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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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apoyo de su Presencia inmediata, dejando al Salvador de los hombres la gloria de una victoria<br />

completa sobre las fuerzas d<strong>el</strong> pecado y la muerte. Aunque todos los que se hallaban cerca oyeron este<br />

grito de la cruz, pocos lo entendieron. Interpretaron equívocamente la primera exclamación, Eli (que<br />

significa Mi Dios)creyendo que llamaba a Elias.<br />

Pronto pasó <strong>el</strong> momento de debilidad, la sensación de abandono completo, y se hicieron sentir los<br />

deseos naturales d<strong>el</strong> cuerpo. La sed enloquecedora, que constituía una de los peores agonías de la<br />

crucifixión, causó que se escapara de los labios d<strong>el</strong> Salvador su única expresión de padecimiento<br />

físico. "Tengo sed"—dijo. Uno de los que se hallaban junto de allí—si fue romano o judío, discípulo o<br />

incrédulo, nada nos es dicho—empapó en <strong>el</strong> acto una esponja en un vaso de vinagre que estaba cerca,<br />

y colocando la esponja en <strong>el</strong> extremo de una caña o vara de hisopo, la acercó a los febriles labios d<strong>el</strong><br />

Señor. Otros habrían interrumpido este acto de compasión humana, porque dijeron: "Deja, veamos si<br />

viene Elias a librarle." Juan afirma que <strong>Cristo</strong> exclamó "tengo sed" sólo cuando supo "que ya todo<br />

estaba consumado", y <strong>el</strong> apóstol ve en lo ocurrido <strong>el</strong> cumplimiento de una profecía."<br />

Comprendiendo plenamente que ya no estaba abandonado, sino que <strong>el</strong> Padre había aceptado su<br />

sacrificio expiatorio, y que su misión en la carne había llegado a una gloriosa consumación, Jesús<br />

exclamó en alta voz de sagrado triunfo: "Consumado es." Entonces con reverencia, resignación y<br />

alivio, se dirigió a su Padre, diciendo: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu."* Inclinó la<br />

cabeza, y voluntariamente entregó su vida.<br />

Había muerto Jesús <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>. No le fue quitada su vida sino de acuerdo con su voluntad. A pesar<br />

de lo dulce y gustosamente aceptado que habría sido <strong>el</strong> alivio de la muerte en cualquiera de las<br />

primeras etapas de sus padecimientos—desde <strong>el</strong> Getsemaní hasta la cruz—vivió hasta que todas las<br />

cosas se cumplieron de acuerdo con lo que se había decretado. En estos últimos días se ha escuchado<br />

la voz d<strong>el</strong> Señor Jesús, afirmando la realidad de su padecimiento y muerte, así como <strong>el</strong> propósito<br />

eterno que se cumplió por ese medio. Escuchemos y prestemos atención a sus palabras: "Porque he<br />

aquí, <strong>el</strong> Señor vuestro Redentor padeció la muerte en la carne; por tanto, sufrió las penas de todos los<br />

hombres, a fin de que todos los hombres se arrepintiesen y viniesen a <strong>el</strong>."<br />

IMPORTANTES ACONTECIMIENTOS ENTRE LA MUERTE Y<br />

SEPULTURA DEL SEÑOR.<br />

La muerte de <strong>Cristo</strong> fue acompañada de espantosos fenómenos. Hubo un fuerte terremoto; se<br />

partieron las rocas de las macizas colinas y se abrieron muchos sepulcros. Pero lo más portentoso de<br />

todo, en los pensamientos de los judíos, fue cuando <strong>el</strong> v<strong>el</strong>o d<strong>el</strong> templo, que estaba suspendido entre <strong>el</strong><br />

Lugar Santo y <strong>el</strong> Lugar Santísimo, se rasgó en dos, de arriba abajo; y <strong>el</strong> interior, que a nadie le era<br />

permitido ver sino al sumo sacerdote, quedó expuesto a los ojos d<strong>el</strong> vulgo. Significaba <strong>el</strong><br />

desgarramiento d<strong>el</strong> judaismo, la consumación de la dispensación mosaica y la inauguración d<strong>el</strong><br />

cristianismo bajo la administración apostólica.<br />

El centurión romano y los soldados bajo su mando, que se hallaban en <strong>el</strong> sitio de la ejecución, se<br />

asombraron y se llenaron de gran temor. Probablemente habían presenciado muchas muertes sobre la<br />

cruz, pero nunca jamás habían visto a un hombre morir, aparentemente de su propia voluntad, y poder<br />

gritar en alta voz en <strong>el</strong> momento de su expiración. Ese modo de ejecución, bárbaro e inhumano,<br />

inducía un agotamiento lento y progresivo. A todos los que se hallaban presentes, la muerte de Jesús<br />

pareció ser un milagro, como de hecho lo fue. Esta maravilla, junto con <strong>el</strong> terremoto y sus horrores<br />

consiguientes, impresionaron de tal manera al centurión, que oró a Dios y declaró solemnemente:<br />

"Verdaderamente este hombre era justo." Otros se le unieron para aseverar con espanto:<br />

"Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios." Las personas aterradas que hablaban, así como las<br />

que oían, se apartaron de allí llenas de temor, dándose golpes de pecho y lamentando lo que parecía<br />

ser un estado de destrucción inminente." Sin embargo, un pequeño número de mujeres devotas<br />

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