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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 40<br />

LA PROLONGADA NOCHE DE APOSTASIA<br />

T AL parece que por más de mil setecientos años sobre <strong>el</strong> hemisferio oriental, y más de catorce<br />

siglos en <strong>el</strong> occidental, hubo silencio entre los ci<strong>el</strong>os y la tierra." Carecemos de todo r<strong>el</strong>ato auténtico<br />

de alguna rev<strong>el</strong>ación directa de Dios al hombre durante este largo intervalo. Como ya se ha indicado,<br />

<strong>el</strong> período d<strong>el</strong> ministerio apostólico sobre <strong>el</strong> continente oriental probablemente concluyó antes de<br />

comenzar <strong>el</strong> segundo siglo de la era cristiana. A raíz de la muerte de los apóstoles comenzó <strong>el</strong> rápido<br />

desarrollo de una apostasía universal que se había previsto y predicho.<br />

Fue una combinación de causas exteriores e interiores lo que llevó a efecto esta grande apostasía.<br />

La más eficaz de estas fuerzas externas desintegrantes fue la tenaz persecución, consiguiente a la<br />

oposición de los judíos así como de los paganos, que acosó a los miembros de la Iglesia. Grandes<br />

números de los que profesaban ser miembros, y muchos de los que habían ocupado puestos oficiales,<br />

desertaron la Iglesia, mientras que otros, bajo <strong>el</strong> azote de la persecución, se sintieron estimulados a<br />

obrar con mayor c<strong>el</strong>o. El resultado general de la oposición externa, es decir, de las causas exteriores de<br />

la decadencia de la fe y obras, consideradas en conjunto, se manifestó en la defección de los<br />

miembros, con lo cual se motivó una extensa apostasía de la Iglesia. Pero inmensurablemente más<br />

serio fue <strong>el</strong> resultado de la disensión, cisma y divisiones internas que produjeron una completa<br />

apostasía en la Iglesia, respecto d<strong>el</strong> camino y la palabra de Dios.<br />

El judaismo fue <strong>el</strong> primer opresor d<strong>el</strong> cristianismo, y llegó a ser <strong>el</strong> instigador e incitador de las<br />

atrocidades adicionales consiguientes a la persecución pagana. Durante <strong>el</strong> reinado de Nerón<br />

(comenzando como en <strong>el</strong> año 64 de nuestra era) se generalizó la hostilidad manifiesta y vigorosa de<br />

las potencias romanas contra la Iglesia Cristiana, aversión, que salvo por treguas ocasionales que<br />

duraban meses y aun años, continuó hasta cerca d<strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> reinado de Diocleciano (como en <strong>el</strong> año<br />

305). La inhumana cru<strong>el</strong>dad y salvaje barbarismo que se imponían a cuantos osaban profesar <strong>el</strong><br />

nombre de <strong>Cristo</strong> durante estos siglos de dominio pagano son hechos aceptados de la historia.<br />

Cuando Constantino <strong>el</strong> Grande ascendió al trono en la primera parte d<strong>el</strong> cuarto siglo, se inauguró<br />

un cambio radical en la actitud d<strong>el</strong> estado respecto de la iglesia. No tardó <strong>el</strong> emperador en convertir <strong>el</strong><br />

así llamado cristianismo de su época en la r<strong>el</strong>igión de sus dominios, y la devoción c<strong>el</strong>osa a la iglesia<br />

llegó a ser la manera más segura de granjearse <strong>el</strong> favor imperial. Para entonces la iglesia era ya<br />

principalmente una institución apóstata, y aun <strong>el</strong> más <strong>el</strong>emental bosquejo de su <strong>org</strong>anización y<br />

servicios difícilmente se parecía a la Iglesia de Jesucristo, fundada por <strong>el</strong> Salvador y edificada por<br />

conducto de los apóstoles. Los vestigios de cristianismo genuino, que antes pudieron haber<br />

sobrevivido en la Iglesia, ahora quedaron ocultos de los ojos de los hombres por causa de los abusos<br />

que resultaron de la <strong>el</strong>evación de la <strong>org</strong>anización eclesiástica a una posición de eminencia secular tras<br />

<strong>el</strong> decreto de Constantino. El emperador, a pesar de no estar bautizado, se hizo nombrar cabeza de la<br />

iglesia, y los puestos sacerdotales llegaron a gozar de mayor preferencia que los grados militares o<br />

nombramientos d<strong>el</strong> estado. El espíritu de apostasía que había impregnado la iglesia antes que<br />

Constantino la rodeara con <strong>el</strong> manto protector imperial y la ensalzara con la insignia d<strong>el</strong> estado, ahora<br />

despertó con actividad intensificada, y la levadura de la propia hechura de Satanás se diseminó en las<br />

condiciones más favorables para su fungoso desarrollo.<br />

El obispo de Roma ya había establecido su preeminencia sobre sus compañeros en <strong>el</strong> episcopado;<br />

pero cuando <strong>el</strong> emperador convirtió a Bizancio en su capital y le dio en su honor, <strong>el</strong> nombre de<br />

Constantinopla, <strong>el</strong> obispo de esta ciudad pretendió la misma categoría que <strong>el</strong> pontífice romano. Se<br />

impugnó la pretensión; la disensión resultante dividió la Iglesia, y <strong>el</strong> cisma ha persistido hasta <strong>el</strong> día<br />

de hoy, como lo manifiesta la distinción existente entre las iglesias católicas romana y griega.<br />

El pontífice romano asumió la autoridad secular así como la espiritual, y en <strong>el</strong> siglo once se arrogó<br />

a sí mismo <strong>el</strong> título de Papa que significa Padre, en calidad de gobernante paternal en todas las cosas.<br />

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