Jesus el Cristo - Cumorah.org

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la ley, y también un riguroso fariseo. No hay ninguna indicación de que haya conocido o visto a Jesús durante la vida del Señor en la carne, y su intervención en el movimiento cristiano parece haber nacido de sus disputas con Esteban. Para determinar lo que habría de juzgar como verdadero o falso, el joven entusiasta se dejaba llevar demasiado por su razonamiento y muy poco por su corazón. Su erudición, que debía haberle sido su sierva, era más bien su ama. Fue uno de los principales directores de la cruel persecución de los primeros conversos del cristianismo; sin embargo, nadie puede impugnar su creencia de que estaba sirviendo a Jehová por medio de estas actividades (compárese con Juan 16:2). Su extraordinaria energía y espléndida habilidad se hallaban mal orientadas; y en cuanto se enteró del error de su camino volvió en sí, sin considerar riesgos, sacrificios, ni la certeza de la persecución y probable martirio. Su arrepentimiento fue tan genuino como lo había sido su celo perseguidor. Durante su ministerio sintió el tormento de su pasado (Hech. 22:4, 19, 20; 1 Cor. 15:19; 2 Cor. 12:7; Gal. 1:13); y sin embargo, sentía un poco de consuelo con el conocimiento de que había obrado de buena fe (Hech. 26:9-11). Le fue difícil "dar coces contra el aguijón" de la tradición, preparación y educación, pero no caviló. Fue designado para ser "instrumento escogido" en la obra del Señor (Hech. 9:15), e inmediatamente obedeció la voluntad del Maestro. Los errores que Saulo de Tarso cometió con el celo de la juventud, Pablo el apóstol procuró expiar con todo lo que tenía: su tiempo, talento y vida. Fue preeminentemente el apóstol del Señor a los gentiles, y esta invitación a que entraran por la puerta otros que no eran judíos fue el motivo de la contención principal entre él y Esteban. De acuerdo con el divino y trascendental propósito, Pablo fue llamado a efectuar la obra que había combatido cuando participó en el martirio de Esteban. En cuanto el Señor lo mandó, Pablo estuvo listo para predicar a Cristo a los gentiles; y sólo por un milagro pudo ser vencida la exclusividad judía de Pedro y de la Iglesia en general. (Hech. 10; 11:1-18) 6. El rápido crecimiento de la Iglesia Primitiva.—Los escritos de Eusebio datan desde la primera parte del siglo cuarto. Refiriéndose a la primera década después de la ascensión del Salvador, dice lo siguiente: "Así pues, bajo una influencia y cooperación celestiales, la doctrina del Salvador, a semejanza de los rayos del sol, rápidamente cubrió todo el mundo. En breve tiempo, y de acuerdo con las profecías divinas, la voz de sus inspirados evangelistas y apóstoles se extendió por toda la tierra, y sus palabras llegaron hasta los extremos del mundo. En toda ciudad y aldea, como granero rehenchido, rápidamente empezó a haber abundancia de iglesias, y éstas se llenaron con miembros de todos los países. Aquellos que, como consecuencia de las decepciones que habían heredado de sus antepasados, habían estado encadenados por la antigua enfermedad de la superstición idólatra, ahora quedaron libres por el poder de Cristo, mediante las enseñanzas y milagros de sus mensajeros."—Ecclesiastical History, por Eusebio, libro 1 capítulo 3 7. Patmos.—Nombre dado a un isla pequeña en la región icaria del mar Egeo. El doctor John R. Sterret la describe de esta manera en el Standard Bible Dictionary: "Isla volcánica del grupo Esperadas, en la actualidad casi despoblada de árboles. La caracteriza una playa cóncava y tiene un buen fondeadero. Los romanos la convirtieron en lugar de destierro para los criminales de baja categoría. En el año 94 el emperador Domiciano desterró allí a Juan, autor del 'Apocalipsis'. Según la tradición, permaneció en ese sitio bajo pena de trabajos forzados durante dieciocho meses." 374

