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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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doscientos cuarenta y ocho preceptos afirmativos, <strong>el</strong> mismo número que las partes d<strong>el</strong> cuerpo<br />

humano, y trescientos sesenta y cinco preceptos negativos, igual cantidad que las arterias y<br />

venas, o los días d<strong>el</strong> año; y que en total sumaban 613, que era precisamente <strong>el</strong> número exacto de<br />

letras contenidas en <strong>el</strong> decálogo. Llegaron a la misma conclusión, basándose en <strong>el</strong> hecho de que se<br />

mandaba a los judíos (Núm. 15:38) usar franjas (tsitsith) en los bordes de sus vestidos (tallith) atadas<br />

con un cordón de azul; y en vista de que en cada franja había ocho hebras y cinco nudos, y las letras de<br />

la palabra tsitith equivalían a la cifra 600, <strong>el</strong> número total de mandamientos era <strong>el</strong> mismo, 613. Ahora<br />

bien, de esta cantidad tan crecida de preceptos y prohibiciones, ciertamente no todos tenían <strong>el</strong> mismo<br />

valor: algunos eran "leves" (kal) algunos "graves" (kovhed). Pero, ¿cuáles? ¿y cuál era <strong>el</strong> principal<br />

mandamiento de todos? Según algunos rabinos, <strong>el</strong> más importante de todos era <strong>el</strong> de los tsitsith y los<br />

tephillin, o sea las franjas y filacterios, y a 'quien diligentemente lo observare le será contado como si<br />

hubiese obedecido toda la ley".<br />

"Algunos conceptuaban <strong>el</strong> acto de omitir las purificaciones o lavamientos tan grave como <strong>el</strong> de<br />

homicidio; otros decían que todos los preceptos de la Mishna eran 'graves'; y en cuanto a los de la Ley,<br />

unos eran juzgados 'graves' y otros 'leves 1 . Había quienes consideraban que <strong>el</strong> tercero era <strong>el</strong><br />

mandamiento principal. Ninguno de <strong>el</strong>los había entendido <strong>el</strong> gran principio de que la transgresión<br />

intencional de un mandamiento constituye la violación de todos (Sant. 2:10), porque <strong>el</strong> propósito de<br />

toda la Ley es <strong>el</strong> espíritu de la obediencia a Dios. Sobre la pregunta propuesta por <strong>el</strong> intérprete de la<br />

ley, había desacuerdo entre los discípulos de Shammai y los de Hill<strong>el</strong>, y como de costumbre, ambas<br />

escu<strong>el</strong>as estaban en error: la de Shammai por conceptuar que las triviales observancias externas eran<br />

de valor, independientemente d<strong>el</strong> espíritu con <strong>el</strong> cual se cumplían y d<strong>el</strong> principio que ejemplificaban;<br />

la de Hill<strong>el</strong> por sostener que cualquier mandamiento positivo podía carecer de importancia en sí<br />

mismo, y por no comprender que los grandes principios son esenciales para <strong>el</strong> debido cumplimiento de<br />

aun los deberes más pequeños."—Life of Christ, por Farrar, capítulo 52.<br />

6. Títulos eclesiásticos.—Nuestro Señor severamente censuró <strong>el</strong> ambicionar títulos con objeto de<br />

indicar determinada categoría en su servicio. Sin embargo, dio <strong>el</strong> nombre de Apóstoles a los Doce que<br />

escogió; y en la Iglesia que El mismo estableció se instituyeron los puestos de Evang<strong>el</strong>ista, Sumo<br />

Sacerdote, Pastor, Eider o Anciano, Obispo, Presbítero o Sacerdote, Maestro y Diácono. (Véase<br />

Artículos de Fe, por <strong>el</strong> autor, págs. 220, 221.) Fue sobre <strong>el</strong> vanidoso título, inventado por <strong>el</strong> hombre y<br />

codiciado por <strong>el</strong> individuo, que nuestro Señor fijó <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo de su desaprobación, no en <strong>el</strong> título<br />

autorizado d<strong>el</strong> puesto conferido al hombre por ordenación autorizada. Los títulos de los<br />

nombramientos d<strong>el</strong> santo sacerdocio son de carácter demasiado sagrado para usarse como marca de<br />

distinción entre los hombres. En la Iglesia restaurada de la dispensación actual <strong>el</strong> hombre es investido<br />

con la ordenación d<strong>el</strong> sacerdocio, así como con los varios nombramientos comprendidos en <strong>el</strong><br />

Sacerdocio Menor o Aarónico y en <strong>el</strong> Mayor o de M<strong>el</strong>quisedec; pero aun cuando un hombre es<br />

ordenado Élder, Setenta, Sumo Sacerdote, Patriarca o Apóstol, no por esto ha de requerir <strong>el</strong> uso d<strong>el</strong><br />

título sólo para engalanar su nombre. (Véase "The Honor and Dignity of the Priesthood," por <strong>el</strong> autor,<br />

en Improvement Era de marzo de 1914.)<br />

Hablando d<strong>el</strong> uso irreverente de títulos eclesiásticos, Charles F. Deems dice en su obra The Light<br />

of the Nations, págs. 583, 584: "Los fariseos también amaban los lugares principales en las sinagogas<br />

y les halagaba su vanidad <strong>el</strong> ser llamados Maestro, Doctor, Rabí. Jesús amonestó a sus discípulos que<br />

se cuidaran de <strong>el</strong>lo. No habrían de anh<strong>el</strong>ar ser llamados Rabí, título que tiene tres formas, Rab,<br />

Maestro, Dostor; Rabí, Mi Doctor o Maestro; Raboni, Mi gran Doctor. Tampoco habrían de llamar<br />

'Padre' a ningún hombre con <strong>el</strong> significado o intención de concederle infalibilidad de juicio o poder<br />

sobre sus conciencias . . . Todos los siguientes títulos son p<strong>el</strong>igrosos: 'Papá' como llaman los sencillos<br />

moravos al Conde Zinzendorf, su gran hombre; 'Fundador', como distinguen los metodistas al pío Juan<br />

Wesley; 'Santo Padre en Dios', como en ocasiones se llama a los obispos católicos; 'Papa', equivalente<br />

de 'Padre'; 'Doctor en Teología,' equivalente cristiano d<strong>el</strong> 'Rabí' judío. Pero no fue <strong>el</strong> uso de un título lo<br />

que Jesús denunció, sino <strong>el</strong> espíritu de vanidad que impulsaba a los fariseos, así como <strong>el</strong> espíritu de<br />

servilismo que <strong>el</strong> uso de títulos tiende a suscitar. Los apóstoles Pablo y Pedro declararon haber sido<br />

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