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pudo disimular, su portavoz, probablemente Caifas, contestó: "Si éste no fuera malhechor, no te lo<br />
habríamos entregado." Ahora fue Pilato quien a su vez sintió, o por lo menos fingió resentimiento, y<br />
contestó en substancia: Muy bien; si no queréis presentar la acusación en forma debida, tomadlo y<br />
juzgadlo de acuerdo con vuestra ley, y no me molestéis con <strong>el</strong> asunto. Pero los judíos replicaron: "A<br />
nosotros no nos está permitido dar muerte a nadie."<br />
Juan <strong>el</strong> Apóstol indica con estas últimas palabras la determinación de los judíos de causar la<br />
muerte de Jesús, no sólo con la aprobación de Roma, sino por verdugos romanos; pues, como desde<br />
luego podemos ver, si Pilato hubiese aprobado la sentencia de muerte y entregado <strong>el</strong> prisionero a los<br />
judíos para que <strong>el</strong>los la impusieran, Jesús habría sido apedreado, de acuerdo con <strong>el</strong> castigo hebreo<br />
decretado para la blasfemia. Por otra parte, <strong>el</strong> Señor había predicho claramente que moriría<br />
crucificado, método romano de ejecutar a los reos, pero nunca practicado por los judíos. Además, si<br />
los magistrados judíos, hubiesen ejecutado a Jesús, aun con la aprobación d<strong>el</strong> gobierno, podría haber<br />
provocado una insurrección entre <strong>el</strong> pueblo, porque había muchos que creían en El. Los astutos<br />
jerarcas estaban resu<strong>el</strong>tos a causar que fuera muerto bajo la condenación de Roma.<br />
"Y comenzaron a acusarle, diciendo: A este hemos hallado que pervierte a la nación, que prohibe<br />
dar tributo a César, diciendo que él mismo es <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, un rey." Es importante notar que ninguna<br />
acusación de blasfemia se presentó a Pilato, pues de haberlo hecho, <strong>el</strong> gobernador, pagano consumado<br />
de corazón y pensamientos, probablemente habría declarado que la acusación no merecía ser llevada a<br />
juicio; porque Roma con sus muchos dioses—cuyo número aumentaba constantemente por motivo de<br />
la entonces común deificación pagana de seres mortales—no reconocía la ofensa de blasfemia como la<br />
interpretaban los judíos. Los miembros acusadores d<strong>el</strong> Sanedrín no vacilaron en reemplazar <strong>el</strong> d<strong>el</strong>ito<br />
de blasfemia, <strong>el</strong> crimen de mayor gravedad conocido en <strong>el</strong> código hebreo, con <strong>el</strong> de alta traición,<br />
que constituía la ofensa más grave en la categoría romana de crímenes. A las vociferas acusaciones de<br />
los principales sacerdotes y ancianos, <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> tranquilo y circunspecto no se dignó dar respuesta. Les<br />
había hablado por la última vez, hasta la época señalada d<strong>el</strong> otro juicio en cual El será <strong>el</strong> juez, y <strong>el</strong>los<br />
los prisioneros ante <strong>el</strong> tribunal.<br />
La conducta sumisa, pero a la vez majestuosa de Jesús, sorprendió a Pilato; ciertamente aqu<strong>el</strong><br />
hombre tenía un porte real; nunca había comparecido d<strong>el</strong>ante de él otro Ser semejante. Sin embargo, la<br />
acusación era grave; los hombres que aspiraban a un trono podían ser p<strong>el</strong>igrosos para Roma; mas con<br />
todo, <strong>el</strong> Acusado nada decía o contestaba a los cargos que se le hacían. Entrando en <strong>el</strong> pretorio, Pilato<br />
mandó que le llevaran a Jesús.' El r<strong>el</strong>ato detallado de los acontecimientos, preservado en <strong>el</strong> cuarto<br />
Evang<strong>el</strong>io, da a entender que también entraron algunos de los discípulos, entre los cuales casi es<br />
seguro que se hallaba Juan. Cualquier persona podía entrar libremente, porque la publicidad era uno<br />
de los aspectos efectiva y expresamente proclamados de los juicios romanos.<br />
Manifiestamente sin ninguna animosidad o prejucios contra Jesús, Pilato le preguntó: "¿Eres tú <strong>el</strong><br />
Rey de los judíos?" Jesús le contestó: "¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?"<br />
Como lo indica la respuesta de Pilato, la pregunta con que nuestro Señor contestó la otra, dio a<br />
entender, y tenía por objeto que así se entendiera, como lo expresaríamos nosotros: ¿Preguntas esto<br />
con significado romano y literal—si soy de un reino terrenal—o con <strong>el</strong> significado judío y más<br />
espiritual? Si hubiera respondido "sí" directamente, habría sido cierto en <strong>el</strong> sentido mesiánico, pero<br />
incorrecto en cuanto a su significado terrenal; y a la inversa, un "no" podría haberse entendido como<br />
verdadero o falso. De modo que Pilato le respondió: "¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los<br />
principales sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho? Respondió Jesús: Mi reino no es de este<br />
mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores p<strong>el</strong>earían para que yo no fuera entregado a los<br />
judíos; pero mi reino no es de aquí. Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú<br />
dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la<br />
verdad. Todo aqu<strong>el</strong> que es de la verdad, oye mi voz."<br />
El gobernador romano comprendió claramente que aqu<strong>el</strong> Varón notable, con sus altos conceptos<br />
de un reino que no era de este mundo, y un imperio de verdad que El había de gobernar, no era ningún<br />
insurrecto político; y que sería absurdo considerarlo como una amenaza a las instituciones romanas.<br />
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