CAPITULO 39 MINISTERIO DEL CRISTO RESUCITADO EN EL HEMISFERIO OCCIDENTAL N UESTRO estudio del ministerio apostólico, a raíz de la ascensión del Señor sobre el Monte de los Olivos, nos ha desviado del orden cronológico de las varias manifestaciones personales del Salvador resucitado a los hombres, porque poco después de su última despedida de los apóstoles en Judea, visitó a sus "otras ovejas", no del redil oriental, cuya existencia había declarado en su impresionante sermón relacionado con el Buen Pastor y sus rebaños. Las "otras ovejas" que habrían de escuchar la voz del Pastor, y finalmente formar parte del redil unido, eran los descendientes de Lehi, el cual, acompañado de su familia y algunos otros, salió de Jerusalén 600 años antes de Cristo y atravesó los grandes mares hasta llegar a lo que hoy conocemos como el hemisferio americano, sobre el cual sus descendientes llegaron a ser un pueblo fuerte pero dividido. LA MUERTE DEL SEÑOR ES ANUNCIADA POR GRANDES CALAMIDADES EN EL HEMISFERIO AMERICANO. Como previamente se dijo en estas páginas, el nacimiento de Jesús en Belén se declaró por revelación divina a la nación nefita sobre el continente occidental; y tan gozoso acontecimiento se vio señalado por la aparición de una nueva estrella, una noche sin obscuridad—de modo que dos días y la noche intermedia fueron como un solo día—y otros acontecimientos maravillosos, todos los cuales los profetas del mundo occidental habían anunciado. Samuel el Lamanita, que por medio de su fidelidad y buenas obras llegó a ser un profeta poderoso en palabras y hechos, debidamente escogido y comisionado de Dios, había proclamado, además de sus predicciones de los gloriosos acontecimientos que indicarían el nacimiento de Cristo, otras profecías y señales de tinieblas, terror y destrucción, por medio de las cuales se daría a conocer la muerte del Salvador sobre la cruz. d Todas las palabras proféticas respecto de los fenómenos consiguientes al nacimiento del Señor se habían cumplido, y a causa de ello muchos fueron persuadidos a creer en Cristo como el Redentor prometido; pero como suele suceder con aquellos cuya creencia se basa en los milagros, gran parte del pueblo nefita "empezó a olvidarse de aquellas señales y prodigios que había presenciado, y a asombrarse cada vez menos de las señales o prodigios del cielo, de tal modo que comenzaron a endurecer sus corazones, a cegar sus almas y a dudar de todo lo que habían visto y oído". Habían pasado y corrido su curso treinta y tres años, desde aquella noche iluminada y demás señales del advenimiento del Mesías. Entonces, el cuarto día del primer mes, o según nuestro calendario, durante la primera semana de abril del año treinta y cuatro, se desató una grande y terrible tempestad, con truenos, relámpagos y elevaciones y depresiones de la superficie de la tierra, de modo que se rompieron las calzadas, se hendieron las montañas y muchas ciudades fueron completamente destruidas por los terremotos, fuego y las irrupciones del mar. Durante tres horas continuó el holocausto inigualado; y entonces descendió una densa obscuridad, en la cual no fue posible encender ninguna lumbre; y estas tinieblas espantosas fueron semejantes a la obscuridad de Egipto' porque se podían palpar sus espesos vapores. Esta condición duró hasta el tercer día, de modo que una noche, un día y otra noche fueron como una noche sin interrupción; y el terror de la impenetrable obscuridad aumentó con los lamentos de la gente, cuyos agudos gritos angustiosos eran los mismos en todas partes: "¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido antes de este grande y terrible díal" Entonces penetró las tinieblas una Voz h que hizo callar el espantoso coro de lamentación humana. Por toda la tierra resonó, diciendo: "¡Ay, ay, ay de este pueblo!" La Voz proclamó otros ayes sobre el pueblo, a menos que se arrepintiera. Les había sobrevenido aquella devastación por motivo de su 375

CAPITULO 39<br />

MINISTERIO DEL CRISTO RESUCITADO EN EL<br />

HEMISFERIO OCCIDENTAL<br />

N UESTRO estudio d<strong>el</strong> ministerio apostólico, a raíz de la ascensión d<strong>el</strong> Señor sobre <strong>el</strong> Monte de<br />

los Olivos, nos ha desviado d<strong>el</strong> orden cronológico de las varias manifestaciones personales d<strong>el</strong><br />

Salvador resucitado a los hombres, porque poco después de su última despedida de los apóstoles en<br />

