Jesus el Cristo - Cumorah.org

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03.05.2015 Views

opa, a pesar de sus necesidades; tampoco lo habían visitado aunque estuvo enfermo, ni atendido a sus necesidades hallándose preso. Con la desesperación de su angustia éstos preguntarán dónde y cuándo tuvieron la oportunidad de consolarlo, y El les responderá: "De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis." Los justos serán recibidos con esta bienvenida: "Venid, benditos de mi Padre"; los inicuos recibirán esta terrible condena: "Apartaos de mí, malditos." La vida eterna constituye la recompensa de valor inestimable; el castigo sin fin, la condenación insondable. Considerando como un solo discurso las dos parábolas y enseñanzas que las acompañaron, hallamos en él esa unidad de tema y particularidad de detalle que al mismo tiempo comunica al conjunto una belleza y valor que sobrepuja la suma de estas cualidades manifestadas en sus distintas partes. En la historia de las vírgenes se ejemplifican la vigilancia en la causa del Señor y el peligro de la falta de preparación; los rasgos principales de la de los talentos son la obra diligente y los resultados calamitosos de la desidia. Estos dos aspectos del servicio son de importancia recíproca y complementaria; tan necesario es saber esperar en ciertas ocasiones como trabajar en otras. Claramente queda manifestado que habrá un período muy extenso entre la partida del Señor y su vuelta en gloria, como se ve en el caso del Esposo que se tardó y en la ausencia del Maestro que se ausentó, "yéndose lejos". El sublime resumen de este discurso sin paralelo es la certeza absoluta de que el Cristo vendrá a ejecutar su juicio sobre la tierra, mediante el cual toda alma recibirá de acuerdo con lo que merezca. OTRA PREDICCIÓN PRECISA DE LA MUERTE DEL SEÑOR. Tras las instrucciones impartidas a los apóstoles mientras descansaba en el Monte de los Olivos, y probablemente al dirigir sus pasos hacia Betania esa tarde, Jesús les recordó a los Doce el espantoso destino que lo esperaba, y detalló el tiempo de su traición y la manera de su muerte. "Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua—les dijo—y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado." NOTAS AL CAPITULO 32. 1. Rápido cumplimiento de las profecías del Señor.—En lo concerniente al cumplimiento literal de las profecías del Señor referentes a la época que seguiría inmediatamente después de su ascensión hasta la destrucción de Jerusalén, se hace necesario referir al estudiante a las Escrituras y a otras historias. Aquí sólo se intentará presentar un breve resumen de los acontecimientos más notables. Sobre el asunto de las guerras y rumores de guerras, véase Antiquities of the Jews, por Josefo, xvii, capítulo 9, y Wars of the ¡ews, por el mismo autor, ii, capítulo 10. La segunda cita se refiere al decreto de Calígula, de que su estatua se erigiera en el templo y fuera debidamente reverenciada. Los judíos protestaron tan vigorosamente, que les fue declarada la guerra, pero se evitó con la muerte del emperador. Refiriéndose a la muerte de Calígula, Josefo escribe que "sucedió en la mejor oportunidad para nuestra nación particular.. la cual habría perecido por completo si no hubiese fallecido tan repentinamente". Los emperadores Claudio y Nerón, respectivamente. amenazaron a los judíos con una guerra. Nación se levantó contra nación, como por ejemplo, en el asalto de los griegos y sirios sobre los judíos, en el cual murieron 50.000 judíos en Seleucia sobre el Tigris, y 20.000 en Cesárea, 13.000 en Escitópolis y 2.500 en Ascalón. El hambre y la peste consiguiente prevalecieron durante el reinado de Claudio (años 41-54), calamidad particular predicha por inspiración, por conducto de Agabo. (Hechos 11:28) El hambre fue muy severa en Palestina. (Antiquities, de Josefo, xx, capítulo 2) Entre la muerte 308

