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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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patios d<strong>el</strong> templo, con la aparente esperanza de que allí <strong>el</strong> Señor nuevamente p<strong>el</strong>earía las batallas de su<br />

pueblo y les daría <strong>el</strong> triunfo. Pero la presencia protectora de Jehová se había apartado de aqu<strong>el</strong> lugar<br />

desde mucho antes, dejando a Isra<strong>el</strong> para que fuera la presa d<strong>el</strong> enemigo. Aun cuando Tito hubiera<br />

querido perdonar <strong>el</strong> templo, sus legionarios, enloquecidos por <strong>el</strong> calor de la batalla, empezaron la<br />

conflagración e incendiaron todo lo que podía arder. La matanza de los judíos fue atroz; miles de<br />

hombres, mujeres y niños fueron muertos sin piedad dentro de los muros, y los patios d<strong>el</strong> templo<br />

literalmente se anegaron en sangre humana. Esto sucedió en <strong>el</strong> año 70 de la era cristiana, y, según<br />

Josefo, fue <strong>el</strong> mismo mes y en <strong>el</strong> mismo día d<strong>el</strong> mes en que las llamas encendidas por <strong>el</strong> Rey de<br />

Babilonia consumieron <strong>el</strong> en otro tiempo glorioso Templo de Salomón. {Wars of the Jews, por Josefo,<br />

vi, 4:5, 8. Para una r<strong>el</strong>ación detallada y gráfica de la destrucción d<strong>el</strong> templo, léanse en su totalidad los<br />

capítulos 4 y 5 de la obra citada.) De los enseres d<strong>el</strong> templo Tito llevó a Roma, en calidad de trofeos<br />

de guerra, <strong>el</strong> cand<strong>el</strong>ero de oro y la mesa para <strong>el</strong> pan de la proposición que se hallaba en <strong>el</strong> Lugar Santo;<br />

y en <strong>el</strong> arco que se erigió en honor d<strong>el</strong> general triunfante, se ven las representaciones de estas piezas<br />

sagradas. Desde la destrucción d<strong>el</strong> espléndido Templo de Herodes no se ha vu<strong>el</strong>to a edificar en <strong>el</strong><br />

hemisferio oriental ninguna otra estructura de esa naturaleza, ningún templo, ninguna Casa d<strong>el</strong> Señor,<br />

a la cual se pueda aplicar <strong>el</strong> significado distintivo de estos términos."—The House of the Lord, por <strong>el</strong><br />

autor, págs. 61, 62.<br />

Josefo atribuye la destrucción d<strong>el</strong> Templo de Herodes a la ira de Dios, y declara que las llamas<br />

devoradoras "comenzaron entre los propios judíos, y que <strong>el</strong>los las ocasionaron". El cronista considera<br />

como <strong>el</strong> instrumento de la divina venganza al soldado que aplicó la antorcha a la Casa Santa, que<br />

había permanecido intacta mientras <strong>el</strong> fuego devoraba los patios. Leemos en Wars of the Jews, vi, 4:5:<br />

"Uno de los soldados, sin esperar órdenes, sin <strong>el</strong> menor cuidado o temor por tan grave acto, imp<strong>el</strong>ido<br />

por cierto furor divino, tomó un objeto de los materiales que ardían, y sostenido sobre los hombros de<br />

otro soldado, le pegó fuego a una de ¡as ventanas de oro, a través de la cual había un pasaje que<br />

conducía a las salas alrededor de la Casa Santa, por <strong>el</strong> lado norte. Al ascender las llamas, los judíos<br />

lanzaron un tremendo alarido, como correspondía a tan inmensa tragedia.<br />

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