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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 9<br />

EL JOVEN DE NAZARET.<br />

J OSÉ, María y su Hijo permanecieron en Egipto hasta después de la muerte de Herodes <strong>el</strong> Grande,<br />

acontecimiento que les fue dado a conocer por medio de una visitación ang<strong>el</strong>ical. Su permanencia en<br />

ese país extranjero probablemente fue breve, pues Herodes no sobrevivió por mucho tiempo a los<br />

niños que había hecho matar en B<strong>el</strong>én. En <strong>el</strong> regreso de la familia de Egipto <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>ista ve <strong>el</strong><br />

cumplimiento de la visión profética de Oseas respecto de lo que habría de acontecer: "De Egipto llamé<br />

a mi Hijo."<br />

Parece haber sido la intención de José establecer un hogar para la familia en Judea, posiblemente<br />

en B<strong>el</strong>én—ciudad de sus antepasados y sitio mucho más estimado ahora para él, por haber nacido allí<br />

<strong>el</strong> niño de María—pero al enterarse por <strong>el</strong> camino de que Arqu<strong>el</strong>ao, hijo de Herodes, gobernaba en <strong>el</strong><br />

lugar de su inicuo padre, José cambió de propósito, y "avisado por rev<strong>el</strong>ación en sueños, se fue a la<br />

región de Galilea, y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue<br />

dicho por los profetas que habría de ser llamado nazareno".<br />

Mientras Arqu<strong>el</strong>ao—que parecía haber heredado por naturaleza la impiedad y cru<strong>el</strong>dad de su<br />

infame padre—reinaba por breve tiempo en Judea como rey, y luego con <strong>el</strong> título menor de etnarca<br />

que <strong>el</strong> emperador romano le había ot<strong>org</strong>ado, su hermano Antipas gobernaba como tetrarca de Galilea.<br />

Herodes Antipas era casi tan ruin y depravado como los demás de su desenfrenada familia, pero era<br />

menos agresivo y vengativo, y durante ese período de su reinado se mostró comparativamente<br />

tolerante."<br />

En lo que respecta a la vida íntima de José y su familia en Nazaret, la historia bíblica dice poco.<br />

Impresiona <strong>el</strong> silencio con que los historiadores inspirados pasan por alto los primeros años de la vida<br />

de Jesús; mientras que las fantásticas historias, escritas en años posteriores por manos desautorizadas,<br />

están llenas de detalles ficticios, muchos de los cuales repugnan por su incongruencia pueril.<br />

Solamente José, María y los otros miembros inmediatos o amigos íntimos de la familia pudieron haber<br />

conocido los detalles de la vida diaria de este humilde hogar en Nazaret; y a estas personas Mateo y<br />

Lucas probablemente recurrieron para obtener <strong>el</strong> conocimiento que han narrado. La historia escrita por<br />

aqu<strong>el</strong>los que la conocieron se destaca por su brevedad impresionante. En esta escasez de detalles<br />

podemos ver evidencias de la autenticidad de la historia bíblica. Los escritores inventivos han querido<br />

añadir, como en efecto más tarde añadieron, las cosas que buscamos en vano entre los capítulos de los<br />

Evang<strong>el</strong>ios. Con reverente silencio los historiadores inspirados honran la niñez de su Señor; y aqu<strong>el</strong><br />

que pretende inventar circunstancias y adornar la vida de <strong>Cristo</strong> con aditamentos ficticios, lo deshonra.<br />

Leamos contemplativamente la verdad atestiguada concerniente a la niñez d<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>: "Y <strong>el</strong> niño crecía<br />

y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él."<br />

Con esta sencillez se describe <strong>el</strong> desarrollo normal y natural d<strong>el</strong> niño Jesús. Vino entre los<br />

hombres para conocer todas las condiciones naturales d<strong>el</strong> estado terrenal; nació tan verdaderamente<br />

dependiente e impotente como cualquier otro niño; en todos sus rasgos principales su infancia fue<br />

como la de otros; su niñez fue real, su desarrollo tan necesario y verdadero como <strong>el</strong> de todo jovencito.<br />

Sobre su mente había descendido <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o d<strong>el</strong> olvido que es común entre todos los que nacen en la<br />

tierra, v<strong>el</strong>o por medio d<strong>el</strong> cual se apaga <strong>el</strong> recuerdo de la existencia primordial. El Niño creció, y este<br />

crecimiento le trajo <strong>el</strong> ensanchamiento mental, <strong>el</strong> desarrollo de sus facultades y <strong>el</strong> progreso en cuanto a<br />

poder y entendimiento. Pasó de una gracia a otra, no de un estado sin gracia a uno de gracia; de lo<br />

bueno a lo mejor, no de lo malo a lo bueno; de gracia para con Dios a una gracia mayor, no de una<br />

separación por causa d<strong>el</strong> pecado a una reconciliación por medio d<strong>el</strong> arrepentimiento y la propiciación.'<br />

Nuestro conocimiento de la vida judía de aqu<strong>el</strong>la época justifica la conclusión de que <strong>el</strong> Niño<br />

recibió amplia instrucción sobre la ley y las Escrituras, porque así era la regla. Acumuló conocimiento<br />

por medio d<strong>el</strong> estudio y logró sabiduría por medio de la oración, la meditación y <strong>el</strong> empeño. No cabe<br />

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