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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 32<br />

INSTRUCCIONES ADICIONALES A LOS APOSTÓLES<br />

PROFECÍAS REFERENTES A LA DESTRUCCIÓN DE JERUSALÉN Y<br />

EL FUTURO ADVENIMIENTO DEL SEÑOR.<br />

REGRESANDO por la última vez de Jerusalén al querido hogar en Betania, Jesús descansó en un<br />

sitio conveniente d<strong>el</strong> Monte de los Olivos, desde <strong>el</strong> cual se podía ver la gran ciudad y <strong>el</strong> magnífico<br />

templo en todo su esplendor, iluminados por los rayos d<strong>el</strong> sol descendente a la caída de la tarde ese<br />

memorable día de abril. Mientras se hallaba sentado, absorto en sus meditaciones, se acercaron Pedro,<br />

Santiago, Juan y Andrés, de los Doce, y ciertamente a éstos—y con toda probabilidad incluyó a los<br />

demás apóstoles—dio instrucciones en las cuales incorporó otras profecías concernientes al futuro<br />

destino de Jerusalén, Isra<strong>el</strong> y <strong>el</strong> mundo en general. Su fatídica declaración, que no quedaría una piedra<br />

sobre otra de los edificios d<strong>el</strong> templo, había infundido en los apóstoles asombro y temor, de modo que<br />

vinieron a El en lo particular para pedirle una explicación. "Dinos, ¿cuándo serán estas cosas—le<br />

preguntaron—y qué señal habrá de tu venida y d<strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> siglo?" La naturaleza de la pregunta indica<br />

que entendían <strong>el</strong> hecho de que la destrucción a la cual <strong>el</strong> Señor se había referido era cosa aparte, y que<br />

antecedería las señales que habrían de anunciar su glorioso advenimiento y <strong>el</strong> todavía más lejano<br />

principio de la consumación, comúnmente llamada entonces y ahora "<strong>el</strong> fin d<strong>el</strong> mundo". Por la forma<br />

en que se hizo la pregunta se sobrentiende la suposición de que los acontecimientos se verificarían en<br />

rápida sucesión.<br />

La pregunta, "¿cuándo serán estas cosas?", se refirió particularmente a la especificación de un<br />

tiempo determinado. La respuesta no precisó fechas sino acontecimientos; y la esencia d<strong>el</strong> discurso<br />

subsiguiente fue una advertencia de que se cuidaran d<strong>el</strong> error, a la vez que una amonestación de vigilar<br />

en todo momento. La primera y sumamente importante observación fue: "Mirad que nadie os engañe";<br />

porque dentro d<strong>el</strong> término de la vida de la mayor parte de aqu<strong>el</strong>los apóstoles se levantarían blasfemos<br />

impostores afirmando ser <strong>el</strong> Mesías. El regreso de <strong>Cristo</strong> a la tierra en calidad de Señor y Juez sería en<br />

un futuro mucho más lejano de lo que se imaginaba cualquiera de los Doce. Antes de ese<br />

acontecimiento glorioso, se verían muchas cosas asombrosas y espantosas, las primeras de las cuales<br />

serían guerras y rumores de guerras ocasionadas por las naciones y los reinos que se levantarían los<br />

unos contra los otros; y esto sería acompañado de terribles hambres, pestes y terremotos en muchos<br />

lugares; sin embargo, todas estas cosas apenas serían <strong>el</strong> principio de la congoja o angustia que<br />

seguiría.<br />

Se dijo a los apóstoles que no se admiraran de ser perseguidos, no sólo por personas<br />

irresponsables, sino por parte de los oficiales que en esos momentos estaban resu<strong>el</strong>tos a quitarle la<br />

vida al propio Señor. Estos los azotarían en las sinagogas, los entregarían a tribunales hostiles, los<br />

denunciarían d<strong>el</strong>ante de magistrados y reyes, y aun matarían a algunos de <strong>el</strong>los, y todo por causa de su<br />

testimonio d<strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>. Tal como les fue prometido antes, una vez más se les aseguró que cuando se<br />

hallaran ante concilios, magistrados o reyes, les serían dadas las palabras que necesitarían en la hora<br />

de su juicio, motivo por lo cual se les aconsejó que no pensaran de antemano en lo que habrían de<br />

decir, o en la forma de encarar los problemas que los confrontaran, "porque no sois vosotros los que<br />

habláis— les dijo <strong>el</strong> Maestro—sino <strong>el</strong> Espíritu Santo". b Aun cuando se vieran despreciados y<br />

aborrecidos de los hombres, y aunque padecieran ignominias, tormentos y muerte, sin embargo, se les<br />

prometió que, en lo concerniente a su bienestar eterno, serían protegidos a tal grado que, en<br />

comparación, no perderían ni un cab<strong>el</strong>lo de la cabeza. Con ánimo consolador, <strong>el</strong> Señor les recomendó<br />

que con su paciencia ganaran sus almas. 0 En medio de todas sus pruebas, y aun la persecución más<br />

enconada, tenían la obligación de perseverar en su ministerio, porque <strong>el</strong> divino plan disponía y<br />

requería que <strong>el</strong> evang<strong>el</strong>io d<strong>el</strong> reino se predicara entre todas las naciones. La propaganda revolucionaria<br />

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