Jesus el Cristo - Cumorah.org
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una visión o por otros medios, a raíz de su ascensión. Los principales sacerdotes dieron grandes voces y se taparon los oídos para no oir aquellas palabras que optaron por juzgar de blasfemas. Arremetiendo unánimes contra el prisionero, lo sacaron fuera de los muros de la ciudad y lo apedrearon. Fiel a su Maestro, Esteban oró: "Señor Jesús, recibe mi espíritu"; y entonces cayendo ante la lluvia de piedras, clamó en voz alta: "Señor, no les tomes en cuenta este pecado." Y habiendo dicho esto, entregó el espíritu. Así murió el primer mártir por el testimonio del Cristo resucitado. Fue asesinado por una turba compuesta de los principales sacerdotes, escribas y ancianos del pueblo. ¿Qué les importaba que no se hubiera pronunciado ninguna sentencia sobre él, o desafiar indiferentemente la ley romana? Unos hombres piadosos llevaron el cuerpo quebrantado para sepultarlo, y todos los discípulos lamentaron en gran manera. Aumentó la persecución, y los miembros de la Iglesia fueron esparcidos por muchas tierras, en donde predicaron el evangelio y convirtieron a muchos al Señor. La sangre de Esteban el mártir probó ser la rica y fructífera semilla de la cual brotó una gran cosecha de almas. CRISTO SE MANIFIESTA A SAULO DE TARSO, MÁS TARDE CONOCIDO COMO PABLO EL APÓSTOL. Formaban parte de los disputantes—que al ser vencidos en la discusión, conspiraron contra Esteban y ocasionaron su muerte—unos judíos de Cilicia. 0 Con ellos asociaba un joven llamado Saulo, natural de la ciudad cilicia de Tarso. Era un hábil erudito, potente polemista, ferviente defensor de lo que él consideraba justo, y vigoroso perseguidor de lo que para él era error. Aunque había nacido en Tarso, fue llevado a Jerusalén en su juventud, y allí se crió y llegó a ser un fariseo rígido y partidario agresivo del judaismo. Había estudiado la ley bajo la tutela de Gamaliel, uno de los maestros más eminentes de la época, d y se había granjeado la confianza del sumo sacerdote. 8 Su padre, o tal vez algún otro progenitor anterior, había adquirido la ciudadanía romana, de modo que Saulo gozó de esa distinción al nacer. Era enemigo implacable de los apóstoles y de la Iglesia, y se hizo cómplice en la muerte de Esteban, consintiendo en ella y cuidando la ropa de los testigos falsos que apedreaban al mártir. Hizo grandes estragos en la Iglesia, entrando en las casas particulares, llevándose a hombres y mujeres, de quienes se sospechaba que creían en Cristo, y entregándolos para que fueran encarcelados/ Esta persecución, en que Saulo figuró tan prominentemente, causó que los discípulos fuesen esparcidos por toda Judea, Samaría y otras tierras, aunque los apóstoles permanecieron y continuaron su ministerio en Jerusalén. g No conforme con esta actividad local en contra de la Iglesia, "Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén". h Al acercarse Saulo y sus compañeros a la ciudad de Damasco, un acontecimiento de sublimidad pavorosa interrumpió su jornada.' Al mediodía repentinamente apareció una luz mucho más brillante que el resplandor del sol; y este deslumbrante fulgor cubrió a todos, de manera que cayeron a tierra heridos de temor. En medio de esta gloria sobrenatural se oyó un sonido que únicamente Pablo pudo reconocer como voz articulada. Oyó y entendió la pregunta reprochadora dirigida a él en lengua hebrea: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" El en su azoramiento preguntó. "¿Quién eres, señor?" La respuesta penetró hasta lo más recóndito del corazón de Saulo: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues"; y con tono de consideración compasiva hacia la situación del perseguidor y la renunciación que le sería exigida, añadió: "Dura cosa te es dar coces contra el aguijón." 3 La enormidad de su hostilidad y enemistad contra el Señor y su pueblo llenó de horror el alma de Saulo, y temblando de contrición, preguntó: "Señor, ¿qué quieres que yo haga?" La respuesta fue: "Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer." La brillantez de la luz celestial había cegado a Saulo, de manera que sus compañeros lo condujeron hasta Damasco; y allí, en casa de Judas, situada en la calle 370
