Jesus el Cristo - Cumorah.org

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LA GUARDIA ANTE EL SEPULCRO. El día después de la "preparación", es decir el sábado, el día de reposo y "de gran solemnidad", 1 los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato, y dijeron: "Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos, y será el postrer error peor que el primero." Es palpable que los más enconados enemigos humanos de Cristo se acordaron de sus profecías acerca de la certeza de su resurrección al tercer día después de su muerte. Pilato les contestó lacónicamente: "Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis." De manera que los principales sacerdotes y fariseos dispusieron que el sepulcro quedara asegurado, encargándose de que se fijara el sello oficial sobre la piedra y la entrada, y se colocara una guardia armada para vigilar. NOTAS AL CAPITULO 35. 1. Simón de Cirene.—Simón, sobre quien se colocó la cruz de Jesús, era miembro de la colonia judía del norte de África, establecida allí casi tres siglos antes del nacimiento de Cristo por Tolomeo Lagi, que transportó a ese sitio grandes números de judíos desde Palestina. (Antíquities of the Jews, por Josefo, xii, cap. 1) Cirene, donde vivía Simón, se hallaba en la provincia de Libia, y estaba situada dentro de los linderos actuales de Túnez. El hecho de que mantenían una sinagoga en Jerusalén (Hech. 6:9), para acomodar a los que de su número visitaran esa ciudad, da evidencia de que los judíos africanos eran numerosos y fuertes. Más de veinticinco años después de la muerte. de Cristo, Pablo se refiere en forma amigable a Rufo y su madre (Rom. 16:13). Si, como lo indica la tradición, este Rufo era uno de los hijos de Simón, mencionado por Marcos (15:21), es probable que la familia de Simón formaba parte prominente de la Iglesia primitiva. No nos es dicho definitivamente si acaso Simón era discípulo antes de la crucifixión, o si se convirtió mediante su servicio compulsivo de llevar la cruz del Señor. 2. Las palabras de Cristo a las hijas de Jerusalén.—"Habría de llegar el tiempo en que se codiciaría como bendición el anatema del Antiguo Testamento acarea de la esterilidad. (Oseas 9:14) Para mostrar el cumplimiento de esta lamentación profética de los judíos, es innecesario evocar los horripilantes detalles narrados por Josefo (Wars of the Jews, vi, 3:4); por ejemplo, cuando una madre enloquecida asó a su propio hijo, y con espantosa burla guardó la mitad de aquella horrible comida para los asesinos que diariamente irrumpían en su casa para robarle el escaso alimento que le quedaba; ni ninguno de los demás hechos, narrados por el historiador, que ocurrieron durante el último sitio de Jerusalén, y demasiado repugnantes para repetir innecesariamente. Pero, ¡cuán frecuentemente, a través de todos estos siglos, no habrán sentido las mujeres de Israel ese terrible anhelo de ser estériles, y con cuanta frecuencia no habrán salido de los labios de los israelitas sufrientes, la oración desesperada de poder morir instantáneamente bajo el peso de las montañas y colinas, más bien que soportar un tormento prolongadol (Oseas 10:8) A pesar de todo esto, sin embargo, las palabras de referencia también pronosticaban un futuro más terrible todavía (Apo. 6:10). Porque si Israel había aplicado la llama a su 'árbol verde', ¡cuán terriblemente no ardería el juicio divino entre la leña seca de un pueblo apóstata y rebelde, que de esa manera había entregado a su divino Rey, y pronunciado su propia sentencia sobre sí mismo al pronunciarla sobre El!"—Life and Times of Jesús the Messiah, por Edersheim, tomo 2, pág. 538. Concerniente a la oración de que las montañas los aplastaran y cubrieran, Farrar (Life of Christ, pág. 645 nota), dice: "Estas palabras de Cristo tuvieron un cumplimiento dolorosamente literal cuando centenares de infelices judíos se ocultaron en los más obscuros y viles escondites subterráneos durante el sitio de Jerusalén, y cuando aparte de los que eran descubiertos, no menos de dos mil murieron 348