de Cristo y la destrucción de Jerusalén ocurrieron terremotos con frecuencia alarmante y de severidad extraordinaria, particularmente en Siria, Macedonia, Campania y Acaya. Véase los Anales de Tácito, libros xii y xiv; y para la relación de los violentos movimientos sísmicos ocurridos en Roma, véase Vidas de los Césares por Suetonio. Josefo (Wars, iv, capítulo 4) habla de un terremoto particularmente severo que azotó parte de Judea, junto con el cual hubo "asombrosas conmociones y bramidos de la tierra, indicación manifiesta de que alguna destrucción iba a sobrevenir a los hombres". La profecía de "terror y grandes señales del cielo" que hallamos en S. Lucas, se cumplió con los fenomenales acontecimientos descritos por Josefo. (Wars of the ]ews, Prefacio) En su comentario sobre los pasajes del capítulo 24 de Mateo, el doctor Adam Clark dice lo siguiente acerca de la persecución que vino sobre los apóstoles y otros, así como de su comparecencia ante reyes: "No necesitamos ir más allá de los Hechos de los Apóstoles para ver el cumplimiento de estas cosas. Unos, como Pedro y Juan, fueron llevados ante concilios (Hech. 4:5); otros, ante gobernadores y reyes, como Pablo delante de Galión (Hech. 18:12); delante de Félix (cap. 24); delante de Festo y Agripa (cap. 25). Algunos fueron bendecidos con palabras y sabiduría que sus adversarios no pudieron resistir; así fue con Esteban (6:10), y con Pablo, que hizo estremecer al propio Félix (24:25). Varios de ellos fueron encarcelados, por ejemplo. Pedro y Juan (4:3); otros recibieron azotes, como Pablo y Silas (16:23); otros fueron muertos, como Esteban (7:59) y Santiago. hermano de Juan (12:2) Pero si vamos más allá del libro de los Hechos de los Apóstoles a las sangrientas persecuciones bajo Nerón, hallaremos que estas profecías se cumplieron más ampliamente aún. En estas murieron innumerables cristianos, además de los dos grandes defensores de la fe, Pedro y Pablo. Fue, como lo afirma Tertuliano, una guerra contra el nombre mismo de Cristo, porque sólo con el hecho de ser llamado cristiano, un individuo era considerado culpable de un crimen de bastante gravedad, por llevar ese nombre, para ser condenado a muerte. Así se cumplieron fielmente las palabras de nuestro Salvador, de que serían aborrecidos de todas las gentes por causa de su nombre." Hubo entre los falsos profetas, y otros que aparentaban ser ministros debidamente acreditados de Cristo, individuos como Simón el mago, que llevó a muchos tras sí (Hech. 8:9, 13, 18-24; véase también The Great Apostasy, por el autor, 7:1, 2); Menandro, Dositeo, Teudas y los falsos apóstoles a que se refiere Pablo (2 Cor. 11:13) y otros, tales como Himeneo y Fileto (2 Tim. 2:17, 18). El Commentary de Dummelow aplica a esta circunstancia la crónica de Josefo concerniente a "un cuerpo de hombres perversos que, fingiendo obrar bajo inspiración divina, engañaron y embaucaron a la gente, convinciendo a las multitudes a que actuaran como locos, y sonsacándolas al desierto con el pretexto de que allí Dios les enseñaría las señales del triunfo". Compárese con 2 Pedro 2:1; 1 Juan 2:18; 4:1. La apostasía mundial, que resultó de la corrupción dentro de la Iglesia y de la persecución externa, atestigua que el amor de muchos efectivamente se enfrió antes, así como después, de la destrucción de Jerusalén. (Véase The Great Apostasy, caps. 3-9) La predicación del evangelio del reino "en todo el mundo" fue una característica tan verdaderamente esencial del período apostólico, como lo es de la dispensación actual o postrera. Se ha escrito que una de las maravillas de la historia fue la rápida difusión del evangelio y el crecimiento fenomenal de la Iglesia bajo la dirección de los apóstoles antiguos. {The Great Apostasy, 1:21, y la cita de Eusebio) Unos treinta años después de la ascensión de Cristo, el apóstol Pablo afirmó que el evangelio ya había sido llevado a toda nación y predicado "en toda la creación que está debajo del cielo". (Col. 1:23; compárese con el versículo 6) La "abominación desoladora" que el Señor citó de la profecía de Daniel se cumplió totalmente durante el sitio puesto a Jerusalén por el ejército romano (Compárese con Lucas 21:20, 21). Para los judíos las insignias e imágenes de los romanos era una abominación repugnante. Josefo (Wars vi, capítulo 6) declara que se colocaron las insignias romanas dentro del templo y que los soldados ofrecieron sacrificios ante ellas. Los miembros de la Iglesia obedecieron en forma tan general la amonestación de que todos los de Jerusalén y Judea huyeran a las montañas cuando los ejércitos comenzaran a rodear la ciudad, que según los primeros cronistas de la Iglesia, no pereció un solo cristiano en el terrible sitio (Véase 309

de <strong>Cristo</strong> y la destrucción de Jerusalén ocurrieron terremotos con frecuencia alarmante y de severidad<br />

extraordinaria, particularmente en Siria, Macedonia, Campania y Acaya. Véase los Anales de Tácito,<br />

libros xii y xiv; y para la r<strong>el</strong>ación de los violentos movimientos sísmicos ocurridos en Roma, véase<br />

Vidas de los Césares por Suetonio. Josefo (Wars, iv, capítulo 4) habla de un terremoto particularmente<br />

severo que azotó parte de Judea, junto con <strong>el</strong> cual hubo "asombrosas conmociones y bramidos de la<br />

tierra, indicación manifiesta de que alguna destrucción iba a sobrevenir a los hombres". La profecía de<br />