que se llama Derecha, permaneció en tinieblas por el espacio de tres días, durante los cuales ni comió ni bebió cosa alguna. Vivía en esa ciudad un fiel discípulo llamado Ananías, a quien habló el Señor, instruyéndole que visitara a Saulo y lo bendijera, a fin de que pudiese sanar de su ceguedad. Ananías se asombró al oír la comisión, y osó recordar al Señor que Saulo era un notorio perseguidor de los santos, y que se hallaba en Damasco para aprehender y encarcelar a todos los creyentes. Sin embargo, el Señor contestó: "Vé, porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre." Ananías fue a Saulo, y poniendo sus manos sobre el arrepentido doliente, dijo: "Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo." Desapareció el impedimento físico que le obstruía la visión; de los ojos de Saulo cayó una substancia escamosa y recobró la vista. Sin dilación o titubeo fue y se bautizó. Después que hubo comido y recobrado sus fuerzas se comunicó con los discípulos en Damasco, e inmediatamente empezó a predicar en las sinagogas, declarando que Jesús era el Hijo de Dios. Cuando Saulo volvió a Jerusalén los discípulos tenían recelo de su sinceridad, ya que lo habían conocido como uno de sus enconados perseguidores; pero Bernabé, discípulo de confianza, lo llevó a los apóstoles, relató su conversión milagrosa y atestiguó su valiente servicio en la predicación de la palabra de Dios. Se le recibió en la confraternidad, y más tarde fue ordenado bajo las manos de los apóstoles. 1 Con el tiempo su nombre hebreo de Saulo fue reemplazado por el latín, Paulos, o Pablo en nuestra lengua. m En vista de su comisión de llevar el evangelio a los gentiles, el uso de su nombre romano pudo haberle side ventajoso, y con mayor particularidad siendo cuidadano romano, por medio de lo cual podía reclamar los derechos y exenciones consiguientes a su ciudadanía. No forma parte de nuestro propósito actual considerar, ni aun en forma compendiada, las obras del varón que tan perentoria y milagrosamente fue llamado al ministerio; el hecho de las manifestaciones personales que Cristo le concedió es el único tema que estamos considerando en esta ocasión. Mientras se hallaba en Jerusalén, Pablo fue bendecido con una manifestación visual del Señor Jesús, en la cual recibió instrucciones particulares. Su propio testimonio del acontecimiento quedó expresado en estos términos: "Orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Tratando de explicar por qué lo había despreciado el pueblo, Pablo confesó su pasado inicuo, diciendo: "Señor, ellos saben que yo encarcelaba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban." A esto el Señor contestó: "Vé, porque yo te enviaré lejos a los gentiles." 0 En otra ocasión, hallándose preso en una fortaleza romana, el Señor se le apareció de noche, y le dijo: "Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que testifiques también en Roma." p El testimonio personal de Pablo de que había visto al Cristo resucitado es explícito y enfático. Enumerando a los santos de Corinto varias de las apariciones del Señor resucitado, les expresó su propio testimonio en estas palabras: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me apareció a mí. Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios." FIN DEL MINISTERIO APOSTÓLICO—EL APOCALIPSIS DE JUAN. El período del ministerio apostólico continuó hasta cerca del fin del primer siglo de nuestra era, 371
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que se llama Derecha, permaneció en tinieblas por <strong>el</strong> espacio de tres días, durante los cuales ni comió<br />
ni bebió cosa alguna.<br />
Vivía en esa ciudad un fi<strong>el</strong> discípulo llamado Ananías, a quien habló <strong>el</strong> Señor, instruyéndole que<br />
visitara a Saulo y lo bendijera, a fin de que pudiese sanar de su ceguedad. Ananías se asombró al oír la<br />
comisión, y osó recordar al Señor que Saulo era un notorio perseguidor de los santos, y que se hallaba<br />
en Damasco para aprehender y encarc<strong>el</strong>ar a todos los creyentes. Sin embargo, <strong>el</strong> Señor contestó: "Vé,<br />
porque instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de<br />
reyes, y de los hijos de Isra<strong>el</strong>; porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre."<br />
