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preconcertada; pero si le sobreviene la incertidumbre, puede descuidarse y <strong>el</strong> ladrón entrará y<br />
despojará la casa.<br />
Comparando una vez más a los apóstoles con los mayordomos debidamente nombrados de una<br />
casa, <strong>el</strong> Señor habló como si El fuera <strong>el</strong> padre de familia, y dijo: "Es como <strong>el</strong> hombre que yéndose<br />
lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y a cada uno su obra, y al portero mandó que v<strong>el</strong>ase.<br />
V<strong>el</strong>ad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá <strong>el</strong> señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o<br />
al canto d<strong>el</strong> gallo, o a la mañana; para que cuando venga de repente, no os halle durmiendo. Y lo que a<br />
vosotros digo, a todos lo digo: V<strong>el</strong>ad." Pero si <strong>el</strong> mayordomo se vu<strong>el</strong>ve negligente a causa de la larga<br />
ausencia de su amo, y se pone a festejar y dar rienda su<strong>el</strong>ta a sus gustos, o se vu<strong>el</strong>ve autocrático o<br />
injusto hacia sus consiervos, su señor llegará en la hora en que menos lo espere y consignará a ese mal<br />
siervo a un lugar entre los hipócritas, donde derramará amargas lágrimas de remordimiento y crujirá<br />
los dientes con impotente desesperación.<br />
LA NECESIDAD DE LA VIGILANCIA Y DILIGENCIA ILUSTRADA<br />
POR MEDIO DE PARÁBOLAS.<br />
Para impresionar más ind<strong>el</strong>eblemente en los apóstoles —y en <strong>el</strong> mundo, por conducto d<strong>el</strong><br />
ministerio subsiguiente de éstos—la necesidad absoluta de una vigilancia incesante y una diligencia<br />
resu<strong>el</strong>ta en los preparativos para la venida d<strong>el</strong> Señor en juicio, Jesús pintó por medio de parábolas la<br />
condición en que probablemente se hallará <strong>el</strong> género humano en los postreros tiempos. El primero de<br />
estos cuadros ilustrativos es la Parábola de las Diez Vírgenes. La única narración conocida es la que<br />
hallamos en S. Mateo, y dice así:<br />
"Entonces <strong>el</strong> reino de los ci<strong>el</strong>os será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron<br />
a recibir al esposo. Cinco de <strong>el</strong>las eran prudentes y cinco insensatas. Las insensatas, tomando sus<br />
lámparas, no tomaron consigo aceite; mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con<br />
sus lámparas. Y tardándose <strong>el</strong> esposo, cabecearon todas y se durmieron. Y a la medianoche se oyó un<br />
clamor: ¡Aquí viene <strong>el</strong> esposo; salid a recibirle! Entonces todas aqu<strong>el</strong>las vírgenes se levantaron, y<br />
arreglaron sus lámparas. Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque<br />
nuestras lámparas se apagan. Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a<br />
nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas. Pero mientras<br />
<strong>el</strong>las iban a comprar, vino <strong>el</strong> esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se<br />
cerró la puerta. Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: | Señor, señor, ábrenos! Mas él<br />
respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. V<strong>el</strong>ad, pues, porque no sabéis <strong>el</strong> día ni la<br />
hora en que <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre ha de venir."<br />
La historia está basada en las costumbres matrimoniales d<strong>el</strong> Oriente, con las cuales estaban<br />
familiarizados los atentos oyentes d<strong>el</strong> Señor. Era común, y todavía lo es en esas tierras,<br />
particularmente con r<strong>el</strong>ación a la fiesta de bodas entre las clases ricas, que <strong>el</strong> esposo, acompañado de<br />
sus amigos, saliera en procesión a la casa de la desposada y más tarde la condujera a su nuevo hogar<br />
en medio de un numeroso séquito compuesto de padrinos, madrinas, parientes y amigos. Al proceder<br />
la compañía nupcial al son de alegres m<strong>el</strong>odías, se le podían incorporar pequeños grupos que se<br />
habían reunido para esperar en sitios convenientes a lo largo d<strong>el</strong> camino, y particularmente cerca de la<br />
casa, de donde salían compañías <strong>org</strong>anizadas para recibir a la procesión que se aproximaba. Las bodas<br />
solían efectuarse en las t-ardes y en las noches, y <strong>el</strong> uso forzoso de antorchas y lámparas no sólo<br />
iluminaba la escena, sino que también le impartía b<strong>el</strong>leza adicional.<br />
Las diez vírgenes de la parábola esperaban para dar la bienvenida y unirse a la compañía nupcial,<br />
la hora de cuya venida no se sabía. Cada una de <strong>el</strong>las había fijado su lámpara al extremo de una varilla<br />
a fin de poder sostenerla en alto durante la marcha festiva; pero de las diez vírgenes, cinco de <strong>el</strong>las<br />
prudentemente habían llevado consigo aceite adicional, mientras que las otras cinco, probablemente<br />
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