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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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corrupción de la iglesia y clero romanos, y particularmente la restricción impuesta por la jerarquía<br />

papal sobre <strong>el</strong> estudio popular de las Escrituras. Wiclef dio al mundo una versión de la Sagrada Biblia<br />

en <strong>el</strong> idioma inglés. La iglesia papal intentó reprimir y castigar por la fuerza estas manifestaciones de<br />

independencia en las creencias y hechos. Los albigenses padecieron cru<strong>el</strong>dades inhumanas y matanzas<br />

desenfrenadas. Wiclef fue víctima de una persecución severa y persistente; y aunque murió en su<br />

lecho, no se calmó la saña de la iglesia romana sino hasta que hubo desenterrado e incinerado su<br />

cuerpo, y esparcido sus cenizas al aire. Juan Hus y Jerónimo de Praga se distinguieron sobre <strong>el</strong><br />

continente de Europa agitando los ánimos contra <strong>el</strong> despotismo papal, y ambos murieron mártires de la<br />

causa. Aunque la iglesia se había vu<strong>el</strong>to apóstata hasta su centro, no faltaron hombres de corazón<br />

valiente y alma justa, dispuestos a dar su vida para fomentar la emancipación espiritual.<br />

En <strong>el</strong> siglo dieciséis se llevó a efecto una notable revolución contra <strong>el</strong> papado conocida como la<br />

Reforma. Un monje alemán llamado Martín Lutero inició este movimiento en 1517; y tan rápido fue<br />

su crecimiento, que no tardó en extenderse hasta todos los dominios d<strong>el</strong> papado. En una dieta o<br />

concilio general efectuado en Espira en 1529, los representantes y otros d<strong>el</strong>egados de ciertos<br />

principados alemanes redactaron protestas formales contra <strong>el</strong> despotismo de la iglesia papal; y por tal<br />

motivo los reformadores han sido tildados de protestantes desde entonces. Juan, Elector de Sajonia,<br />

propuso una iglesia independiente, y a instancias de él, Lutero y su amigo, M<strong>el</strong>anchton, prepararon<br />

una constitución para la misma. Los protestantes discordaron entre sí. Faltándoles la autoridad divina<br />

para orientarlos en asuntos de <strong>org</strong>anización y doctrina eclesiásticas, siguieron las diversas maneras de<br />

los hombres, y se hallaron divididos por dentro y acosados por fuera. Confrontada por estos resu<strong>el</strong>tos<br />

oponentes, la iglesia romana no vaciló en emplear cru<strong>el</strong>dades extremadas. El tribunal de la<br />

Inquisición, establecido en la última parte d<strong>el</strong> siglo quince con <strong>el</strong> infamemente sacrilego nombre de<br />

"El Santo Oficio", se embriagó con la lujuria de bárbaras cru<strong>el</strong>dades en <strong>el</strong> siglo de la Reforma e<br />

infligió tormentos indescriptibles a las personas secretamente acusadas de herejía.<br />

En las primeras etapas de la Reforma instigada por Lutero, <strong>el</strong> rey de Inglaterra, Enrique VIII,<br />

declaró su fid<strong>el</strong>idad al papa, por lo que recibió de éste <strong>el</strong> distintivo título de "Defensor de la Fe".<br />

Pocos años después la iglesia romana excomulgó a este mismo soberano británico por su impaciente<br />

menosprecio de la autoridad d<strong>el</strong> papa en <strong>el</strong> asunto de su deseo de divorciarse de la reina Catalina para<br />

poder contraer matrimonio con una de sus donc<strong>el</strong>las. En 1534 <strong>el</strong> Parlamento británico aprobó <strong>el</strong> Acto<br />

de Supremacía, por medio d<strong>el</strong> cual la nación repudió toda lealtad a la autoridad papal. Con este<br />

decreto <strong>el</strong> Rey quedó constituido en jefe supremo de la iglesia dentro de sus propios dominios. Así fue<br />

como en consecuencia directa de los libertinos amores de un rey perverso e infame, nació la iglesia<br />

anglicana. Con blasfema indiferencia hacia la falta de comisión divina, sin una sombra siquiera de<br />

sucesión sacerdotal, un soberano adúltero estableció una iglesia, le proporcionó un "sacerdocio" de su<br />

propia hechura y se proclamó administrador supremo en lo concerniente a todo asunto espiritual.<br />

El estudiante de historia está familiarizado con <strong>el</strong> conflicto entre <strong>el</strong> catolicismo y <strong>el</strong> protestantismo<br />

en la Gran Bretaña. Basta decir aquí que <strong>el</strong> odio mutuo de las dos sectas contendientes, <strong>el</strong> c<strong>el</strong>o de sus<br />

adherentes respectivos y su amor supuesto de Dios y devoción al servicio de <strong>Cristo</strong>, se manifestaban<br />

principalmente por medio de la espada, <strong>el</strong> hacha y la estaca. Enloquecidos porque habían logrado por<br />

lo menos una emancipación parcial de la tiranía de la superchería sacerdotal, los hombres y las<br />

naciones corrompieron su recién adquirida libertad de pensamiento, palabras y hechos con un torrente<br />

de repugnantes excesos. La falsamente llamada Edad de la Razón y las abominaciones ateas que<br />

resultaron de la revolución francesa proporcionan testimonio irrefutable de lo que <strong>el</strong> hombre puede<br />

llegar a ser cuando se vanagloria de despreciar a Dios.<br />

¿Es de extrañarse, pues, que desde <strong>el</strong> siglo dieciséis en ad<strong>el</strong>ante, las iglesias fabricadas por los<br />

hombres se hayan multiplicado con rapidez fantástica? El número de iglesias y <strong>org</strong>anizaciones<br />

eclesiásticas que fundan sus credos en <strong>el</strong> cristianismo ha llegado a los miles. Por todos lados se oye<br />

hoy día: "He aquí a <strong>Cristo</strong>", o "h<strong>el</strong>o allí." Existen sectas que han tomado su nombre de las<br />

circunstancias de su origen, como la iglesia de Inglaterra o anglicana; otras llevan <strong>el</strong> nombre de sus<br />

grandes fundadores o promulgadores, como la luterana, calvinista, wesleyana; algunas son conocidas<br />

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