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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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Judas era ladrón (12:6); y Jesús lo llamó diablo (6:70) e "hijo de perdición" (17:12). Véase en r<strong>el</strong>ación<br />

con ésto Doc. y Con 76:41-48.<br />

La precisa afirmación d<strong>el</strong> Señor de que uno de los Doce era un diablo (Juan 6:70. compárese con<br />

13:27; Lucas 22:3) es evidencia de que <strong>Cristo</strong> conocía las perversas tendencias de Judas Iscariote. Por<br />

otra parte, sus palabras: "Yo sé a quienes he <strong>el</strong>egido", junto con la explicación de que por motivo de<br />

esa <strong>el</strong>ección que El había hecho se cumplirían las Escrituras, nos da a entender que El sabía todo esto<br />

al <strong>el</strong>egir a los Doce. Así como la muerte expiatoria d<strong>el</strong> Cordero de Dios fue prevista y predicha, en<br />

igual manera se supieron de antemano las circunstancias de la traición. Sería contrario a la letra, así<br />

como al espíritu de la palabra rev<strong>el</strong>ada, decir que se privó al inf<strong>el</strong>iz Iscariote en lo más mínimo de su<br />

libertad o albedrío, en cuanto al curso que siguió hasta su execrable consumación. Tuvo la misma<br />

oportunidad y privilegio, ofrecidos a los Doce, de vivir a la luz de la presencia personal d<strong>el</strong> Señor, y<br />

recibir de fuente divina la rev<strong>el</strong>ación de los propósitos de Dios. Judas Iscariote no fue víctima de las<br />

circunstancias ni tampoco un instrumento insensible movido por un poder sobre humano, sino en<br />

proporción a lo que él de su propia voluntad se entregó a Satanás y aceptó su paga como empleado d<strong>el</strong><br />

diablo. Si Judas hubiese permanecido fi<strong>el</strong>, se habrían utilizado otros medios, aparte de su perfidia, para<br />

llevar al Cordero al matadero. Su ordenación como apóstol le proporcionó oportunidades y privilegios<br />

mayores que los de aqu<strong>el</strong>los que no son llamados y ordenados en tal forma; y con esta bendita<br />

posibilidad para obrar en <strong>el</strong> sen-icio de Dios vino la capacidad correspondiente para caer. Un alto<br />

oficial de confianza de un gobierno puede cometer actos de traición y perfidia que le son imposibles al<br />

ciudadano que jamás se ha dado cuenta de los secretos de la nación. Con <strong>el</strong> ad<strong>el</strong>anto viene mayor<br />

responsabilidad, y esto sucede más literalmente en los asuntos d<strong>el</strong> reino de Dios que en las<br />

instituciones de los hombres.<br />

Parece haber una discrepancia entre la narración de la muerte de Judas Iscariote según S. Mateo<br />

(27:3-10), y la que leemos en Hechos 1:16-20. De acuerdo con la primera, Judas se ahorcó; la segunda<br />

dice que cayó de cabeza "y todas sus entrañas se derramaron". Si ambos escritos son acertados, <strong>el</strong><br />

desdichado probablemente se ahorcó, y luego cayó, posiblemente por haberse roto la cuerda o la rama<br />

a la cual se hallaba atada. Mateo dice que los principales sacerdotes compraron <strong>el</strong> "campo de sangre";<br />

<strong>el</strong> autor de los Hechos cita las palabras de Pedro, de que Judas adquirió <strong>el</strong> campo con la paga que<br />

recibió de los sacerdotes. En vista de que se compró <strong>el</strong> terreno con <strong>el</strong> dinero que había sido d<strong>el</strong><br />

Iscariote, y como los oficiales d<strong>el</strong> templo se negaron a aceptar formalmente <strong>el</strong> dinero que les quiso<br />

devolver, técnicamente <strong>el</strong> campo comprado pertenecía a los bienes de Judas. La única importancia que<br />

podemos atribuir a las variaciones es que indican la independencia de sus autores. Ambas narraciones<br />

concuerdan en <strong>el</strong> hecho esencial de que Judas murió miserablemente.<br />

Concerniente al destino de los "hijos de perdición," <strong>el</strong> Señor ha dado una descripción parcial pero<br />

impresionante, por medio de una rev<strong>el</strong>ación fechada <strong>el</strong> 16 de febrero de 1832: "Así dice <strong>el</strong> Señor concerniente<br />

a todos los que conocen mi poder y han participado de él, y se han dejado vencer por <strong>el</strong><br />

poder d<strong>el</strong> diablo, negando la verdad y desafiando mi poder. Estos son los hijos de perdición, de<br />

quienes digo que mejor hubiera sido para <strong>el</strong>los no haber nacido; porque son vasos de enojo,<br />

condenados a padecer la ira de Dios con <strong>el</strong> diablo y sus áng<strong>el</strong>es en la eternidad; concerniente a los<br />

cuales he dicho que no hay perdón en este mundo ni en <strong>el</strong> venidero, habiendo negado al Espíritu Santo<br />

después de haberlo recibido, y habiendo negado al Unigénito d<strong>el</strong> Padre, crucificándolo para sí mismos<br />

y exponiéndolo a pleno vituperio. Estos son los que irán al lago de fuego y azufre, con <strong>el</strong> diablo y sus<br />

áng<strong>el</strong>es; y los únicos sobre los cuales tendrá poder alguno la segunda muerte . . . Por tanto, a todos<br />

salva él menos a <strong>el</strong>los. Estos irán al suplicio sempiterno, que es suplicio sin fin, suplicio eterno, para<br />

reinal con <strong>el</strong> diablo y sus áng<strong>el</strong>es por las eternidades, en donde su gusano no muere y <strong>el</strong> fuego no se<br />

apaga, lo cual es su tormento. Y ningún hombre sabe ni su fin, ni su lugar, ni su tormento; ni tampoco<br />

fue, ni es, ni será rev<strong>el</strong>ado al hombre, salvo a quienes participan en <strong>el</strong>lo; sin embargo, yo, <strong>el</strong> Señor, lo<br />

enseño en visión a muchos, pero luego lo retiro; por consiguiente, no comprenden su fin, su anchura,<br />

su altura, su profundidad o su miseria, ni tampoco hombre alguno, sino aqu<strong>el</strong>los que son ordenados<br />

para esta condenación."—Doc. y Con. 76:31-37, 44-48.<br />

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