quedara más completamente sujeto a su espíritu divino. Hallándose Jesús hambriento y físicamente débil, el tentador se presentó con la insidiosa sugestión de que empleara sus facultades extraordinarias para proveerse de alimento. Satanás había elegido el momento más propicio para sus fines inicuos. ¿Qué no hará el ser mortal, qué no han hecho los hombres para aplacar los tormentos del hambre? Esaú vendió su primogenitura por una comida. Los hombres han combatido como bestias salvajes por los alimentos. Las mujeres han llegado al extremo de matar y devorar a sus propios hijos, más bien que soportar los dolores del hambre. Satanás sabía todo esto cuando se presentó delante del Cristo en el momento de su extrema necesidad física, y le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan." Durante las largas semanas de su reclusión, nuestro Señor se había sustentado con esa exaltación de espíritu que naturalmente habría estado presente en una concentración tan completa de la mente como la que indudablemente resultó de su extensa meditación y comunión con los cielos. En esta devoción tan profunda del espíritu, los apetitos corporales fueron dominados y reemplazados; pero era inevitable que la carne reaccionara. No obstante el hambre que sentía Jesús, había en las palabras de Satanás una tentación mayor aún que la que estaba incorporada en la insinuación de que dispusiese alimentos para su cuerpo hambriento: la tentación de refutar ese elemento de desconfianza comprendido en el "Si" del tentador. El Padre Eterno había proclamado a Jesús como su Hijo; el diablo buscaba la manera de que el Hijo dudase de este parentesco divino. ¿Por qué no poner a prueba el interés del Padre por su Hijo en este momento de grave necesidad? ¿Era propio que el Hijo de Dios padeciese hambre? ¿Se había el Padre olvidado tan pronto, al grado de permitir que su Hijo Amado sufriera en esa forma? ¿No era razonable que Jesús, débil a causa de su larga abstinencia, se proveyese a sí mismo, y con más particularidad en vista de que estaba facultado para ello, y sólo bastaba una palabra, si la voz que se oyó al tiempo de su bautismo realmente había sido la del Padre Eterno? Si eres en realidad el Hijo de Dios, manifiesta tu poder y al mismo tiempo satisface tu hambre—tal fue la substancia de esta sugerencia diabólica. De haber cedido, Jesús habría expresado plena duda en la proclamación del Padre. Además, el poder superior que Jesús poseía no le había sido dado para su satisfacción personal, sino para servir a otros. Habría de conocer todas las angustias del estado carnal; otro hombre que hubiese tenido tanta hambre como El no habría podido proveerse de lo necesario mediante un milagro; y aunque pudiera ser alimentado con la ayuda de un prodigio, el abastecimiento milagroso tendría que ser dado, no proveído por la persona misma. Era una consecuencia necesaria de las dos naturalezas de nuestro Señor—en las que estaban comprendidos los atributos de Dios y del hombre —que El soportase y padeciese como cualquier ser mortal, poseyendo, mientras tanto, la facultad para invocar el poder de su propia divinidad, con el cual podrían satisfacerse o vencerse todas sus necesidades corporales. Su respuesta al tentador fue sublime y positivamente terminante: "Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". a La palabra que había salido de la boca de Dios, y la cual Satanás quería que dudase, había declarado que Jesús era el Hijo Amado con quien el Padre estaba complacido. El diablo fue derrotado, y Cristo salió triunfante. Comprendiendo que había fracasado rotundamente en sus esfuerzos de inducir a Jesús a que usara 75

Juan y Jesús eran primos segundos; y al respecto de que si había habido asociación íntima entre<br />

los dos en su juventud o al llegar a ser mayores de edad, nada nos es dicho. Sin embargo, cierto es que<br />

cuando Jesús se presentó para ser bautizado, Juan reconoció en El a un hombre sin pecado que no<br />

tenía necesidad de arrepentimiento; y en vista de que <strong>el</strong> Bautista había sido comisionado para bautizar<br />

a fin de que hubiera remisión de pecados, no vio ninguna necesidad de administrar la ordenanza a<br />

