Jesus el Cristo - Cumorah.org

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03.05.2015 Views

actualidad hay iglesias cuya designación proviene de algún hombre; q pero siendo la Iglesia establecida por Jesucristo, propiamente no podría llevar otro nombre más que el suyo. Jesús entonces reiteró a los Doce nefitas muchos de los principios cardinales que previamente les había declarado a ellos y al pueblo en general; y mandó que se escribiesen sus palabras, salvo ciertas comunicaciones exaltadas que les prohibió escribir. Les fue mostrada la importancia de preservar como tesoros preciosos las nuevas Escrituras que les había comunicado, y se les aseguró que en el cielo se llevaba cuenta de todas las cosas hechas bajo orientación divina. Se dijo a los Doce que ellos serían los jueces de su pueblo, y por tal motivo se les instó a la diligencia y la santidad/ El Señor quedó complacido con la fe y diligente obediencia de los nefitas entre quienes había ejercido su ministerio, y dijo a los doce testigos especiales: "He aquí, mi gozo es grande, aun hasta la plenitud, por causa de vosotros, y también esta generación; sí, y aun el Padre se regocija, y también todos los santos ángeles, por causa de vosotros y de esta generación; porque ninguno de éstos se perderá. He aquí, quisiera que entendieseis, porque me refiero a los de esta generación que ahora viven; y ninguno de ellos se perderá; y mi gozo es completo en ellos." Sin embargo, expresó pesar en medio de su gozo por causa de la apostasía en que caerían las generaciones posteriores, y previo que esta terrible condición alcanzaría su punto culminante durante la cuarta generación, contando desde esa época. LOS TRES NEFITAS. Con amorosa compasión el Señor habló a los doce discípulos, uno por uno, preguntando: "¿Qué es lo que deseáis de mí después que me haya ido al Padre?" 1 Todos menos tres expresaron el deseo de poder continuar en el ministerio hasta que llegaran a una edad madura, y entonces en el debido tiempo ser recibidos por el Señor en su reino. Jesús les dio este bendito consuelo: "Cuando tengáis setenta y dos años de edad, vendréis a mí en mi reino; y conmigo hallaréis descanso." Se volvió a los tres que no se habían atrevido a expresar su solicitud, y les dijo: "He aquí, conozco vuestros pensamientos: Habéis deseado lo mismo que de mí deseó Juan, mi amado, quien me acompañó en mi ministerio antes que yo fuese levantado por los judíos; por tanto, más benditos sois vosotros, porque nunca probaréis la muerte; sino que viviréis hasta ver todos los hechos del Padre para con los hijos de los hombres, aun hasta que se cumplan todas las cosas según la voluntad del Padre, cuando yo venga en mi gloria con los poderes del cielo. Y nunca padeceréis los dolores de la muerte; sino que cuando yo venga en mi gloria, seréis cambiados de la mortalidad a la inmortalidad en un abrir y cerrar de ojos; y entonces seréis bendecidos en el reino de mi Padre." Se aseguró a los tres bienaventurados que durante el curso de su vida prolongada no padecerían dolores, y que la única tristeza que sentirían sería la aflicción por causa de los pecados del mundo. Por su deseo de continuar la obra de llevar almas a Cristo mientras el mundo permaneciera, les fue prometida una plenitud de gozo, semejante a la que el Señor mismo había alcanzado. Jesús tocó a cada uno de los nueve que habrían de vivir y morir en el Señor, pero no a los tres que habrían de permanecer hasta que El viniera en su gloria. "Y entonces se fue." Se efectuó un cambio en los cuerpos de estos Tres Nefitas, de modo que aun cuando permanecieron en la carne, ya no estuvieron sujetos a los cambios usuales de las vicisitudes físicas. "Se abrieron los cielos, y éstos fueron arrebatados al cielo, y oyeron y vieron cosas inefables. Y no les fue permitido que hablasen; ni tampoco les fue dado el poder para declarar las cosas que vieron y oyeron." No obstante que vivieron y trabajaron como hombres entre sus semejantes, predicando, bautizando y confiriendo el Espíritu Santo a todos los que prestaban atención a sus palabras, los enemigos de la verdad no pudieron dañarlos. Poco más de ciento setenta años después de la última visita del Señor, se desató una enconada persecución contra los tres. Por motivo de su celo en el ministerio eran arrojados en cárceles, pero "las prisiones no podían contenerlos, porque se partían por la mitad". Fueron encerrados en calabozos subterráneos, "pero hirieron la tierra con la palabra de Dios, de tal modo que por su poder se libraban de las profundidades de la tierra; y por tanto, no podían cavar 382