Ananías fue a Saulo, y poniendo sus manos sobre <strong>el</strong> arrepentido doliente, dijo: "Hermano Saulo, <strong>el</strong><br />
Señor Jesús, que se te apareció en <strong>el</strong> camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista<br />
y seas lleno d<strong>el</strong> Espíritu Santo." Desapareció <strong>el</strong> impedimento físico que le obstruía la visión; de los<br />
ojos de Saulo cayó una substancia escamosa y recobró la vista. Sin dilación o titubeo fue y se bautizó.<br />
Después que hubo comido y recobrado sus fuerzas se comunicó con los discípulos en Damasco, e<br />
inmediatamente empezó a predicar en las sinagogas, declarando que Jesús era <strong>el</strong> Hijo de Dios.<br />
Cuando Saulo volvió a Jerusalén los discípulos tenían rec<strong>el</strong>o de su sinceridad, ya que lo habían<br />
conocido como uno de sus enconados perseguidores; pero Bernabé, discípulo de confianza, lo llevó a<br />
los apóstoles, r<strong>el</strong>ató su conversión milagrosa y atestiguó su valiente servicio en la predicación de la<br />
palabra de Dios. Se le recibió en la confraternidad, y más tarde fue ordenado bajo las manos de los<br />
apóstoles. 1 Con <strong>el</strong> tiempo su nombre hebreo de Saulo fue reemplazado por <strong>el</strong> latín, Paulos, o Pablo en<br />
nuestra lengua. m En vista de su comisión de llevar <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io a los gentiles, <strong>el</strong> uso de su nombre<br />
romano pudo haberle side ventajoso, y con mayor particularidad siendo cuidadano romano, por medio<br />
de lo cual podía reclamar los derechos y exenciones consiguientes a su ciudadanía.<br />
No forma parte de nuestro propósito actual considerar, ni aun en forma compendiada, las obras d<strong>el</strong><br />
varón que tan perentoria y milagrosamente fue llamado al ministerio; <strong>el</strong> hecho de las manifestaciones<br />
personales que <strong>Cristo</strong> le concedió es <strong>el</strong> único tema que estamos considerando en esta ocasión.<br />
Mientras se hallaba en Jerusalén, Pablo fue bendecido con una manifestación visual d<strong>el</strong> Señor Jesús,<br />
en la cual recibió instrucciones particulares. Su propio testimonio d<strong>el</strong> acontecimiento quedó expresado<br />
en estos términos: "Orando en <strong>el</strong> templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y<br />
sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Tratando de explicar<br />
por qué lo había despreciado <strong>el</strong> pueblo, Pablo confesó su pasado inicuo, diciendo: "Señor, <strong>el</strong>los saben<br />
que yo encarc<strong>el</strong>aba y azotaba en todas las sinagogas a los que creían en ti; y cuando se derramaba la<br />
sangre de Esteban tu testigo, yo mismo también estaba presente, y consentía en su muerte, y guardaba<br />
las ropas de los que le mataban." A esto <strong>el</strong> Señor contestó: "Vé, porque yo te enviaré lejos a los<br />
gentiles." 0 En otra ocasión, hallándose preso en una fortaleza romana, <strong>el</strong> Señor se le apareció de<br />
noche, y le dijo: "Ten ánimo, Pablo, pues como has testificado de mí en Jerusalén, así es necesario que<br />
testifiques también en Roma." p<br />
El testimonio personal de Pablo de que había visto al <strong>Cristo</strong> resucitado es explícito y enfático.<br />
Enumerando a los santos de Corinto varias de las apariciones d<strong>el</strong> Señor resucitado, les expresó su<br />
propio testimonio en estas palabras: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí:<br />
Que <strong>Cristo</strong> murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó<br />
al tercer día, conforme a las Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció<br />
a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen. Después<br />
apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último de todos, como a un abortivo, me<br />
apareció a mí. Porque yo soy <strong>el</strong> más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado<br />
apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios."<br />
FIN DEL MINISTERIO APOSTÓLICO—EL APOCALIPSIS DE JUAN.<br />
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