sepultados bajo las ruinas de sus escondites." Puede estar reservado un cumplimiento todavía futuro. Consúltese Wars of the Jews, por Josefo, vi, 9:4. Véase también Os. 9:12-16; 10:8; Isa. 2:10; compárese con Apo. 6:16. 3. El "lugar de la calavera."—El nombre "Gólgota" de origen arameo y hebreo, el vocablo griego "Kranion," y el latín "Calvaría" o la forma castellanizada "Calvario", tienen el mismo significado de "calavera". Quizá se le dio ese nombre por alusión a ciertos rasgos topográficos, así como nosotros hablamos de las cejas de un cerro; o si el sitio se empleaba usualmente para las ejecuciones, pudo habérsele dado ese nombre expresivo de la muerte, así como nosotros decimos que una calavera es símbolo de la muerte. Es probable que los cuerpos de los reos ejecutados quedaban sepultados cerca del sitio donde eran ajusticiados; y si el Gólgota o Calvario era el lugar señalado para las ejecuciones, no sería extraño encontrar allí calaveras y otros huesos humanos, desenterrados por las fieras, los elementos u otras causas, aunque era contrario a las leyes y sentimientos judíos dejar sin sepultar los cuerpos o cualquier parte de ellos. El origen del nombre es de tan poca importancia como lo son las muchas suposiciones divergentes respecto de su sitio preciso. 4. Crucifixión.—"Unánimemente se le consideraba la manera más horrible de morir. Entre los romanos la degradación era también parte de la inflicción, y cuando se aplicaba esta pena a un hombre libre, se hacía únicamente al tratarse de los criminales más viles ... El reo llevaba su propia cruz, por lo menos parte de ella. De ahí el uso figurado de las frases tomar o llevar uno su cruz, que significa soportar padecimientos, aflicción o vergüenza, como el criminal que se dirige al sitio de su crucifixión. (Mateo 10:38; 16:24; Lucas 14:27, etc.) El lugar de la ejecución quedaba fuera de la ciudad (1 Re. 21:13; Hech. 7:58; Heb. 13:12), frecuentemente cerca de un camino público u otro punto conspicuo. Al llegar al sitio de la ejecución se desnudaba al reo, y su ropa pasaba a ser propiedad de sus verdugos. (Mateo 27:35) En seguida, se introducía la cruz en la tierra, de modo que los pies del condenado quedaran a unos treinta o sesenta centímetros del suelo, y entonces era colgado sobre ella; o si no, era extendido sobre la cruz primero y entonces alzado con ella." Se acostumbraba estacionar soldados para que vigilaran la cruz, y de ese modo evitar que se quitara de ella al reo mientras todavía estaba vivo. "Era necesario hacer esto por motivo de la lentitud con que sobrevenía la muerte, pues en. algunas ocasiones no llegaba ni aun después de tres días, y finalmente resultaba del entumecimiento e inaninación graduales. De no ser por esa guardia, los reos podían ser quitados de la cruz y restaurados, como efectivamente sucedió con un amigo de Josefo ... En la mayor parte de los casos se permitía que el cuerpo se descompusiera sobre la cruz mediante los efectos naturales del sol y la lluvia, o que lo devoraran las aves y las bestias. Por lo general, se prohibía que fuesen sepultados; pero como consecuencia de lo prescrito en Deuteronomio 21:22, 23, se hacía una excepción nacional en favor de los judíos. (Mateo 27:58) Felizmente el emperador Constantino abolió esta maldita y terrible forma de castigo." —Bible Dictionary de Smith. 5. La inscripción de Pilato: "El Rey de los Judíos."—No hay dos de los escritores evangélicos que estén de acuerdo sobre las palabras del título o inscripción que se colocó en la cruz, sobre la cabeza de Jesús, por orden de Pilato; sin embargo, el significado es el mismo en todas, y las variaciones insubstanciales son evidencia de la libertad individual de los autores. Es probable que realmente haya habido diferencia en las versiones trilingües. La versión de Juan es la que se acepta en las abreviaturas que comunmente se usan con relación a las figuras católicas romanas de Cristo, a saber, J.N.R.J. Y en vista de que antiguamente la "I" se usaba como equivalente de la "J", el título leería I.N.R.I. o sea Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum (Jesús Nazareno, Rey de los Judíos). 6. Las mujeres al pie de la cruz.—No todos los evangelistas están de acuerdo en el número de mujeres que estuvieron presentes, pero la mayor parte de los críticos modernos sostienen que fueron cuatro. Dummelow comenta Juan 19:25 de esta manera: "Su madre; la hermana de su madre (es decir, Salomé, madre del evangelista Juan); María, mujer de Cleofas; y María Magdalena." 7. La hora de la crucifixión.—S. Marcos (15:25) dice: "Era la hora tercera cuando le crucificaron;" y la hora de referencia corresponde a las 9 ó 10 de la mañana. Este autor, junto con sus compañeros, Mateo y Lucas, citan muchos incidentes que se verificaron entre el momento que Cristo 349

LA GUARDIA ANTE EL SEPULCRO.<br />

El día después de la "preparación", es decir <strong>el</strong> sábado, <strong>el</strong> día de reposo y "de gran solemnidad", 1<br />

los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato, y dijeron: "Señor, nos acordamos que<br />

aqu<strong>el</strong> engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. Manda, pues, que se asegure <strong>el</strong><br />

sepulcro hasta <strong>el</strong> tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo:<br />