fosos de hondura suficiente para contenerlos". Tres veces fueron lanzados en hornos de fuego ardiendo, pero no recibieron ningún daño; y dos veces los arrojaron en cuevas de animales feroces, "y he aquí, jugaron con las fieras como un niño juega con el cordero de leche, sin recibir ningún daño". Mormón asevera que, respondiendo a sus oraciones, el Señor le hizo saber que el cambio efectuado en el cuerpo de los Tres tuvo por objeto privar a Satanás de todo poder en ellos, y que "fueron santificados en la carne, a fin de que fuesen santos, y no los pudiesen contener los poderes de la tierra. Y en este estado habrían de quedar hasta el día del juicio de Cristo; y en ese día sufrirán un cambio mayor, y serán recibidos en el reino del Padre para nunca más salir, sino morar con Dios eternamente en los cielos". Los Tres Nefitas ejercieron su ministerio en forma visible entre sus semejantes por casi trescientos años, y posiblemente más; pero al aumentar la maldad del pueblo, se retiraron estos tres ministros especiales, y de allí en adelante sólo se manifestaban a los pocos justos que permanecían. Mientras Moroni, que fue el último profeta de los nefitas, completaba la historia de Mormón, su padre, añadió a ella asuntos de su propio conocimiento, y escribió concerniente a estos tres discípulos del Señor, diciendo que permanecieron "hasta que las iniquidades de la gente aumentaron tanto, que el Señor no les permitió estar más entre el pueblo; y nadie sabe si están o no sobre la faz de la tierra. Mas he aquí, mi padre y yo los hemos visto, y ellos nos han atendido". Su ministerio habría de extenderse hasta los judíos y gentiles, entre quienes obran sin que se sepa su origen antiguo, y son enviados a las tribus esparcidas de Israel y a todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos, de entre los cuales han traído y están trayendo muchas almas a Cristo, "a fin de que se cumplan sus deseos, y también por causa del poder convincente de Dios que hay en ellos". APOSTASÍA DE LA NACIÓN NEFITA TRAS EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA. La Iglesia de Jesucristo se desarrolló rápidamente en el país de Nefi y trajo a sus fieles miembros bendiciones sin precedente. Aun la animosidad hereditaria entre nefitas y lamanitas quedó olvidada, y todos vivieron en paz y prosperidad. Fue tan grande la unidad en la Iglesia, que sus miembros "tenían en común todas las cosas; por tanto, no había ricos ni pobres, esclavos ni libres, sino que todos tenían su libertad y participaban del don celestial". Populosas ciudades reemplazaron la desolación y la ruina que sobrevinieron al tiempo de la crucifixión del Señor. El país fue bendecido y el pueblo se gozaba en la justicia. "Y ocurrió que no había contenciones en el país, a causa del amor de Dios que moraba en el corazón del pueblo. Y no había envidias, ni contiendas, ni tumultos, ni fornicaciones, ni mentiras, ni asesinatos, ni lascivias de ninguna clase; y ciertamente no podía haber pueblo más dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios." b Nueve de los doce testigos especiales escogidos por el Señor pasaron a su descanso al llegar su tiempo señalado, y otros fueron ordenados en su lugar. Esta condición de bendita prosperidad y de tener los bienes en común continuó por un período de ciento sesenta y siete años; pero poco después ocurrió un cambio angustioso en extremo. El orgullo desalojó a la humildad, y la ostentación de ropas lujosas reemplazó la sencillez de días más felices; la rivalidad dio lugar a las contiendas, y de allí en adelante "dejaron de tener sus bienes y posesiones en común. Y empezaron a dividirse en clases, y a edificarse iglesias con objeto de hacerse ricos; y comenzaron a negar la verdadera Iglesia de Cristo". Se multiplicaron las iglesias establecidas por los hombres, y la persecución, hermana de la intolerancia, se hizo general. Los lamanitas pieles rojas volvieron a sus costumbres degeneradas y nació en ellos una hostilidad asesina contra sus hermanos blancos; y en ambas naciones se generalizó todo género de prácticas corruptas. Por muchos años los nefitas retrocedieron ante sus tenaces enemigos, dirigiéndose hacia el nordeste a través de lo que actualmente es el país de los Estados Unidos. Unos cuatrocientos años después de Cristo se libró la última gran batalla cerca del Cerro de Cumora, y fue aniquilada la nación nefita. e Los lamanitas o indios americanos, resto degenerado de la posteridad de Lehi, han continuado hasta el día de hoy. Moroni, último de los profetas nefitas, escondió la historia de su pueblo en el Cerro de Cumora, de donde ha salido por medio de interposición divina en la dispensación actual. Esta historia, traducida por el don y el poder de Dios, y publicada para la edificación de todas las naciones, hoy está 383

