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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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malas obras más bien que las buenas, por lo que <strong>el</strong> espíritu d<strong>el</strong> diablo entró en <strong>el</strong>los y se posesionó de<br />

su casa—éstos serán echados a las tinieblas de afuera; allí habrá llantos, lamentos y <strong>el</strong> crujir de<br />

dientes; y esto a causa de su propia iniquidad, pues fueron llevados cautivos por la voluntad d<strong>el</strong> diablo.<br />

Así que éste es <strong>el</strong> estado de las almas de los malvados; sí, en tinieblas y en un estado de terrible v<br />

espantosa espera <strong>el</strong>e que la ardiente indignación de la ira de Dios caiga sobre <strong>el</strong>los; y así permanecen<br />

en este estado como los justos en <strong>el</strong> paraíso, hasta <strong>el</strong> tiempo de su resurrección."<br />

Mientras estuvo privado de su cuerpo <strong>Cristo</strong> ejerció su ministerio entre los muertos, así en <strong>el</strong><br />

paraíso, como en esa prisión donde se hallaban en un estado de encarc<strong>el</strong>amiento los espíritus de los<br />

desobedientes. De esto testificó <strong>el</strong> apóstol Pedro casi tres décadas después: "Porque también <strong>Cristo</strong><br />

padeció una sola vez por los pecados, <strong>el</strong> justo por los injustos, para llevamos a Dios, siendo a la verdad<br />

muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en <strong>el</strong> cual también fue y predicó a los espíritus<br />

encarc<strong>el</strong>ados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez se esperaba la paciencia de Dios<br />

en los días de Noé, mientras se preparaba <strong>el</strong> arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron<br />

salvadas por agua."<br />

Se hace mención particular de que los desobedientes que vivieron sobre la tierra en la época de<br />

Noé fueron beneficiarios d<strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> Señor en <strong>el</strong> mundo de espíritus. Habían cometido graves<br />

ofensas, y rechazado intencionalmente las enseñanzas y amonestaciones de Noé, ministro terrenal de<br />

Jehová. Por motivo de este pecado tan palpable fueron destruidos en la carne, y sus espíritus habían<br />

permanecido en una condición de encarc<strong>el</strong>amiento, sin esperanza, desde la época de su muerte hasta <strong>el</strong><br />

advenimiento de <strong>Cristo</strong>, cuando vino entre <strong>el</strong>los como Espíritu. No hemos de suponer que esta<br />

referencia ilustrativa de Pedro a los antidiluvianos desobedientes significa que solamente <strong>el</strong>los<br />

quedaron comprendidos en las benditas oportunidades ofrecidas mediante <strong>el</strong> ministerio de <strong>Cristo</strong> en <strong>el</strong><br />

mundo de los espíritus; antes al contrario, podemos concluir con razón y consecuencia que todos<br />

aqu<strong>el</strong>los cuyas maldades en la carne fueron la causa de que sus espíritus quedasen encerrados en la<br />

prisión también compartirán las posibilidades de la expiación, arrepentimiento y libertad. La justicia<br />

exigía que <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io se predicara a los muertos tal como se había predicado, y habría de predicarse<br />

más extensamente aún, entre los vivos. Consideremos esta otra afirmación de Pedro, parte de su<br />

amonestación pastoral a los miembros de la Iglesia primitiva: "Pero <strong>el</strong>los darán ceunta al que está<br />

preparado para juzgar a los vivos y a los muertos. Porque por esto también ha sido predicado <strong>el</strong><br />

evang<strong>el</strong>io a los muertos, para que sean juzgados en carne según los hombres, pero vivan en espíritu<br />

según Dios."<br />

Las palabras de Jesús a los judíos casuísticos, tras la curación que efectuó en <strong>el</strong> día de reposo en<br />

Betesda, demuestran ampliamente que El sabía, mientras estaba aún en <strong>el</strong> cuerpo, que su misión como<br />

<strong>el</strong> universal Redentor y Salvador de la raza humana no quedaría completa cuando muriera: "De cierto,<br />

de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz d<strong>el</strong> Hijo de Dios; y los<br />

que la oyeren vivirán. Porque como <strong>el</strong> Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo <strong>el</strong><br />

tener vida en sí mismo; y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre.<br />

No os maravilléis de esto; porque vendrá hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán su<br />

voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección<br />

de condenación." Siglos antes d<strong>el</strong> meridiano de los tiempos, se rev<strong>el</strong>ó a los profetas la<br />

solemne verdad de que por medio de la expiación de <strong>Cristo</strong> la salvación quedaría al alcance de los<br />

muertos así como de los vivos. A Isaías le fue permitido prever <strong>el</strong> destino de los impíos y <strong>el</strong> estado<br />

preparado para los altivos y reb<strong>el</strong>des violadores de la justicia; pero <strong>el</strong> rescate prometido disipó en parte<br />

las sombras de esta terrible visión: "Acontecerá en aqu<strong>el</strong> día, que Jehová castigará al ejército de los<br />

ci<strong>el</strong>os en lo alto, y a los reyes de la tierra sobre la tierra. Y serán amontonados como se amontona a los<br />

encarc<strong>el</strong>ados en mazmorra, y en prisión quedarán encerrados."' Al mismo gran profeta se mostró la<br />

universalidad d<strong>el</strong> triunfo expiatorio d<strong>el</strong> Salvador en <strong>el</strong> cual quedaría comprendida la redención de los<br />

judíos y los gentiles, tanto los vivos como los muertos. En forma convincente declaró la palabra<br />

rev<strong>el</strong>ada: "Así dice Jehová Dios, Creador de los ci<strong>el</strong>os, y <strong>el</strong> que los despliega; <strong>el</strong> que extiende la tierra<br />

y sus productos; <strong>el</strong> que da aliento al pueblo que mora sobre <strong>el</strong>la, y espíritu a los que por <strong>el</strong>la andan: Yo<br />

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