Judea, visitó a sus "otras ovejas", no d<strong>el</strong> redil oriental, cuya existencia había declarado en su<br />

impresionante sermón r<strong>el</strong>acionado con <strong>el</strong> Buen Pastor y sus rebaños. Las "otras ovejas" que habrían de<br />

escuchar la voz d<strong>el</strong> Pastor, y finalmente formar parte d<strong>el</strong> redil unido, eran los descendientes de Lehi, <strong>el</strong><br />

cual, acompañado de su familia y algunos otros, salió de Jerusalén 600 años antes de <strong>Cristo</strong> y atravesó<br />

los grandes mares hasta llegar a lo que hoy conocemos como <strong>el</strong> hemisferio americano, sobre <strong>el</strong> cual<br />

sus descendientes llegaron a ser un pueblo fuerte pero dividido.<br />

LA MUERTE DEL SEÑOR ES ANUNCIADA POR GRANDES<br />

CALAMIDADES EN EL HEMISFERIO AMERICANO.<br />

Como previamente se dijo en estas páginas, <strong>el</strong> nacimiento de Jesús en B<strong>el</strong>én se declaró por<br />

rev<strong>el</strong>ación divina a la nación nefita sobre <strong>el</strong> continente occidental; y tan gozoso acontecimiento se vio<br />

señalado por la aparición de una nueva estr<strong>el</strong>la, una noche sin obscuridad—de modo que dos días y la<br />

noche intermedia fueron como un solo día—y otros acontecimientos maravillosos, todos los cuales los<br />

profetas d<strong>el</strong> mundo occidental habían anunciado. Samu<strong>el</strong> <strong>el</strong> Lamanita, que por medio de su fid<strong>el</strong>idad y<br />

buenas obras llegó a ser un profeta poderoso en palabras y hechos, debidamente escogido y<br />

comisionado de Dios, había proclamado, además de sus predicciones de los gloriosos acontecimientos<br />

que indicarían <strong>el</strong> nacimiento de <strong>Cristo</strong>, otras profecías y señales de tinieblas, terror y destrucción, por<br />

medio de las cuales se daría a conocer la muerte d<strong>el</strong> Salvador sobre la cruz. d Todas las palabras<br />

proféticas respecto de los fenómenos consiguientes al nacimiento d<strong>el</strong> Señor se habían cumplido, y a<br />

causa de <strong>el</strong>lo muchos fueron persuadidos a creer en <strong>Cristo</strong> como <strong>el</strong> Redentor prometido; pero como<br />

su<strong>el</strong>e suceder con aqu<strong>el</strong>los cuya creencia se basa en los milagros, gran parte d<strong>el</strong> pueblo nefita "empezó<br />

a olvidarse de aqu<strong>el</strong>las señales y prodigios que había presenciado, y a asombrarse cada vez menos de<br />

las señales o prodigios d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, de tal modo que comenzaron a endurecer sus corazones, a cegar sus<br />

almas y a dudar de todo lo que habían visto y oído".<br />

Habían pasado y corrido su curso treinta y tres años, desde aqu<strong>el</strong>la noche iluminada y demás<br />

señales d<strong>el</strong> advenimiento d<strong>el</strong> Mesías. Entonces, <strong>el</strong> cuarto día d<strong>el</strong> primer mes, o según nuestro<br />

calendario, durante la primera semana de abril d<strong>el</strong> año treinta y cuatro, se desató una grande y terrible<br />

tempestad, con truenos, r<strong>el</strong>ámpagos y <strong>el</strong>evaciones y depresiones de la superficie de la tierra, de modo<br />

que se rompieron las calzadas, se hendieron las montañas y muchas ciudades fueron completamente<br />

destruidas por los terremotos, fuego y las irrupciones d<strong>el</strong> mar. Durante tres horas continuó <strong>el</strong><br />

holocausto inigualado; y entonces descendió una densa obscuridad, en la cual no fue posible encender<br />

ninguna lumbre; y estas tinieblas espantosas fueron semejantes a la obscuridad de Egipto' porque se<br />

podían palpar sus espesos vapores. Esta condición duró hasta <strong>el</strong> tercer día, de modo que una noche, un<br />

día y otra noche fueron como una noche sin interrupción; y <strong>el</strong> terror de la impenetrable obscuridad<br />

aumentó con los lamentos de la gente, cuyos agudos gritos angustiosos eran los mismos en todas<br />

partes: "¡Oh, si nos hubiésemos arrepentido antes de este grande y terrible díal"<br />

Entonces penetró las tinieblas una Voz h que hizo callar <strong>el</strong> espantoso coro de lamentación humana.<br />

Por toda la tierra resonó, diciendo: "¡Ay, ay, ay de este pueblo!" La Voz proclamó otros ayes sobre <strong>el</strong><br />

pueblo, a menos que se arrepintiera. Les había sobrevenido aqu<strong>el</strong>la devastación por motivo de su<br />

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