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considerados—en este maravilloso discurso sobre las cosas venideras. Primero se iniciaría un período<br />
de rencorosa persecución contra los apóstoles y la Iglesia que tendrían a su cargo; luego habría de<br />
seguir la destrucción de Jerusalén, con todos los horrores de una guerra sin cuart<strong>el</strong>; y a su vez la<br />
sucedería un largo período de superchería sacerdotal y apostasía con una enconada disensión sectaria y<br />
cru<strong>el</strong> persecución de los justos. La breve referencia a los fenómenos universales de sitio<br />
indeterminado, que serán la señal de su advenimiento, constituye una demostración parentética de las<br />
falsas afirmaciones respecto de donde podría encontrarse a <strong>Cristo</strong>. Más tarde <strong>el</strong> Señor se refirió<br />
particular e inequívocamente a las circunstancias de su entonces futuro, y aún esperado, advenimiento.<br />
Tras la época de credos inventados por los hombres y <strong>el</strong> ministerio desautorizado que iba a señalar la<br />
gran apostasía, se manifestarán acontecimientos prodigiosos mediante las fuerzas de la naturaleza, y<br />
finalmente aparecerá la señal d<strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre, una de cuyas características será la consumación<br />
d<strong>el</strong> recogimiento de los <strong>el</strong>egidos, de todas partes de la tierra, a los lugares señalados.<br />
El principal deber que Jesús impuso a los apóstoles en todas sus futuras escenas de aflicción,<br />
padecimientos y confusión, fue la vigilancia. Habían de orar, vigilar y trabajar diligentemente y con<br />
una fe inflexible. Ilustró la lección con una regia analogía que, dentro de una clasificación algo<br />
extensa, puede llamarse parábola. Llamándoles la atención a la higuera y otros árboles que crecían en<br />
las laderas bañadas de sol d<strong>el</strong> Monte de los Olivos, <strong>el</strong> Maestro dijo: "Mirad la higuera y todos los<br />
árboles. Cuando ya brotan, viéndolo, sabéis por vosotros mismos que <strong>el</strong> verano está ya cerca. Así<br />
también vosotros, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca <strong>el</strong> reino de Dios."<br />
Refiriéndose a la higuera en particular, <strong>el</strong> Señor declaró: "Cuando ya su rama está tierna, y brotan las<br />
hojas, sabéis que <strong>el</strong> verano está cerca." Esta señal de acontecimientos cercanos podía aplicarse<br />
igualmente a las condiciones precursoras que habrían de anunciar la caída de Jerusalén y la terminación<br />
de la autonomía judía, así como a los acontecimientos que inmediatamente precederán <strong>el</strong> segundo<br />
advenimiento d<strong>el</strong> Señor.<br />
La siguiente declaración, según <strong>el</strong> orden de los escritos evangélicos, fue: "De cierto os digo, que<br />
no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca." Podemos entender que estas palabras se<br />
aplican a la generación en que se han de realizar los portentosos acontecimientos previamente<br />
descritos. En lo concerniente a las predicciones r<strong>el</strong>acionadas con la destrucción de Jerusalén, todas se<br />
cumplieron literalmente dentro d<strong>el</strong> período de la vida natural de varios de los apóstoles y multitudes<br />
de sus contemporáneos; las profecías d<strong>el</strong> Señor que corresponden a la anunciación de su segunda<br />
venida se cumplirán dentro d<strong>el</strong> período de la generación de algunos que presencien la inauguración de<br />
su cumplimiento. El Señor hizo hincapié en la certeza de su verificación afirmando solemnemente:<br />
"El ci<strong>el</strong>o y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán."<br />
Toda especulación concerniente al tiempo de la aparición d<strong>el</strong> Señor, bien sea que se funde en la<br />
suposición, deducción o cálculo de fechas, quedó contrarrestada con esta aseveración de <strong>Cristo</strong>: "Pero<br />
de aqu<strong>el</strong> día y de la hora nadie sabe, ni aun los áng<strong>el</strong>es que están en <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, ni <strong>el</strong> Hijo, sino <strong>el</strong> Padre." 5<br />
Que su advenimiento con poder y gloria será repentino e inesperado, en lo que respecta al mundo<br />
negligente y pecaminoso, pero que vendrá después de las señales que los vigilantes y devotos podrán<br />
leer y entender, quedó claramente establecido mediante una comparación con las condiciones sociales<br />
que prevalecían en la época de Noé, cuando la gente, a pesar de las profecías y amonestaciones,<br />
continuó sus festejos y diversiones, casándose y dándose en casamiento, hasta <strong>el</strong> mismo día en que<br />
Noé entró en <strong>el</strong> arca, "y no entendieron hasta que vino <strong>el</strong> diluvio y se los llevó a todos, así será<br />
también la venida d<strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre".<br />
En las últimas etapas d<strong>el</strong> recogimiento de los <strong>el</strong>egidos, los vínculos d<strong>el</strong> compañerismo<br />
desaparecerán en un momento; de dos hombres que estén trabajando en <strong>el</strong> campo, o de dos mujeres<br />
que desempeñen sus faenas domésticas, una al lado de la otra, la persona fi<strong>el</strong> será tomada y la<br />
pecadora será dejada. "V<strong>el</strong>ad, pues—fue la solemne amonestación—porque no sabéis a qué hora ha de<br />
venir vuestro Señor." Explicando esta advertencia, <strong>el</strong> Señor se dignó comparar <strong>el</strong> carácter repentino y<br />
secreto de su venida con las actividades d<strong>el</strong> ladrón que se introduce de noche, e indicó que <strong>el</strong> dueño de<br />
la casa v<strong>el</strong>aría si tuviera conocimiento preciso de la hora en que <strong>el</strong> ladrón iba a hacer su visita<br />
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