Jesus el Cristo - Cumorah.org

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Gabriel, enviado de la presencia de Dios a la virgen escogida de Nazaret, repitió la bendita promesa poco antes de su cumplimiento. De acuerdo con lo que le fue revelado al profeta Isaías, y lo que éste proclamó, el futuro Señor representaba la Rama viva que brotaría del tronco imperecedero simbolizado por la familia de Isaí; la Piedra de fortaleza que surtiría estabilidad a Sión; el Pastor de la casa de Israel; la Luz del mundo, así a los gentiles como a los judíos; Jefe y Maestro de su pueblo. Esta misma voz inspirada predijo al precursor que clamaría en el desierto: "Preparad camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios." A Isaías le fue permitido leer los anales de lo futuro, en lo concerniente a muchas situaciones particulares relacionadas con la vida humilde y muerte expiatoria del Mesías. El profeta vio en El a Uno que sería despreciado y desechado entre los hombres; un Varón de dolores, experimentado en quebrantos; Uno que sería herido y molido por las transgresiones de la raza humana, y a quien sería imputado el castigo de las iniquidades de todos nosotros: un Sacrificio paciente y dispuesto, mudo en la aflicción, como cordero que es llevado al matadero. Con igual certeza profética fue declarada la muerte del Señor entre pecadores, y su sepultura en la tumba de los ricos. A Jeremías vino con toda claridad la palabra del Señor, anunciando el advenimiento cierto del Rey, por medio del cual se aseguraría el rescate de Judá y de Israel; el Príncipe de la casa de David, por medio de quien habría de realizarse la promesa divina otorgada al hijo de Isaí. Bajo la influencia del mismo espíritu profetizaron Ezequiel, Oseas y Miqueas. En medio de sus profecías fatídicas, Zacarías prorrumpe en acción de gracias y alabanzas, en alegre apostrofe, al ver en visión la sublimidad sencilla de la entrada triunfal del Rey en la ciudad de David. Entonces el profeta lamenta el llanto de la nación afligida que, como se había previsto, traspasaría al Salvador del género humano, aun hasta la muerte; y declara que cuando su propio pueblo, agobiado por el pesar, le pregunte: "¿Qué heridas son éstas en tus manos? Y él responderá: Con ellas fui herido en casa de mis amigos." Y aun se predijo, como si fuera en parábola, la cantidad precisa que habría de pagarse por la traición del Cristo. El testimonio del Señor resucitado convierte en incontrovertible el hecho de que estas afirmaciones de los profetas del Antiguo Testamento se referían a Jesucristo y a El únicamente. A los apóstoles que se hallaban reunidos El dijo: "Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras; y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día." Juan el Bautista, cuyo ministerio precedió inmediatamente el de Cristo, proclamó la venida de Uno más poderoso que él, Uno que bautizaría con el Espíritu Santo; y categóricamente declaró que Jesús de Nazaret era el Hijo de Dios, el Cordero que tomaría sobre sí la carga de los pecados del mundo. Las predicciones hasta aquí citadas sobre la vida, ministerio y muerte del Señor Jesús, son las palabras de los profetas que, con excepción de Adán y Enoc, vivieron y murieron en el hemisferio oriental. Todos, salvo Juan el Bautista, son de la época del Antiguo Testamento, y éste, contemporáneo del Cristo en la carne, figura en los primeros capítulos de los Evangelios. Es importante saber que las Escrituras del hemisferio occidental en igual manera declaran explícitamente esta gran verdad de que el Hijo de Dios nacería en la carne. El Libro de Mormón contiene la historia de una colonia de israelitas, de la tribu de José, que salieron de Jerusalén 600 años antes del nacimiento de Cristo, durante el reinado de Sedecías, rey de Judá, en vísperas de la conquista de Judea por Nabucodonosor y la inauguración del cautiverio babilónico. Esta colonia fue llevada por dirección divina al continente americano, en el cual llegaron a ser un pueblo numeroso y fuerte; y esto a pesar de que, divididos por las disensiones, formaron dos naciones enemigas, conocidas respectivamente como nefitas y lamanitas. Mientras aquéllos fomentaron las artes de la industria y la cultura, y escribieron unos anales en los que incorporaron su historia y Escrituras, éstos se volvieron degenerados y viles. Los nefitas fueron aniquilados en el año 400 de nuestra era, pero los lamanitas siguieron viviendo en 32

