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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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a los apóstoles; pero contraviniendo la justicia y <strong>el</strong> decoro, <strong>el</strong> concilio mandó azotar a los prisioneros.<br />

Entonces dejaron ir a los hermanos con instrucciones reiteradas de que no hablasen más en <strong>el</strong> nombre<br />

de Jesús. Se alejaron de allí, gozosos de haber sido considerados dignos de padecer azotes y<br />

humillación en defensa d<strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> Señor; y todos los días, tanto en <strong>el</strong> templo, así como por medio<br />

de visitas hechas de casa en casa, valientemente enseñaban y predicaban a Jesús <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>. No sólo<br />

entre los laicos hubo conversos a la Iglesia, sino que cantidad de sacerdotes aumentó <strong>el</strong> número de los<br />

discípulos que se multiplicaban notablemente en Jerusalén.<br />

ESTEBAN EL MÁRTIR Y SU VISIÓN DEL SEÑOR.<br />

El primero de entre los "siete varones de buen testimonio", autorizados bajo las manos de los<br />

apóstoles para administrar los bienes comunes de la agrupación eclesiástica, era Esteban, varón<br />

eminente en fe y en buenas obras, y por medio de quien <strong>el</strong> Señor efectuó muchos milagros. Era c<strong>el</strong>oso<br />

en su servicio, tenaz en su presentación de la doctrina e intrépido como ministro de <strong>Cristo</strong>. Algunos de<br />

los judíos extranjeros que tenían una sinagoga en Jerusalén empezaron a disputar con Esteban, y no<br />

pudiendo "resistir a la sabiduría y al Espíritu con que hablaba", conspiraron para acusarlo de herejía y<br />

blasfemia. Fue llevado ante <strong>el</strong> concilio por <strong>el</strong> testimonio de dos hombres, sobornados para que<br />

testificaran en contra de él, diciendo "que le habían oído hablar palabras blasfemas contra Moisés y<br />

contra Dios". Los perjuros acusadores también declararon que no cesaba de "hablar palabras<br />

blasfemas" contra <strong>el</strong> templo y la ley, y aun había dicho que Jesús de Nazaret algún día destruiría <strong>el</strong><br />

templo y cambiaría las ceremonias mosaicas. En cuanto a espíritu y substancia, la acusación era<br />

completamente falsa, aunque en un respecto posiblemente era cierta en parte; pues, juzgando por lo<br />

que sabemos acerca d<strong>el</strong> carácter y obras de Esteban, fue un predicador c<strong>el</strong>oso de la palabra mediante<br />

la cual, en calidad de r<strong>el</strong>igión mundial, se abrogaría la exclusividad y supuesta santidad de Jerusalén<br />

como ciudad consagrada, y d<strong>el</strong> entonces profanado templo como habitación terrenal de Jehová. Además,<br />

parece haber comprendido que en la misión d<strong>el</strong> Mesías se había cumplido la ley de Moisés.<br />

Cuando los miembros d<strong>el</strong> Sanedrín fijaron los ojos en él, su faz estaba iluminada, y "vieron su<br />

rostro como <strong>el</strong> rostro de un áng<strong>el</strong>". Respondiendo a la acusación, pronunció un discurso que, analizado<br />

críticamente, parece haber sido extemporáneo; mas no obstante, encierra un argumento notablemente<br />

lógico e impresionante. Sin embargo, un asalto asesino terminó abruptamente sus palabras. 5 " En su<br />

eficaz epítome, Esteban repasó la historia d<strong>el</strong> pueblo d<strong>el</strong> convenio desde la época de Abraham,<br />

mostrando que los patriarcas, y a su vez Moisés y los profetas, habían vivido y desempeñado su<br />

ministerio, efectuando una preparación progresiva para <strong>el</strong> establecimiento de lo que <strong>el</strong>los estaban<br />

presenciando. Indicó <strong>el</strong> hecho de que Moisés había predicho la venida de un Profeta, <strong>el</strong> cual no era<br />

otro sino Jehová, a quien sus padres habían adorado en <strong>el</strong> desierto, primero en <strong>el</strong> tabernáculo y más<br />

tarde en <strong>el</strong> templo; y en este respecto afirmó que "<strong>el</strong> Altísimo no habita en templos hechos de mano",<br />

<strong>el</strong> más suntuoso de los cuales sería insignificante para Aqu<strong>el</strong> que dijo: "El ci<strong>el</strong>o es mi trono, y la tierra<br />

<strong>el</strong> estrado de mis pies."<br />

Claramente se destaca que <strong>el</strong> discurso de Esteban no fue para su propia justificación, y mucho<br />

menos una ap<strong>el</strong>ación en su defensa. Al contrario, fue una proclamación de la palabra y propósitos de<br />

Dios por un siervo devoto que no sentía ninguna preocupación por las consecuencias personales. Con<br />

vehementes palabras dijo a sus jueces: "¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos!<br />

Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros. ¿A cuál de los<br />

profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que anunciaron de antemano la venida d<strong>el</strong><br />

Justo, de quien vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores." Enfurecidos por esta acusación<br />

tan directa, los miembros d<strong>el</strong> Sanedrín "crujían los dientes contra él". Esteban comprendió que tenían<br />

sed de su sangre, pero fortificado por <strong>el</strong> Espíritu Santo, fijó la vista en los ci<strong>el</strong>os y exclamó extático:<br />

"He aquí, veo los ci<strong>el</strong>os abiertos; y al Hijo d<strong>el</strong> Hombre que está a la diestra de Dios." a De este modo se<br />

menciona por primera vez en <strong>el</strong> Nuevo Testamento una manifestación de <strong>Cristo</strong> a un ser mortal, en<br />

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