fosos de hondura suficiente para contenerlos". Tres veces fueron lanzados en hornos de fuego<br />

ardiendo, pero no recibieron ningún daño; y dos veces los arrojaron en cuevas de animales feroces, "y<br />

he aquí, jugaron con las fieras como un niño juega con <strong>el</strong> cordero de leche, sin recibir ningún daño".<br />

Mormón asevera que, respondiendo a sus oraciones, <strong>el</strong> Señor le hizo saber que <strong>el</strong> cambio<br />

efectuado en <strong>el</strong> cuerpo de los Tres tuvo por objeto privar a Satanás de todo poder en <strong>el</strong>los, y que<br />

"fueron santificados en la carne, a fin de que fuesen santos, y no los pudiesen contener los poderes de<br />

la tierra. Y en este estado habrían de quedar hasta <strong>el</strong> día d<strong>el</strong> juicio de <strong>Cristo</strong>; y en ese día sufrirán un<br />

cambio mayor, y serán recibidos en <strong>el</strong> reino d<strong>el</strong> Padre para nunca más salir, sino morar con Dios<br />

eternamente en los ci<strong>el</strong>os". Los Tres Nefitas ejercieron su ministerio en forma visible entre sus<br />

semejantes por casi trescientos años, y posiblemente más; pero al aumentar la maldad d<strong>el</strong> pueblo, se<br />

retiraron estos tres ministros especiales, y de allí en ad<strong>el</strong>ante sólo se manifestaban a los pocos justos<br />

que permanecían. Mientras Moroni, que fue <strong>el</strong> último profeta de los nefitas, completaba la historia de<br />

Mormón, su padre, añadió a <strong>el</strong>la asuntos de su propio conocimiento, y escribió concerniente a estos<br />

tres discípulos d<strong>el</strong> Señor, diciendo que permanecieron "hasta que las iniquidades de la gente<br />

aumentaron tanto, que <strong>el</strong> Señor no les permitió estar más entre <strong>el</strong> pueblo; y nadie sabe si están o no<br />

sobre la faz de la tierra. Mas he aquí, mi padre y yo los hemos visto, y <strong>el</strong>los nos han atendido". Su<br />

ministerio habría de extenderse hasta los judíos y gentiles, entre quienes obran sin que se sepa su<br />

origen antiguo, y son enviados a las tribus esparcidas de Isra<strong>el</strong> y a todas las naciones, tribus, lenguas y<br />

pueblos, de entre los cuales han traído y están trayendo muchas almas a <strong>Cristo</strong>, "a fin de que se<br />

cumplan sus deseos, y también por causa d<strong>el</strong> poder convincente de Dios que hay en <strong>el</strong>los".<br />