su estado degradado, y en la actualidad son conocidos como los indios americanos. Abundan en los anales nefitas, desde su origen hasta el tiempo del nacimiento de nuestro Señor, predicciones y promesas concernientes al Cristo; y a esta historia sigue una relación de la visita real del Salvador resucitado entre los nefitas, así como del establecimiento de su Iglesia entre ellos. El Señor había revelado a Lehi, director de la colonia, el tiempo, lugar y manera del entonces futuro advenimiento de Cristo, junto con muchos datos importantes de su ministerio y la obra preparatoria de Juan como su precursor. Se recibió esta revelación mientras la compañía viajaba por el desierto de Arabia, antes de cruzar las grandes aguas. Nefi, uno de los hijos de Lehi y sucesor suyo en el nombramiento profé-tico, escribió la profecía en esta forma: "Sí, seiscientos años después que mi padre saliera de Jerusalén, el Señor Dios levantaría un profeta entre los judíos: sí, un Mesías, o en otras palabras, un Salvador del mundo. Y también les habló concerniente a los profetas: del gran número de ellos que habían testificado de estas cosas relativas a este Mesías de quién él había hablado, o de este Redentor del mundo. Por lo tanto, toda la humanidad se hallaba en un estado caído y perdido; y así estarían siempre, a menos que confiasen en este Redentor. Y también les habló acerca de un profeta que había de preceder al Mesías para preparar la vía del Señor; sí, y que proclamaría en el desierto: Preparad la vía del Señor y enderezad sus senderos, porque entre vosotros está aquel a quien no conocéis; más poderoso es que yo, y la correa de su zapato no soy digno de desatar. Y mi padre habló mucho de estas cosas. Y también dijo que bautizaría en Betábara, al otro lado del Jordán; y añadió que bautizaría en el agua, y que aun el Mesías mismo sería bautizado por él en el agua; y que después de haber bautizado al Mesías en el agua, vería y daría testimonio de haber bautizado al Cordero de Dios, que quitaría los pecados del mundo. Y aconteció que después de haber dicho esto, mi padre habló con mis hermanos tocante al evangelio que sería predicado entre los judíos, y tocante a la caída de los judíos en la incredulidad. Y luego que hubiesen matado al Mesías que había de venir, sí, después de haberlo matado, resucitaría de entre los muertos y se manifestaría a los gentiles por medio del Espíritu Santo." Nefi escribió en una época posterior, ya no como el cronista de su padre, sino como profeta y revelador que declaraba la palabra de Dios cual ahora le era revelada. Le fue permitido ver en visión y declarar a su pueblo las circunstancias del nacimiento del Mesías, su bautismo por Juan y el ministerio del Espíritu Santo con el signo acompañante de la paloma; vio a nuestro Señor obrar como Maestro de justicia entre el pueblo, y sanar a los afligidos y echar fuera a los espíritus malos; vio y dio testimonio de las escenas trágicas sobre el Calvario; presenció y predijo el nombramiento de los Doce escogidos, los apóstoles del Cordero, porque así los llamó el ángel que le manifestó la visión. Además, habló de la iniquidad de los judíos, a quienes vio combatiendo a los apóstoles. La portentosa profecía termina diciendo: "Y me dijo otra vez el ángel del Señor: Así serán destruidas todas las naciones, familias, lenguas y pueblos que combatan contra los doce apóstoles del Cordero." Poco después de la defección que estableció la separación en nefitas y lamanitas, Jacob, hermano de Nefi, volvió a profetizar acerca de la venida segura del Mesías, declarando particularmente que ejercería su ministerio en Jerusalén y afirmando la necesidad de su muerte expiatoria como el medio designado para redimir a la humanidad. En el curso de su atrevida denunciación del pecado, delante del impío rey Noé, el profeta Abinadí predijo acerca del Cristo que habría de venir; y el justo rey Benjamín, que era a la vez profeta y rey, proclamó la misma verdad importante a su pueblo unos 125 años antes de Cristo. Lo mismo predicó Alma en su amonestación inspirada a Coriantón, su hijo rebelde; y también Amúlele, mientras discutía con Zeezrom. Igual cosa proclamó el profeta lamanita Samuel, apenas cinco años antes del acontecimiento. Además, enumeró las señas por medio de las cuales se daría a conocer al pueblo del mundo occidental el nacimiento de Jesús en Judea. Sus palabras fueron: "He aquí, os doy una señal, porque han de pasar cinco años más, y he aquí, entonces vendrá el Hijo de Dios para redimir a todos los que creyeren en su nombre. Y he aquí, esto os daré por señal" del tiempo de su venida: porque he aquí, aparecerán grandes luces en el cielo, de modo que no habrá obscuridad durante la noche que precederá su venida, y a los hombres les parecerá que es de día. Por tanto, habrá un día, una noche y otro día, como si fuera un solo día y no hubiera noche; y esto os será por señal; porque veréis la puesta 33