"terror y grandes señales d<strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o" que hallamos en S. Lucas, se cumplió con los fenomenales<br />

acontecimientos descritos por Josefo. (Wars of the ]ews, Prefacio)<br />

En su comentario sobre los pasajes d<strong>el</strong> capítulo 24 de Mateo, <strong>el</strong> doctor Adam Clark dice lo<br />

siguiente acerca de la persecución que vino sobre los apóstoles y otros, así como de su comparecencia<br />

ante reyes: "No necesitamos ir más allá de los Hechos de los Apóstoles para ver <strong>el</strong> cumplimiento de<br />

estas cosas. Unos, como Pedro y Juan, fueron llevados ante concilios (Hech. 4:5); otros, ante<br />

gobernadores y reyes, como Pablo d<strong>el</strong>ante de Galión (Hech. 18:12); d<strong>el</strong>ante de Félix (cap. 24); d<strong>el</strong>ante<br />

de Festo y Agripa (cap. 25). Algunos fueron bendecidos con palabras y sabiduría que sus adversarios<br />

no pudieron resistir; así fue con Esteban (6:10), y con Pablo, que hizo estremecer al propio Félix<br />

(24:25). Varios de <strong>el</strong>los fueron encarc<strong>el</strong>ados, por ejemplo. Pedro y Juan (4:3); otros recibieron azotes,<br />

como Pablo y Silas (16:23); otros fueron muertos, como Esteban (7:59) y Santiago. hermano de Juan<br />

(12:2) Pero si vamos más allá d<strong>el</strong> libro de los Hechos de los Apóstoles a las sangrientas persecuciones<br />

bajo Nerón, hallaremos que estas profecías se cumplieron más ampliamente aún. En estas murieron<br />

innumerables cristianos, además de los dos grandes defensores de la fe, Pedro y Pablo. Fue, como lo<br />

afirma Tertuliano, una guerra contra <strong>el</strong> nombre mismo de <strong>Cristo</strong>, porque sólo con <strong>el</strong> hecho de ser<br />

llamado cristiano, un individuo era considerado culpable de un crimen de bastante gravedad, por<br />

llevar ese nombre, para ser condenado a muerte. Así se cumplieron fi<strong>el</strong>mente las palabras de nuestro<br />

Salvador, de que serían aborrecidos de todas las gentes por causa de su nombre."<br />

Hubo entre los falsos profetas, y otros que aparentaban ser ministros debidamente acreditados de<br />

<strong>Cristo</strong>, individuos como Simón <strong>el</strong> mago, que llevó a muchos tras sí (Hech. 8:9, 13, 18-24; véase<br />

también The Great Apostasy, por <strong>el</strong> autor, 7:1, 2); Menandro, Dositeo, Teudas y los falsos apóstoles a<br />

que se refiere Pablo (2 Cor. 11:13) y otros, tales como Himeneo y Fileto (2 Tim. 2:17, 18). El<br />

Commentary de Dumm<strong>el</strong>ow aplica a esta circunstancia la crónica de Josefo concerniente a "un cuerpo<br />

de hombres perversos que, fingiendo obrar bajo inspiración divina, engañaron y embaucaron a la<br />

gente, convinciendo a las multitudes a que actuaran como locos, y sonsacándolas al desierto con <strong>el</strong><br />

pretexto de que allí Dios les enseñaría las señales d<strong>el</strong> triunfo". Compárese con 2 Pedro 2:1; 1 Juan<br />

2:18; 4:1. La apostasía mundial, que resultó de la corrupción dentro de la Iglesia y de la persecución<br />

externa, atestigua que <strong>el</strong> amor de muchos efectivamente se enfrió antes, así como después, de la<br />

destrucción de Jerusalén. (Véase The Great Apostasy, caps. 3-9)<br />

La predicación d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io d<strong>el</strong> reino "en todo <strong>el</strong> mundo" fue una característica tan<br />

verdaderamente esencial d<strong>el</strong> período apostólico, como lo es de la dispensación actual o postrera. Se ha<br />

escrito que una de las maravillas de la historia fue la rápida difusión d<strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io y <strong>el</strong> crecimiento<br />

fenomenal de la Iglesia bajo la dirección de los apóstoles antiguos. {The Great Apostasy, 1:21, y la<br />

cita de Eusebio) Unos treinta años después de la ascensión de <strong>Cristo</strong>, <strong>el</strong> apóstol Pablo afirmó que <strong>el</strong><br />

evang<strong>el</strong>io ya había sido llevado a toda nación y predicado "en toda la creación que está debajo d<strong>el</strong><br />

ci<strong>el</strong>o". (Col. 1:23; compárese con <strong>el</strong> versículo 6)<br />

La "abominación desoladora" que <strong>el</strong> Señor citó de la profecía de Dani<strong>el</strong> se cumplió totalmente<br />

durante <strong>el</strong> sitio puesto a Jerusalén por <strong>el</strong> ejército romano (Compárese con Lucas 21:20, 21). Para los<br />

judíos las insignias e imágenes de los romanos era una abominación repugnante. Josefo (Wars vi,<br />

capítulo 6) declara que se colocaron las insignias romanas dentro d<strong>el</strong> templo y que los soldados<br />

ofrecieron sacrificios ante <strong>el</strong>las.<br />

Los miembros de la Iglesia obedecieron en forma tan general la amonestación de que todos los de<br />

Jerusalén y Judea huyeran a las montañas cuando los ejércitos comenzaran a rodear la ciudad, que<br />

según los primeros cronistas de la Iglesia, no pereció un solo cristiano en <strong>el</strong> terrible sitio (Véase<br />

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