Jesús. Aqu<strong>el</strong> que había oído las confesiones de multitudes ahora reverentemente confesaba a Uno que<br />

reconocía ser más justo que él. En vista de lo que aconteció posteriormente, parece que Juan no sabía<br />

que Jesús era <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, <strong>el</strong> "más poderoso que yo" que él esperaba, y cuyo precursor sabía que era. Al<br />

expresar Juan su convicción de que Jesús no necesitaba la purificación bautismal, nuestro Señor,<br />

consciente de su propia impecabilidad, no negó la calificación d<strong>el</strong> Bautista, pero a la vez reiteró su<br />

solicitud de ser bautizado, con esta explicación significativa: "Así conviene que cumplamos toda<br />

justicia." Si a Juan le fue posible entender <strong>el</strong> significado más profundo de esta declaración, debe haber<br />

descubierto en <strong>el</strong>la la verdad de que <strong>el</strong> bautismo de agua no sólo es <strong>el</strong> medio instituido para obtener la<br />

remisión de los pecados, sino también una ordenanza indispensable, establecida en justicia y exigida a<br />

todo <strong>el</strong> género humano como condición esencial para ser miembro d<strong>el</strong> reino de Dios.<br />

Así fue como Jesucristo humildemente obedeció la voluntad d<strong>el</strong> Padre y recibió de Juan <strong>el</strong><br />

bautismo por inmersión en <strong>el</strong> agua. Lo que aconteció en seguida testifica que su bautismo fue<br />

aceptado como un acto de sumisión agradable y necesario: "Y Jesús, después que fue bautizado, subió<br />

luego d<strong>el</strong> agua; y he aquí los ci<strong>el</strong>os le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como<br />

paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los ci<strong>el</strong>os, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien<br />

tengo complacencia." Entonces Juan conoció a su Redentor.<br />

Refiriéndose al descenso d<strong>el</strong> Espíritu Santo sobre Jesús al tiempo de bautizarse, los cuatro<br />

evang<strong>el</strong>istas hablan como si hubiera sido acompañado de una manifestación visible "como paloma"; y<br />

esta señal se le había indicado a Juan como <strong>el</strong> medio predeterminado por <strong>el</strong> cual le sería rev<strong>el</strong>ado <strong>el</strong><br />

Mesías. A esta señal, previamente especificada, se añadió entonces <strong>el</strong> testimonio supremo d<strong>el</strong> Padre<br />

concerniente a la divinidad literal de su Hijo Jesús. Según Mateo, la afirmación d<strong>el</strong> Padre se da en<br />

tercera persona: "Este es mi Hijo amado"; mientras que Marcos, así como Lucas, lo expresan en forma<br />

más directa: "Tú eres mi Hijo amado." Esta variación, pequeña y esencialmente sin importancia, aun<br />

cuando se refiere a un asunto de tanta gravedad, nos proporciona evidencia de que los escritores<br />

actuaron independientemente y desacredita toda suposición o sospecha de que los autores se confabularon<br />

entre sí.<br />

Los acontecimientos que acompañaron la emergencia de Jesús d<strong>el</strong> sepulcro bautismal demuestran<br />

la individualidad distinta de los tres Personajes de la Trinidad. En esa ocasión solemne Jesús <strong>el</strong> Hijo se<br />

encontraba allí en la carne; la presencia d<strong>el</strong> Espíritu Santo se manifestó por medio de la señal<br />

acompañante de la paloma, y la voz d<strong>el</strong> Padre Eterno se oyó desde los ci<strong>el</strong>os. Si no tuviéramos<br />

ninguna otra evidencia de la personalidad separada de cada uno de los miembros de la Santa Trinidad,<br />

este acontecimiento sería conclusivo; pero hay otros pasajes de las Escrituras que confirman esta gran<br />

verdad.<br />

LAS TENTACIONES DE CRISTO.<br />

Al poco tiempo de su bautismo, como lo declara S. Marcos, Jesús se sintió imp<strong>el</strong>ido por las<br />

impresiones d<strong>el</strong> Espíritu a retirarse de los hombres y las distracciones de la vida comunal, y apartarse<br />

al desierto a fin de poder estar libre para comunicarse con su Dios. Tan potente era la influencia de<br />

esta fuerza, que fue impulsado, como lo declara <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>ista, a una reclusión solitaria en la cual<br />

permaneció durante cuarenta días "con las fieras" d<strong>el</strong> desierto. En tres de los Evang<strong>el</strong>ios se describe<br />

este notable episodio de la vida de nuestro Señor, aunque no con la misma amplitud. Juan calla sobre<br />

<strong>el</strong> asunto.<br />

Jesús mismo debe haber r<strong>el</strong>atado las circunstancias consiguientes a esta época de destierro y<br />

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