su estado degradado, y en la actualidad son conocidos como los indios americanos.<br />

Abundan en los anales nefitas, desde su origen hasta <strong>el</strong> tiempo d<strong>el</strong> nacimiento de nuestro Señor,<br />

predicciones y promesas concernientes al <strong>Cristo</strong>; y a esta historia sigue una r<strong>el</strong>ación de la visita real<br />

d<strong>el</strong> Salvador resucitado entre los nefitas, así como d<strong>el</strong> establecimiento de su Iglesia entre <strong>el</strong>los. El<br />

Señor había rev<strong>el</strong>ado a Lehi, director de la colonia, <strong>el</strong> tiempo, lugar y manera d<strong>el</strong> entonces futuro<br />

advenimiento de <strong>Cristo</strong>, junto con muchos datos importantes de su ministerio y la obra preparatoria de<br />

Juan como su precursor. Se recibió esta rev<strong>el</strong>ación mientras la compañía viajaba por <strong>el</strong> desierto de<br />

Arabia, antes de cruzar las grandes aguas. Nefi, uno de los hijos de Lehi y sucesor suyo en <strong>el</strong><br />

nombramiento profé-tico, escribió la profecía en esta forma:<br />

"Sí, seiscientos años después que mi padre saliera de Jerusalén, <strong>el</strong> Señor Dios levantaría un profeta<br />

entre los judíos: sí, un Mesías, o en otras palabras, un Salvador d<strong>el</strong> mundo. Y también les habló<br />

concerniente a los profetas: d<strong>el</strong> gran número de <strong>el</strong>los que habían testificado de estas cosas r<strong>el</strong>ativas a<br />

este Mesías de quién él había hablado, o de este Redentor d<strong>el</strong> mundo. Por lo tanto, toda la humanidad<br />

se hallaba en un estado caído y perdido; y así estarían siempre, a menos que confiasen en este<br />

Redentor. Y también les habló acerca de un profeta que había de preceder al Mesías para preparar la<br />

vía d<strong>el</strong> Señor; sí, y que proclamaría en <strong>el</strong> desierto: Preparad la vía d<strong>el</strong> Señor y enderezad sus senderos,<br />

porque entre vosotros está aqu<strong>el</strong> a quien no conocéis; más poderoso es que yo, y la correa de su zapato<br />

no soy digno de desatar. Y mi padre habló mucho de estas cosas. Y también dijo que bautizaría en<br />

