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duda que le fue enseñado a trabajar, porque la ociosidad era tan aborrecida en aqu<strong>el</strong>la época como lo<br />
es hoy; y a todo jovencito judío, fuera hijo de carpintero, campesino o rabino, le era exigido aprender<br />
y seguir una carrera práctica y productiva. Jesús fue todo lo que un niño debe ser, porque <strong>el</strong> peso<br />
abrumador d<strong>el</strong> pecado no retardó su desarrollo; amó y obedeció la verdad y, por consiguiente, fue<br />
libre.<br />
José y María, devotos y fi<strong>el</strong>es en lo referente a todas las observancias de la ley, solían ir a<br />
Jerusalén cada año, al tiempo de la fiesta de la Pascua. Este festival r<strong>el</strong>igioso, como debemos recordar,<br />
era uno de los más solemnes y sagrados entre las muchas conmemoraciones ceremoniales de los<br />
judíos. Se había establecido en la época d<strong>el</strong> éxodo de Egipto para recordar <strong>el</strong> brazo extendido de la<br />
potencia de Dios, por medio d<strong>el</strong> cual libró a Isra<strong>el</strong> después que <strong>el</strong> áng<strong>el</strong> destructor mató al primogénito<br />
de todo hogar egipcio y misericordiosamente pasó de las casas de los hijos de Jacob. 11 Era tal su<br />
importancia, que esta c<strong>el</strong>ebración anual señalaba <strong>el</strong> principio d<strong>el</strong> año nuevo. La ley exigía que todos<br />
los varones se presentasen d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> Señor al tiempo de esta fiesta. La regla disponía que también las<br />
mujeres asistiesen, si no hubiese algún impedimento legal; y parece que María obedecía tanto <strong>el</strong><br />
espíritu de la ley como la letra d<strong>el</strong> reglamento, porque habitualmente acompañaba a su esposo a la<br />
congregación anual en Jerusalén.<br />
Cuando Jesús llegó a la edad de doce años, su madre y José lo llevaron a la fiesta como lo requería<br />
la ley. No nos es dicho si <strong>el</strong> Niño previamente había asistido a una ocasión semejante. A los doce años<br />
de edad, <strong>el</strong> niño judío era aceptado como miembro de la comunidad en donde vivía; a esa edad le era<br />
exigido iniciar con propósito definitivo la carrera que hubiese escogido; como individuo, avanzaba a<br />
una situación en la que de allí en ad<strong>el</strong>ante sus padres no podrían venderlo arbitrariamente como<br />
esclavo; le eran señalados estudios más avanzados en la escu<strong>el</strong>a y en <strong>el</strong> hogar, y al ser aceptado por los<br />
sacerdotes, llegaba a ser "hijo de la ley". Era <strong>el</strong> deseo común y muy natural de los padres que sus hijos<br />
asistiesen a la fiesta de la Pascua al llegar a la edad prescrita, y estuviesen presentes en la ceremonia<br />
d<strong>el</strong> templo como miembros reconocidos de la congregación. Fue en tales circunstancias que <strong>el</strong> joven<br />
Jesús llegó al templo.<br />
La fiesta, propiamente dicha, duraba siete días, y en la época de <strong>Cristo</strong> asistían a <strong>el</strong>la grandes<br />
concursos de judíos. Josefo hace referencia a los que se reunían para conmemorar la Pascua,<br />
llamándolos "una multitud innumerable". 1 La gente llegaba de provincias lejanas en grandes<br />
compañías y caravanas, no sólo por conveniencia, sino para darse protección común de las bandas de<br />
ladrones que infestaban <strong>el</strong> país. José y su familia viajaron como miembros de una de estas compañías.<br />
A la conclusión de la c<strong>el</strong>ebración de la Pascua, habiendo viajado la compañía galilea todo un día<br />
hacia su hogar, José y María descubrieron, llenos de sorpresa y profunda zozobra, que Jesús no se<br />
hallaba con los de ese grupo. Después de buscar inútilmente entre sus amigos y conocidos, se<br />
volvieron a Jerusalén en busca d<strong>el</strong> joven. Sus indagaciones no les suministraron mucho consu<strong>el</strong>o o<br />
ayuda sino hasta después de pasar tres días, cuando "le hallaron en <strong>el</strong> templo, sentado en medio de los<br />
doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles". J No era cosa rara que un jovencito de doce años fuese<br />
interrogado por los sacerdotes, escribas o rabinos, ni que le fuera permitido hacer preguntas a estos<br />
expositores profesionales de la ley, porque esa manera de proceder era parte de la preparación<br />
educativa de los jóvenes judíos; ni tampoco era cosa sorprendente la reunión de alumnos y maestros<br />
dentro de los patios d<strong>el</strong> templo, porque los rabinos de aqu<strong>el</strong>la época solían comunicar sus<br />
instrucciones en ese sitio; y la gente, jóvenes así como ancianos, se congregaba en torno de <strong>el</strong>los,<br />
sentándose a sus pies para aprender. Mas con todo, esta entrevista a que nos referimos presentaba<br />
muchos aspectos extraordinarios, como se manifiesta por la conducta de los sabios doctores de la ley,<br />
pues nunca jamás habían conocido a un alumno como El, al grado de que "todos los que le oían, se<br />
maravillaban de su int<strong>el</strong>igencia y de sus respuestas". El acontecimiento ofrece evidencia de una niñez<br />
benéficamente empleada, así como prueba de una habilidad excepcional.<br />
Ni <strong>el</strong> asombro de María y su esposo al hallar al joven en aqu<strong>el</strong>la distinguida compañía, y tan<br />
manifiestamente <strong>el</strong> objeto de respeto y deferencia, ni <strong>el</strong> gozo de ver nuevamente al Ser amado que se<br />
les había perdido, borró por completo la memoria de la angustia que les había causado su ausencia.<br />
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