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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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apóstoles: "Varones hermanos, ¿qué haremos?"; y ahora que estaban preparados para recibir <strong>el</strong><br />

mensaje de salvación, se les comunicó sin reserva. "Arrepentios—les contestó Pedro—y bautícese<br />

cada uno de vosotros en <strong>el</strong> nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis <strong>el</strong> don d<strong>el</strong><br />

Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están<br />

lejos; para cuantos <strong>el</strong> Señor nuestro Dios llamare."<br />

El pueblo reaccionó al testimonio de los apóstoles, a su exhortación y amonestación, con una<br />

profesión de su fe y arrepentimiento. Su gozo fue semejante al de los espíritus encarc<strong>el</strong>ados, a quienes<br />

<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> desincorporado había llevado <strong>el</strong> mensaje autoritativo de redención y salvación. Los que en<br />

ese memorable día de Pentecostés se arrepintieron y confesaron su creencia en <strong>Cristo</strong> fueron recibidos<br />

en la Iglesia por <strong>el</strong> bautismo, y <strong>el</strong> número de <strong>el</strong>los fue "como tres mil personas". El hecho de que<br />

continuaron en la fe "y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en<br />

<strong>el</strong> partimiento d<strong>el</strong> pan y en las oraciones", da fe de que su conversión fue genuina: no <strong>el</strong> efecto de un<br />

entusiasmo pasajero, sino que literalmente volvieron a nacer por <strong>el</strong> bautismo a una vida nueva. Tan<br />

devotos eran estos primeros conversos, tan ricamente fue bendecida la Iglesia con <strong>el</strong> derramamiento<br />

d<strong>el</strong> Espíritu Santo en esos días, que los miembros voluntariamente vendían sus posesiones<br />

individuales, "y tenían en común todas las cosas". Para <strong>el</strong>los la fe en <strong>el</strong> Señor Jesucristo valía más que<br />

las riquezas de la tierra. m A nada llamaban "mío" o "tuyo", sino que todo era de <strong>el</strong>los en <strong>el</strong> Señor. n<br />

Muchas maravillas y señales seguían a los apóstoles, "y <strong>el</strong> Señor añadía cada día a la iglesia los que<br />

habían de ser salvos".<br />

Con la recepción d<strong>el</strong> Espíritu Santo se efectuó un cambio en los apóstoles. A medida que les era<br />

aclarado por <strong>el</strong> Espíritu de Verdad, vieron que las Escrituras constituían una fuente de preparación<br />

para los acontecimientos de los cuales <strong>el</strong>los eran testigos especiales y ordenados. Pedro, que pocas<br />

semanas antes se había acobardado d<strong>el</strong>ante de una criada, ahora hablaba manifiestamente sin temor a<br />

nadie. En un ocasión vio a un limosnero cojo en la Puerta Hermosa que conducía a los patios d<strong>el</strong><br />

templo. Tomando al infortunado por la mano, le dijo: "No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy;<br />

en <strong>el</strong> nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda."<br />

El hombre sanó, y de un salto se puso de pie con la exuberancia de su fuerza nuevamente<br />

descubierta, y entonces entró con Pedro y Juan en <strong>el</strong> templo alabando a Dios en alta voz. Una multitud<br />

asombrada, que fue creciendo hasta que llegó a comprender aproximadamente cinco mil hombres, se<br />

junto en torno de los apóstoles en <strong>el</strong> pórtico de Salomón; y Pedro, notando su asombro, aprovechó la<br />

ocasión para predicarles a Jesús crucificado. Atribuyó todo loor, por <strong>el</strong> milagro efectuado, al <strong>Cristo</strong><br />

que los judíos habían entregado para ser muerto, y acusándolos sin ambigüedades, les declaró: "El<br />

Dios de Abraham de Isaac y de Jacob, <strong>el</strong> Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a'<br />

quien vosotros entregasteis y negasteis d<strong>el</strong>ante de Pilato, cuando éste había resu<strong>el</strong>to ponerle en<br />

libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y<br />

matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos<br />

testigos." Reconociendo misericordiosamente la ignorancia con que habían pecado, los exhortó a una<br />

penitencia expiatoria, clamando: "Así que, arrepentios y convertios, para que sean borrados vuestros<br />

pecados; para que vengan de la presencia d<strong>el</strong> Señor tiempos de refrigerio, y él envíe a Jesucristo, que<br />

os fue antes anunciado; a quien de cierto es necesario que <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o reciba hasta los tiempos de la<br />

restauración de todas las cosas, de que habló Dios por boca de sus santos profetas que han sido desde<br />

tiempo antiguo." Ningún apoyo se les dio para suponer que les serían borrados sus pecados mediante<br />

una confesión oral; se les privilegiaba con un tiempo para arrepentirse, si deseaban creer.<br />

Mientras Pedro y Juan testificaban de esta manera, los sacerdotes y <strong>el</strong> jefe de la guardia d<strong>el</strong><br />

templo, junto con los principales saduceos, vinieron sobre <strong>el</strong>los cuando atardecía, y los pusieron en la<br />

cárc<strong>el</strong> para esperar la resolución de los jueces al día siguiente." En la mañana fueron presentados<br />

d<strong>el</strong>ante de Anas, Caifas y varios otros oficiales, los cuales les preguntaron con qué potestad o en qué<br />

nombre habían sanado al cojo. Imp<strong>el</strong>ido por <strong>el</strong> poder d<strong>el</strong> Espíritu Santo, Pedro contestó: "Sea notorio<br />

a todos vosotros, y a todo <strong>el</strong> pueblo de Isra<strong>el</strong>, que en <strong>el</strong> nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien<br />

vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra<br />

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