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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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permaneció allí, "mirando de lejos" y viendo todo lo que acontecía, hasta que fue sepultado <strong>el</strong> cuerpo<br />

d<strong>el</strong> Señor.<br />

La tarde ya estaba muy avanzada; la puesta d<strong>el</strong> sol señalaría <strong>el</strong> comienzo d<strong>el</strong> día de reposo. Este<br />

día de reposo iba a ser más que ordinariamente sagrado, porque "era de gran solemnidad", en vista de<br />

que además de ser <strong>el</strong> día de reposo semanal, era también un santo día pascual. Los judíos, que no<br />

habían vacilado en matar a su Señor, se llenaron de horror con tan sólo pensar que en ese día<br />

permanecerían aqu<strong>el</strong>los hombres colgados en sus cruces, porque entonces la tierra sería profanada. De<br />

manera que estos escrupulosos oficiales fueron a Pilato y le rogaron que despachara sumariamente a<br />

Jesús y a los dos malhechores mediante la brutal costumbre romana de quebrarles las piernas, pues se<br />

había descubierto que la concusión producida por este acto de violencia inmediatamente resultaba<br />

fatal a los crucificados. El gobernador dio su consentimiento, y los soldados les quebraron las piernas<br />

a los dos ladrones con un garrote. Sin embargo, hallando que Jesús ya estaba muerto, no le fracturaron<br />

los huesos. <strong>Cristo</strong>, <strong>el</strong> gran sacrificio de la Pascua, de quien todas las víctimas sobre <strong>el</strong> altar sólo habían<br />

sido prototipos simbólicos, murió por un acto de violencia, pero sin que fuese quebrantado un sólo<br />

hueso de su cuerpo, condición prescrita para los corderos pascuales que eran degollados. Uno de los<br />

soldados, para asegurarse que Jesús estaba realmente muerto, o para matarlo si aún estaba vivo, le<br />

abrió <strong>el</strong> costado con una lanza, causando una herida suficientemente grande para dar cabida a la mano<br />

de un hombre. Al sacar la lanza hubo un derrame de sangre y agua/ y este hecho fue tan asombroso<br />

que Juan, testigo ocular d<strong>el</strong> hecho, da testimonio particular y personal de <strong>el</strong>lo, y cita las Escrituras que<br />

se cumplieron mediante ese acto.<br />

LA SEPULTURA.<br />

Un hombre conocido como José de Arimatea, discípulo de <strong>Cristo</strong> en su corazón, pero temeroso de<br />

confesar manifiestamente su conversión por miedo de los judíos, quiso dar al cuerpo d<strong>el</strong> Señor un<br />

sep<strong>el</strong>io decente y honorable. De no haber sido por alguna intervención divinamente orientada como<br />

ésta, <strong>el</strong> cuerpo de Jesús pudo haber sido echado en <strong>el</strong> sepulcro común de los criminales ejecutados.<br />

Este José "era miembro d<strong>el</strong> concilio, varón bueno y justo". Expresamente se dice de él que "no había<br />

consentido en <strong>el</strong> acuerdo ni en los hechos de <strong>el</strong>los"; y de esta declaración inferimos que era miembro<br />

d<strong>el</strong> Sanedrín, y se había opuesto a los hechos de sus compañeros, de sentenciar a Jesús a muerte, o por<br />

lo menos se había refrenado de votar con los demás. José era hombre de bienes, posición e influencia.<br />

Entró a Pilato y le pidió <strong>el</strong> cuerpo de <strong>Cristo</strong>. El gobernador se sorprendió de que Jesús ya estuviese<br />

muerto; llamó al centurión y preguntó cuánto tiempo había vivido Jesús sobre la cruz. La circunstancia<br />

extraordinaria parece haber aumentado la turbación de Pilato. Dio la orden necesaria, y se entregó a<br />

José <strong>el</strong> cuerpo de <strong>Cristo</strong>.<br />

Se bajó <strong>el</strong> cuerpo de la cruz, y en la preparación necesaria para depositarlo en la tumba José contó<br />

con la ayuda de Nicodemo, otro miembro d<strong>el</strong> Sanedrín, <strong>el</strong> mismo que había ido a Jesús de noche tres<br />

años antes, y que en una de las reuniones conspiradoras d<strong>el</strong> concilio había protestado la ilícita<br />

condenación de Jesús sin oírlo primero. Nicodemo llevó una gran cantidad de mirra y áloes, "como<br />

cien libras". Esta composición aromática era altamente estimada para ungir y embalsamar, pero debido<br />

al precio, sólo se usaba entre los ricos. Estos dos discípulos reverentes envolvieron <strong>el</strong> cuerpo d<strong>el</strong> Señor<br />

en una sábana limpia con las especies aromáticas "según es costumbre sepultar entre los judíos"; y<br />

entonces lo colocaron en un sepulcro nuevo abierto en una peña. La tumba se hallaba en un jardín, no<br />

lejos d<strong>el</strong> Calvario, y era propiedad de José. Por motivo de la proximidad d<strong>el</strong> día de reposo, tuvo que<br />

hacerse <strong>el</strong> sep<strong>el</strong>io con mucha prisa. Para cerrar <strong>el</strong> sepulcro, se rodó una gran piedra sobre la entrada; 5 y<br />

así, dispuesto en esta forma, permaneció allí <strong>el</strong> cuerpo. Algunas de las otras mujeres devotas,<br />

particularmente María Mag dalena y "la otra María", madre de Santiago y José, vieron de lejos cómo<br />

fue puesto <strong>el</strong> cuerpo; y cuando se hubo hecho, se volvieron y "prepararon especies aromáticas y<br />

ungüentos; y descansaron <strong>el</strong> día de reposo, conforme al mandamiento".<br />

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