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pudo remitir <strong>el</strong> castigo y quitar la lepra que vino sobre <strong>el</strong>la por haber hablado contra <strong>el</strong> sumo<br />
sacerdote de Jehova.<br />
Parece que de acuerdo con los reglamentos romanos, la ropa que llevaba puesta <strong>el</strong> condenado al<br />
tiempo de su ejecución llegaba a ser propiedad o botín de los verdugos Los cuatro soldados que tenían<br />
a su cargo la cruz sobre la cual <strong>el</strong> Señor padecía se repartieron sus vestidos entre sí, y quedaba su<br />
túnica, prenda de buena calidad, de una sola pieza sin costura. Si la partían, la echarían a perder, de<br />
modo que los soldados echaron suertes para determinar a quién pertenecería; y en esta circunstancia<br />
los autores evangélicos vieron <strong>el</strong> cumplimiento de las palabras d<strong>el</strong> Salmista: "Partieron entre sí mis<br />
vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes."<br />
Por órdenes de Pilato se preparó un título o inscripción que se fijó sobre la cruz, arriba de la<br />
cabeza de Jesús, de acuerdo con la costumbre de rev<strong>el</strong>ar <strong>el</strong> nombre d<strong>el</strong> crucificado y la naturaleza de la<br />
ofensa por la cual se le había condenado a muerte. En este caso se escribió <strong>el</strong> título en tres idiomas,<br />
griego, latín y hebreo, uno o más de los cuales entendería todo <strong>el</strong> que pudiera leer. La inscripción de<br />
referencia decía: "Este es Jesús, <strong>el</strong> Rey de los judíos"; o según la versión dada por Juan: "Jesús<br />
Nazareno, Rey de los Judíos". Muchos leyeron la inscripción, porque <strong>el</strong> Calvario no quedaba lejos d<strong>el</strong><br />
camino real, e indudablemente en esta ocasión festiva eran numerosos los que pasaban por allí.<br />
Surgieron algunos comentarios, porque si se interpretaba literalmente, la inscripción constituía una<br />
declaración oficial de que Jesús crucificado era de hecho <strong>el</strong> Rey de los judíos. Cuando se llamó la<br />
atención de los principales sacerdotes a esta circunstancia, turbados en extremo se dirigieron al<br />
gobernador diciendo: "No escribas: Rey de los judíos; sino, que él dijo: Soy Rey de los judíos.<br />
Respondió Pilato: Lo que he escrito, he escrito." La orden de Pilato de escribir en esa forma <strong>el</strong> título, y<br />
su brusca negación de permitir que fuera alterado pudo haber sido una afrenta intencional dirigida a<br />
los oficiales judíos que lo habían obligado, contra su criterio y voluntad, a condenar a Jesús; sin<br />
embargo, es posible que la conducta d<strong>el</strong> sumiso Prisionero y su afirmación de ser un Rey superior a<br />
todos los reyes de la tierra impresionaron la mente, cuando no <strong>el</strong> corazón d<strong>el</strong> gobernador pagano, con<br />
una convicción de la singular superioridad de <strong>Cristo</strong> y su derecho inherente al dominio; pero<br />
cualquiera que haya sido <strong>el</strong> propósito de la manera en que se escribió, la inscripción descu<strong>el</strong>la en la<br />
historia como testimonio de la consideración de un pagano, comparada con <strong>el</strong> cru<strong>el</strong> desprecio de su<br />
Rey por parte de Isra<strong>el</strong>.<br />
Los soldados que tenían <strong>el</strong> deber de vigilar las cruces, hasta que la muerte lentamente librara a los<br />
crucificados de su tormento cada vez mayor, bromeaban entre sí e injuriaban al <strong>Cristo</strong>, bebiendo a su<br />
salud sus copas de vino agrio en son de burla trágica. Leyendo <strong>el</strong> título que se hallaba colocado sobre<br />
la cabeza d<strong>el</strong> Sufridor, le dirigieron este grito inspirado por <strong>el</strong> diablo: "Si tú eres <strong>el</strong> Rey de los judíos,<br />
sálvate a ti mismo." La multitud de curiosos mórbidos, junto con los que pasaban, "le injuriaban,<br />
meneando la cabeza y diciendo: ¡Bahl tú que derribas <strong>el</strong> templo de Dios, y en tres días lo reedificas,<br />
sálvate a ti mismo, y desciende de la cruz." Pero lo peor de todo fue que los principales sacerdotes y<br />
escribas, los ancianos d<strong>el</strong> pueblo, los irreverentes miembros d<strong>el</strong> Sanedrín se convirtieron en cabecillas<br />
de la turba inhumana que, d<strong>el</strong>eitándose d<strong>el</strong> mal ajeno, insultaban y gritaban: "A otros salvó, a sí<br />
mismo no se puede salvar; si es <strong>el</strong> Rey de Isra<strong>el</strong>, descienda ahora de la cruz, y creeremos en <strong>el</strong>. Confió<br />
en Dios; líbr<strong>el</strong>e ahora si le quiere; porque ha dicho: soy Hijo de Dios." 1 Aunque expresada con burla<br />
obscena, la declaración de los príncipes de Isra<strong>el</strong> constituyó un testimonio de que <strong>Cristo</strong> había salvado<br />
a otros, así como una proclamación de que El era <strong>el</strong> Rey de Isra<strong>el</strong>, y la cual, aunque tenía por objeto<br />
ser irónica, era literalmente verdadera. Los dos malhechores, desde sus cruces respectivas, tomaron<br />
parte en <strong>el</strong> escarnio general y crujían sus dientes contra El. Uno de <strong>el</strong>los, en medio de la desesperación<br />
consiguiente a la muerte que se aproximaba, repitió los vituperios de los sacerdotes y la multitud: "Si<br />
tú eres <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, sálvate a ti mismo y a nosotros."<br />
La nota predominante de todos los escarnios y vituperios, obscenidad y burlas que fueron dirigidos<br />
contra <strong>el</strong> paciente y sumiso <strong>Cristo</strong> mientras colgaba, "levantado" sobre la cruz, como El anunció que<br />
acontecería, fue <strong>el</strong> horrendo "Si" que los emisarios d<strong>el</strong> diablo lanzaban contra El en la hora de su<br />
agonía mortal; así como en la hora de las tentaciones que padeció después de su bautismo, <strong>el</strong> propio<br />
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