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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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ecibió, como prenda terrenal <strong>el</strong> nombre que se había prescrito en la anunciación. Fue llamado JESÚS,<br />

que interpretado significa Salvador: nombre legalmente suyo, pues vino para salvar al pueblo de sus<br />

pecados.<br />

Parte de la ley dada a los isra<strong>el</strong>itas en <strong>el</strong> desierto por conducto de Moisés, que continuó en vigor<br />

con <strong>el</strong> correr de los siglos, se refería a la manera en que habían de proceder las mujeres después de dar<br />

a luz. De conformidad con lo requerido, María permaneció apartada cuarenta días después d<strong>el</strong><br />

nacimiento de su Hijo; entonces <strong>el</strong>la y su esposo llevaron al niño para presentarlo d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> Señor,<br />

como estaba prescrito para <strong>el</strong> primer varón nacido en toda familia. Es manifiestamente imposible que<br />

todas estas presentaciones pudiesen haberse efectuado en <strong>el</strong> templo, porque muchos judíos vivían a<br />

grandes distancias de Jerusalén; sin embargo, la regla era que los padres presentasen a sus hijos en <strong>el</strong><br />

templo cuando fuera posible. Jesús nació a unos ocho o nueve kilómetros de Jerusalén, y por<br />

consiguiente, fue llevado al templo para la ceremonia de la exención d<strong>el</strong> rescate que se aplicaba al<br />

primogénito de todos los isra<strong>el</strong>itas, con excepción de los hijos de Leví. Se tendrá presente que los<br />

hijos de Isra<strong>el</strong> habían sido libertados de la esclavitud de Egipto al acompañamiento de señales y<br />

maravillas. Por motivo de que Faraón repetidas veces se negó a dejar ir al pueblo, los egipcios fueron<br />

heridos con plagas, una de las cuales fue la muerte d<strong>el</strong> primogénito en todo <strong>el</strong> país, salvo únicamente<br />

entre <strong>el</strong> pueblo de Isra<strong>el</strong>. Para recordar esta manifestación de poder, se exigió a los isra<strong>el</strong>itas que<br />

apartasen a sus hijos primogénitos para <strong>el</strong> servicio d<strong>el</strong> santuario. 1 Subsiguientemente, <strong>el</strong> Señor dio<br />

instrucciones de que todos los varones de la tribu de Leví quedasen consagrados para ese servicio<br />

especial, en lugar d<strong>el</strong> primogénito de toda tribu; mas con todo, aún se consideraba que <strong>el</strong> hijo mayor<br />

era d<strong>el</strong> Señor en forma particular, y era menester eximirlo formalmente d<strong>el</strong> requisito anterior de<br />

servicio mediante <strong>el</strong> pago de un rescate.<br />

Con respecto a la ceremonia de la purificación, a toda madre le era requerido llevar un cordero de<br />

un año para holocausto y una tórtola como ofrenda para <strong>el</strong> pecado; pero en caso de que una mujer no<br />

pudiese llevar un cordero, podría ofrendar dos palomas o tórtolas. Nos enteramos de las circunstancias<br />

humildes de José y María porque llevaron la ofrenda menos costosa, es decir, dos tórtolas o palomas<br />

en lugar de una ave y un cordero.<br />

Entre los isra<strong>el</strong>itas justos y devotos había algunos que, a pesar d<strong>el</strong> tradicionalismo, <strong>el</strong> rabinismo y<br />

la corrupción sacerdotal, aún vivían con una esperanza justa de confianza inspirada, aguardando<br />

pacientemente <strong>el</strong> consu<strong>el</strong>o de Isra<strong>el</strong>." Uno de éstos era Simeón, que por esos días moraba en<br />

Jerusalén. Por <strong>el</strong> poder d<strong>el</strong> Espíritu Santo, había obtenido la promesa de que no gustaría la muerte<br />

hasta que hubiese visto al <strong>Cristo</strong> <strong>el</strong> Señor en la carne. Imp<strong>el</strong>ido por <strong>el</strong> Espíritu fue al templo <strong>el</strong> día de<br />

la presentación de Jesús, y reconoció en <strong>el</strong> Niño al Mesías prometido. Al momento de comprender que<br />

la esperanza de su vida había llegado a una gloriosa consumación, Simeón tomó al Niño<br />

reverentemente en sus brazos y con la sencilla pero inmortal <strong>el</strong>ocuencia que viene de Dios, expresó<br />

esta hermosa súplica, en la cual ricamente se confunden la acción de gracias, resignación y alabanza:<br />

"Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, conforme a tu palabra; porque han visto mis ojos tu<br />

salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos; luz para rev<strong>el</strong>ación a los gentiles, y<br />

gloria de tu pueblo Isra<strong>el</strong>."<br />

Entonces, bajo la influencia d<strong>el</strong> espíritu profético, Simeón habló de la grandeza de la misión d<strong>el</strong><br />

Niño y de la angustia que la madre tendría que soportar por causa de El, la cual sería a semejanza de<br />

una espada que traspasaría su alma.<br />

El testimonio d<strong>el</strong> Espíritu concerniente a la divinidad de Jesús no se concretó a este hombre. En<br />

esos días se hallaba en <strong>el</strong> templo una mujer pía de grande edad, Ana, profetisa que se había dedicado<br />

exclusivamente al servicio de la santa casa; y <strong>el</strong>la, inspirada de Dios, reconoció a su Redentor y<br />

testificó de El a todos la que la rodeaban. Tanto José como María se maravillaron de las cosas que se<br />

decían d<strong>el</strong> Niño, y parece que aún no llegaban a comprender la majestad de Aqu<strong>el</strong> que había venido a<br />

<strong>el</strong>los por medio de tan milagrosa concepción y tan asombroso nacimiento.<br />

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