APOSTASÍA DE LA NACIÓN NEFITA TRAS EL CRECIMIENTO DE LA IGLESIA.<br />

La Iglesia de Jesucristo se desarrolló rápidamente en <strong>el</strong> país de Nefi y trajo a sus fi<strong>el</strong>es miembros<br />

bendiciones sin precedente. Aun la animosidad hereditaria entre nefitas y lamanitas quedó olvidada, y<br />

todos vivieron en paz y prosperidad. Fue tan grande la unidad en la Iglesia, que sus miembros "tenían<br />

en común todas las cosas; por tanto, no había ricos ni pobres, esclavos ni libres, sino que todos tenían<br />

su libertad y participaban d<strong>el</strong> don c<strong>el</strong>estial". Populosas ciudades reemplazaron la desolación y la ruina<br />

que sobrevinieron al tiempo de la crucifixión d<strong>el</strong> Señor. El país fue bendecido y <strong>el</strong> pueblo se gozaba<br />

en la justicia. "Y ocurrió que no había contenciones en <strong>el</strong> país, a causa d<strong>el</strong> amor de Dios que moraba<br />

en <strong>el</strong> corazón d<strong>el</strong> pueblo. Y no había envidias, ni contiendas, ni tumultos, ni fornicaciones, ni<br />

mentiras, ni asesinatos, ni lascivias de ninguna clase; y ciertamente no podía haber pueblo más<br />

dichoso entre todos los que habían sido creados por la mano de Dios." b Nueve de los doce testigos<br />

especiales escogidos por <strong>el</strong> Señor pasaron a su descanso al llegar su tiempo señalado, y otros fueron<br />

ordenados en su lugar. Esta condición de bendita prosperidad y de tener los bienes en común continuó<br />

por un período de ciento sesenta y siete años; pero poco después ocurrió un cambio angustioso en<br />

extremo. El <strong>org</strong>ullo desalojó a la humildad, y la ostentación de ropas lujosas reemplazó la sencillez de<br />

días más f<strong>el</strong>ices; la rivalidad dio lugar a las contiendas, y de allí en ad<strong>el</strong>ante "dejaron de tener sus<br />

bienes y posesiones en común. Y empezaron a dividirse en clases, y a edificarse iglesias con objeto de<br />

hacerse ricos; y comenzaron a negar la verdadera Iglesia de <strong>Cristo</strong>". Se multiplicaron las iglesias<br />

establecidas por los hombres, y la persecución, hermana de la intolerancia, se hizo general. Los<br />

lamanitas pi<strong>el</strong>es rojas volvieron a sus costumbres degeneradas y nació en <strong>el</strong>los una hostilidad asesina<br />

contra sus hermanos blancos; y en ambas naciones se generalizó todo género de prácticas corruptas.<br />

Por muchos años los nefitas retrocedieron ante sus tenaces enemigos, dirigiéndose hacia <strong>el</strong> nordeste a<br />

través de lo que actualmente es <strong>el</strong> país de los Estados Unidos. Unos cuatrocientos años después de<br />

<strong>Cristo</strong> se libró la última gran batalla cerca d<strong>el</strong> Cerro de Cumora, y fue aniquilada la nación nefita. e Los<br />

lamanitas o indios americanos, resto degenerado de la posteridad de Lehi, han continuado hasta <strong>el</strong> día<br />

de hoy. Moroni, último de los profetas nefitas, escondió la historia de su pueblo en <strong>el</strong> Cerro de<br />

Cumora, de donde ha salido por medio de interposición divina en la dispensación actual. Esta historia,<br />

traducida por <strong>el</strong> don y <strong>el</strong> poder de Dios, y publicada para la edificación de todas las naciones, hoy está<br />

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