Betábara, al otro lado d<strong>el</strong> Jordán; y añadió que bautizaría en <strong>el</strong> agua, y que aun <strong>el</strong> Mesías mismo sería<br />

bautizado por él en <strong>el</strong> agua; y que después de haber bautizado al Mesías en <strong>el</strong> agua, vería y daría<br />

testimonio de haber bautizado al Cordero de Dios, que quitaría los pecados d<strong>el</strong> mundo. Y aconteció<br />

que después de haber dicho esto, mi padre habló con mis hermanos tocante al evang<strong>el</strong>io que sería<br />

predicado entre los judíos, y tocante a la caída de los judíos en la incredulidad. Y luego que hubiesen<br />

matado al Mesías que había de venir, sí, después de haberlo matado, resucitaría de entre los muertos y<br />

se manifestaría a los gentiles por medio d<strong>el</strong> Espíritu Santo."<br />

Nefi escribió en una época posterior, ya no como <strong>el</strong> cronista de su padre, sino como profeta y<br />

rev<strong>el</strong>ador que declaraba la palabra de Dios cual ahora le era rev<strong>el</strong>ada. Le fue permitido ver en visión y<br />

declarar a su pueblo las circunstancias d<strong>el</strong> nacimiento d<strong>el</strong> Mesías, su bautismo por Juan y <strong>el</strong> ministerio<br />

d<strong>el</strong> Espíritu Santo con <strong>el</strong> signo acompañante de la paloma; vio a nuestro Señor obrar como Maestro de<br />

justicia entre <strong>el</strong> pueblo, y sanar a los afligidos y echar fuera a los espíritus malos; vio y dio testimonio<br />

de las escenas trágicas sobre <strong>el</strong> Calvario; presenció y predijo <strong>el</strong> nombramiento de los Doce escogidos,<br />

los apóstoles d<strong>el</strong> Cordero, porque así los llamó <strong>el</strong> áng<strong>el</strong> que le manifestó la visión. Además, habló de<br />

la iniquidad de los judíos, a quienes vio combatiendo a los apóstoles. La portentosa profecía termina<br />

diciendo: "Y me dijo otra vez <strong>el</strong> áng<strong>el</strong> d<strong>el</strong> Señor: Así serán destruidas todas las naciones, familias,<br />

lenguas y pueblos que combatan contra los doce apóstoles d<strong>el</strong> Cordero." Poco después de la defección<br />

que estableció la separación en nefitas y lamanitas, Jacob, hermano de Nefi, volvió a profetizar acerca<br />

de la venida segura d<strong>el</strong> Mesías, declarando particularmente que ejercería su ministerio en Jerusalén y<br />

afirmando la necesidad de su muerte expiatoria como <strong>el</strong> medio designado para redimir a la humanidad.<br />

En <strong>el</strong> curso de su atrevida denunciación d<strong>el</strong> pecado, d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> impío rey Noé, <strong>el</strong> profeta Abinadí<br />

predijo acerca d<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong> que habría de venir; y <strong>el</strong> justo rey Benjamín, que era a la vez profeta y rey,<br />

proclamó la misma verdad importante a su pueblo unos 125 años antes de <strong>Cristo</strong>. Lo mismo predicó<br />

Alma en su amonestación inspirada a Coriantón, su hijo reb<strong>el</strong>de; y también Amúl<strong>el</strong>e, mientras discutía<br />

con Zeezrom. Igual cosa proclamó <strong>el</strong> profeta lamanita Samu<strong>el</strong>, apenas cinco años antes d<strong>el</strong><br />

acontecimiento. Además, enumeró las señas por medio de las cuales se daría a conocer al pueblo d<strong>el</strong><br />

mundo occidental <strong>el</strong> nacimiento de Jesús en Judea. Sus palabras fueron: "He aquí, os doy una señal,<br />

porque han de pasar cinco años más, y he aquí, entonces vendrá <strong>el</strong> Hijo de Dios para redimir a todos<br />

los que creyeren en su nombre. Y he aquí, esto os daré por señal" d<strong>el</strong> tiempo de su venida: porque he<br />

aquí, aparecerán grandes luces en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, de modo que no habrá obscuridad durante la noche que<br />

precederá su venida, y a los hombres les parecerá que es de día. Por tanto, habrá un día, una noche y<br />

otro día, como si fuera un solo día y no hubiera noche; y esto os será por señal; porque veréis la puesta<br />

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