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11:21; 14:45; Juan 1:38, 49; 3:2, 26; 4:31; 6:25; 9:2, 11:8) El título era de uso comparativamente<br />
nuevo en la época de <strong>Cristo</strong>, pues parece que se generalizó primeramente durante <strong>el</strong> reinado de<br />
Herodes <strong>el</strong> Grande, aunque por regla general eran reverenciados los maestros an teriores que no<br />
gozaron d<strong>el</strong> título de Rabí, <strong>el</strong> cual, sin embargo, se les dio como concesión retroactiva, de acuerdo con<br />
la costumbre que más tarde se adoptó. Rab era un título inferior, y Rabán, superior a Rabí. Raboni<br />
expresaba <strong>el</strong> más profundo respeto, amor y honor. (Véase Juan 20:16) En la época d<strong>el</strong> ministerio de<br />
nuestro Señor, los rabinos eran altamente estimados y los d<strong>el</strong>eitaban las manifestaciones de<br />
precedencia y honor entre los hombres. Pertenecían casi exclusivamente al potente partido fariseo.<br />
Citamos lo siguiente de Life and Words of Christ, de Cunningham Geikie, tomo I, capítulo 6: "Si<br />
las figuras de mayor prominencia entre la sociedad de la época de <strong>Cristo</strong> eran los fariseos, se debía a<br />
que eran los rabinos o maestros de la Ley. En tal categoría, recibían honores superticiosos, principal<br />
motivo por <strong>el</strong> cual muchos realmente aspiraban al título o se unían con <strong>el</strong> grupo. Dábase a los rabinos<br />
la misma posición que a Moisés, los patriarcas y los profetas, y demandaban igual reverencia. Se<br />
afirmaba que Jacob y José habían sido rabinos. El Tárgum de Jonatán reemplaza con rabinos o<br />
escribas la palabra 'profetas, donde ocurre. Josefo llama rabinos a los profetas de la época de Saúl. En<br />
<strong>el</strong> Tárgum de Jerusalén, todos los patriarcas son sapientísimos rabinos. . . . Eran más estimados entre<br />
Isra<strong>el</strong> que <strong>el</strong> padre o la madre, porque los padres predominan solamente en este mundo [según lo que<br />
se enseñaba en aqu<strong>el</strong> tiempo], pero <strong>el</strong> rabino es para siempre. Eran superiores a los reyes, ¿pues no<br />
está escrito: 'Por causa de mí gobiernan los reyes?' La casa en donde entraban recibía una bendición;<br />
comer o vivir con <strong>el</strong>los era <strong>el</strong> colmo de la buena fortuna. . . . Los rabinos hacían aun más que esto para<br />
exaltar su jerarquía. La Misnah declara que es mayor crimen decir cosa alguna que los desacredite, que<br />
hablar contra las palabras de la Ley. . . Sin embargo, en cuanto a la práctica, la Ley merecía honor<br />
ilimitado. Todas las enseñanzas de los rabinos tenían que basarse en alguna palabra de la Ley, la cual,<br />
sin embargo, explicaban según su propia manera. El espíritu de la época, <strong>el</strong> loco fanatismo de la gente<br />
y sus propios prejuicios—todo esto tendía a hacerlos estimar, como cosas de valor, únicamente las<br />
ceremonias y las exterioridades inservibles, despreciando por completo <strong>el</strong> espíritu de los escritos<br />
sagrados. No obstante, se sostenía que no era menester confirmar la Ley, pero sí las palabras de los<br />
rabinos. Hasta <strong>el</strong> grado en que se lo permitía la autoridad romana, bajo la cual se hallaban, los judíos<br />
gustosamente dejaban toda la potestad en las manos de los rabinos. Estos o los que <strong>el</strong>los <strong>el</strong>egían<br />
ocupaban todos los oficios y puestos, desde <strong>el</strong> mayor de los d<strong>el</strong> sacerdocio hasta <strong>el</strong> más ínfimo de los<br />
de la comunidad. Eran los casuistas, los maestros, los sacerdotes, los jueces, los magistrados y los<br />
médicos de la nación. . . El rasgo principal y dominante de la enseñanza de los rabinos era <strong>el</strong><br />
advenimiento seguro de un gran Liberador nacional: <strong>el</strong> Mesías o Ungido de Dios, o según la<br />
traducción d<strong>el</strong> título en griego, <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>. En ninguna otra nación, más que entre los judíos, se arraigó<br />
tan profundamente este concepto, o manifestó tanta vitalidad. . . Los rabinos estaban de acuerdo en<br />
que habría de nacer en B<strong>el</strong>én, y que descendería de la tribu de Judá."<br />
Los rabinos individuales reunían discípulos en torno de sí, e inevitablemente se manifestaba la<br />
rivalidad. Se establecían escu<strong>el</strong>as y academias rabínicas y cada cual fundaba su popularidad en la<br />
grandeza de algún rabino particular. Las más famosas de estas instituciones en los días de Herodes I<br />
fueron las escu<strong>el</strong>as de Hill<strong>el</strong> y su rival Sammai. Más tarde la tradición confirió a éstos <strong>el</strong> título de<br />
"Padres de la Antigüedad". Las cosas insignificantes que causaban <strong>el</strong> desacuerdo entre los discípulos<br />
de estos dos partidos da la impresión de que la única forma en que cualquiera de <strong>el</strong>los se hacía<br />
distinguir, era por medio de la oposición. Se dice que Hill<strong>el</strong> fue abu<strong>el</strong>o de Gamali<strong>el</strong>, rabino y doctor de<br />
la ley, a cuyos pies recibió su primera instracción Saulo de Tarso, posteriormente Pablo <strong>el</strong> Apóstol.<br />
(Hechos 22:3) De acuerdo con lo que la historia nos informa acerca de los conceptos, principios o<br />
creencias que enseñaban las escu<strong>el</strong>as rivales de Hill<strong>el</strong> y Sammai, parece que aquél enseñaba un grado<br />
mayor de liberalidad y tolerancia, mientras que éste hacía hincapié en una interpretación estricta y<br />
posiblemente estrecha de la ley y sus tradiciones r<strong>el</strong>acionadas. Cuánto dependían las escu<strong>el</strong>as rabínicas<br />
en la autoridad de la tradición queda ilustrado por un ejemplo que hallamos escrito, en <strong>el</strong> cual ni aun <strong>el</strong><br />
prestigio d<strong>el</strong> gran Hill<strong>el</strong> le valió contra <strong>el</strong> vocerío, en una ocasión que intentó hablar sin citar un<br />
precedente; y no fue sino hasta que añadió que así habían hablado sus maestros Abtalión y Semaía,<br />
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