Resucitó de entre los muertos, y será <strong>el</strong> postrer error peor que <strong>el</strong> primero." Es palpable que los más<br />

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resurrección al tercer día después de su muerte. Pilato les contestó lacónicamente: "Ahí tenéis una<br />

guardia; id, aseguradlo como sabéis." De manera que los principales sacerdotes y fariseos dispusieron<br />

que <strong>el</strong> sepulcro quedara asegurado, encargándose de que se fijara <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo oficial sobre la piedra y la<br />

entrada, y se colocara una guardia armada para vigilar.<br />

NOTAS AL CAPITULO 35.<br />

1. Simón de Cirene.—Simón, sobre quien se colocó la cruz de Jesús, era miembro de la colonia<br />

judía d<strong>el</strong> norte de África, establecida allí casi tres siglos antes d<strong>el</strong> nacimiento de <strong>Cristo</strong> por Tolomeo<br />

Lagi, que transportó a ese sitio grandes números de judíos desde Palestina. (Antíquities of the Jews,<br />

por Josefo, xii, cap. 1) Cirene, donde vivía Simón, se hallaba en la provincia de Libia, y estaba situada<br />

dentro de los linderos actuales de Túnez. El hecho de que mantenían una sinagoga en Jerusalén (Hech.<br />

6:9), para acomodar a los que de su número visitaran esa ciudad, da evidencia de que los judíos<br />

africanos eran numerosos y fuertes. Más de veinticinco años después de la muerte. de <strong>Cristo</strong>, Pablo<br />

se refiere en forma amigable a Rufo y su madre (Rom. 16:13). Si, como lo indica la tradición, este<br />

Rufo era uno de los hijos de Simón, mencionado por Marcos (15:21), es probable que la familia de<br />

Simón formaba parte prominente de la Iglesia primitiva. No nos es dicho definitivamente si acaso<br />

Simón era discípulo antes de la crucifixión, o si se convirtió mediante su servicio compulsivo de llevar<br />

la cruz d<strong>el</strong> Señor.<br />

2. Las palabras de <strong>Cristo</strong> a las hijas de Jerusalén.—"Habría de llegar <strong>el</strong> tiempo en que se<br />

codiciaría como bendición <strong>el</strong> anatema d<strong>el</strong> Antiguo Testamento acarea de la esterilidad. (Oseas 9:14)<br />

Para mostrar <strong>el</strong> cumplimiento de esta lamentación profética de los judíos, es innecesario evocar los<br />

horripilantes detalles narrados por Josefo (Wars of the Jews, vi, 3:4); por ejemplo, cuando una madre<br />

enloquecida asó a su propio hijo, y con espantosa burla guardó la mitad de aqu<strong>el</strong>la horrible comida<br />

para los asesinos que diariamente irrumpían en su casa para robarle <strong>el</strong> escaso alimento que le quedaba;<br />

ni ninguno de los demás hechos, narrados por <strong>el</strong> historiador, que ocurrieron durante <strong>el</strong> último sitio de<br />

Jerusalén, y demasiado repugnantes para repetir innecesariamente. Pero, ¡cuán frecuentemente,<br />

a través de todos estos siglos, no habrán sentido las mujeres de Isra<strong>el</strong> ese terrible anh<strong>el</strong>o de ser<br />

estériles, y con cuanta frecuencia no habrán salido de los labios de los isra<strong>el</strong>itas sufrientes, la<br />

oración desesperada de poder morir instantáneamente bajo <strong>el</strong> peso de las montañas y colinas, más bien<br />

que soportar un tormento prolongadol (Oseas 10:8) A pesar de todo esto, sin embargo, las palabras<br />

de referencia también pronosticaban un futuro más terrible todavía (Apo. 6:10). Porque si Isra<strong>el</strong><br />

había aplicado la llama a su 'árbol verde', ¡cuán terriblemente no ardería <strong>el</strong> juicio divino entre la leña<br />

seca de un pueblo apóstata y reb<strong>el</strong>de, que de esa manera había entregado a su divino Rey, y<br />

pronunciado su propia sentencia sobre sí mismo al pronunciarla sobre El!"—Life and Times of Jesús<br />

the Messiah, por Edersheim, tomo 2, pág. 538.<br />

Concerniente a la oración de que las montañas los aplastaran y cubrieran, Farrar (Life of Christ,<br />

pág. 645 nota), dice: "Estas palabras de <strong>Cristo</strong> tuvieron un cumplimiento dolorosamente literal cuando<br />

centenares de inf<strong>el</strong>ices judíos se ocultaron en los más obscuros y viles escondites subterráneos durante<br />

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