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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 36<br />

EN LA MORADA DE LOS ESPÍRITUS<br />

DESINCORPORADOS.<br />

JESUS <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> murió en la forma corporal en que mueren todos los hombres. Pasó por una<br />

disolución física mediante la cual su espíritu inmortal quedó separado de su cuerpo de carne y huesos,<br />

cuerpo que quedó efectivamente muerto. Mientras <strong>el</strong> cadáver yacía en la tumba labrada de piedra que<br />

pertenecía a José, <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> viviente existía como Espíritu desincorporado. Opinamos que hay<br />

justificación para indagar dónde estuvo, y cuáles fueron sus actividades durante <strong>el</strong> intervalo entre su<br />

muerte sobre la cruz y su emergencia d<strong>el</strong> sepulcro en calidad de Alma resucitada, con su espíritu y<br />

cuerpos reunidos. La suposición que más naturalmente viene al pensamiento es que fue al sitio donde<br />

ordinariamente van los espíritus de los muertos; y que así como había sido un Hombre entre hombres<br />

mientras estuvo en la carne, igualmente, en <strong>el</strong> estado desincorporado, fue un Espíritu entre espíritus. El<br />

testimonio de las Escrituras confirma la realidad de este concepto.<br />

Como previamente se ha mostrado," Jesucristo fue <strong>el</strong> Redentor y Salvador <strong>el</strong>egido y ordenado d<strong>el</strong><br />

género humano; se le comisionó para esta misión exaltada desde <strong>el</strong> principio, antes que se dispusiera<br />

la tierra para ser la morada d<strong>el</strong> género humano. Antes d<strong>el</strong> nacimiento de Jesús vivieron y murieron<br />

sobre la tierra innumerables huestes que nunca oyeron <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io. Muchos de los de estas<br />

incontables multitudes pasaron por su probación terrenal, cumpliendo la ley de Dios en diversos<br />

grados de rectitud, al grado en que les había sido manifestada; y sin embargo, habían muerto sin<br />

conocer <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io, mas no por culpa de <strong>el</strong>los. Por otra parte, hubo multitudes que vivieron y<br />

murieron en calidad de trans-gresores de aun la porción de la ley de Dios que habían conocido y<br />

profesado obedecer. A todos éstos la muerte había hecho suyos, justos así como injustos; y a <strong>el</strong>los fue<br />

<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, llevando las trascendentalmente gloriosas nuevas d'e una redención de las ligaduras de la<br />

muerte, y una salvación posible de los efectos d<strong>el</strong> pecacfo individual. Esta labor formaba parte d<strong>el</strong><br />

predeterminado y singular servicio que <strong>el</strong> Salvador habría de prestar a la familia humana. La exclamación<br />

divina de triunfo que <strong>el</strong> Señor profirió sobre la cruz, "Consumado es", significó <strong>el</strong> cumplimiento<br />

de su misión en <strong>el</strong> estado terrenal; pero todavía le quedaba por efectuar otro ministerio antes de volver<br />

a su Padre.<br />

AI penitente transgresor crucificado a su lado, que reverentemente pidió que <strong>el</strong> Señor se acordara<br />

de él cuando viniera en su reino, <strong>Cristo</strong> prometió esta seguridad consoladora: "De cierto te digo que<br />

hoy estarás conmigo en <strong>el</strong> paraíso." El espíritu de Jesús y <strong>el</strong> d<strong>el</strong> malhechor arrepentido salieron de sus<br />

cuerpos crucificados y fueron a la misma morada de los muertos. 0 Al tercer día de lo acontecido,<br />

Jesús, ahora un Ser resucitado, declaró en forma positiva a María Magdalena, a quien encontró<br />

llorando: "Aún no he subido a mi Padre." Había estado en <strong>el</strong> paraíso, pero no en <strong>el</strong> lugar donde Dios<br />

mora. De manera que <strong>el</strong> paraíso no es <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, si por esta palabra entendemos la morada d<strong>el</strong> Eterno<br />

Padre y sus hijos glorificados. El paraíso es un lugar donde los espíritus justos y arrepentidos<br />

permanecen entre la muerte corporal y la resurrección. Para aqu<strong>el</strong>los seres desincorporados que<br />

llevaron vidas de iniquidad, y permanecen impenitentes aun después de la muerte, se ha reservado otra<br />

división en ese mundo de espíritus. Alma, profeta nefita, habló en esta forma de las condiciones que<br />

existen entre los que han muerto:<br />

"Ahora respecto al estado d<strong>el</strong> alma entre la muerte y la resurrección, he aquí, un áng<strong>el</strong> me ha<br />

hecho saber que los espíritus de todos los hombres, luego que se separan de este cuerpo mortal, sí, los<br />

espíritus de todos los hombres, sean buenos o malos, son llevados ante aqu<strong>el</strong> Dios que les dio la<br />

existencia. Y sucederá que los espíritus de los que son justos serán recibidos en un estado de f<strong>el</strong>icidad<br />

que se llama paraíso: un estado de descanso, un estado de paz, donde descansarán de todas sus<br />

aflicciones y de todo cuidado y pena. Y entonces acontecerá que los espíritus de los malvados, sí, los<br />

que son malos—pues he aquí, no tienen parte ni porción d<strong>el</strong> Espíritu d<strong>el</strong> Señor, porque escogieron las<br />

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