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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios."<br />

No importa con qué norma la midamos, la respuesta fue insuperable, y por cierto, se ha convertido<br />

en aforismo en la literatura y en la vida. Desalojó todo pensamiento o expectativa que aún quedara en<br />

<strong>el</strong>los, de que en la mente de Aqu<strong>el</strong> que tan recientemente había entrado en Jerusalén como Rey de<br />

Isra<strong>el</strong> y Príncipe de Paz, existiese la más leve sombra siquiera de ambición d<strong>el</strong> poder o dominio<br />

terrenales. Estableció de una vez por todas la única base recta para la r<strong>el</strong>ación que debe existir entre<br />

los deberes espirituales y seglares, entre la iglesia y <strong>el</strong> estado. En años posteriores los apóstoles<br />

edificaron sobre este fundamento y recomendaron la obediencia a las leyes de los gobiernos<br />

constituidos.<br />

Se puede inferir una lección, si uno quiere, de la r<strong>el</strong>ación que guardan las palabras de nuestro<br />

Señor con la imagen de César sobre la moneda. Fue esa efigie y su inscripción correspondiente lo que<br />

su memorable instrucción recalcó en forma especial: "Dad, pues, a César lo que es de César." Y siguió<br />

la instrucción adicional: "Y a Dios lo que es de Dios." Toda alma humana lleva estampada la imagen e<br />

inscripción de Dios, pese a lo borrado e indistinto que la corrosión o desgaste d<strong>el</strong> pecado haya dejado<br />

la acuñación;' y así como a César se deben entregar las monedas sobre las que aparece su imagen, en<br />

igual manera deben entregarse a Dios las almas que con su imagen han sido grabadas. Entregúense al<br />

mundo las piezas acuñadas, convertidas en uso corriente por las insignias de los poderes mundanos; y<br />

a Dios y su servicio entreguémonos nosotros mismos en calidad de la divina moneda de su reino<br />

eterno.<br />

La incontestable sabiduría de la respuesta que <strong>el</strong> Señor dio a la artificiosa pregunta de los fariseos<br />

y herodianos los dejó callados. Por más que intentaron no pudieron "sorprenderle en alguna palabra",<br />

y fueron avergonzados d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> pueblo que presenció su humillación. Maravillados de su repuesta,<br />

y no queriendo arriesgar otro y posiblemente mayor bochorno, se apartaron de El y "se fueron".<br />

Vemos, sin embargo, que estos perversos judíos persistieron en su vil y traicionero propósito, como<br />

palpablemente quedó manifestado cuando presentaron ante Pilato la completamente falsa acusación de<br />

que Jesús prohibía "dar tributo a César, diciendo que él mismo es <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, un rey".<br />

PREGUNTA DE LOS SADUCEOS SOBRE LA RESURRECCIÓN.<br />

Los saduceos entonces trataron de desconcertar a Jesús proponiéndole lo que para .<strong>el</strong>los era una<br />

pregunta enmarañada cuando no difícil en extremo. Los saduceos afirmaban que no podía haber<br />

resurrección corporal, y sobre este punto de doctrina, así como en muchos otros, eran enemigos<br />

declarados de los fariseos.' La pregunta que le trajeron los saduceos en esta ocasión se refería<br />

directamente a la resurrección, y tenía por objeto desacreditar esta doctrina mediante una aplicación<br />

sumamente desfavorable y crasamente exagerada de la misma. "Maestro—dijo <strong>el</strong> portavoz d<strong>el</strong><br />

grupo—Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su mujer, y levantará<br />

descendencia a su hermano. Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos; <strong>el</strong> primero se casó, y murió; y<br />

no teniendo descendencia, dejó su mujer a su hermano. De la misma manera también <strong>el</strong> segundo, y <strong>el</strong><br />

tercero, hasta <strong>el</strong> séptimo. Y después de todos murió también la mujer. En la resurrección, pues, ¿de<br />

cuál de los siete será <strong>el</strong>la mujer, ya que todos la tuvieron?" Era indisputable <strong>el</strong> hecho de que la ley<br />

mosaica autorizaba y exigía que <strong>el</strong> hermano viviente de un esposo fallecido sin hijos se casara con la<br />

viuda a fin de procrear hijos en nombre d<strong>el</strong> difunto, cuyo linaje podría preservarse legalmente en esa<br />

forma. ¡ Bajo <strong>el</strong> código mosaico referente al levirato, podría suceder una circunstancia semejante a la<br />

que presentaron los sadueeos casuísticos, en la cual siete hermanos sucesivamente tuvieron por esposa<br />

a la misma mujer que había quedado viuda y sin hijos; pero se trataba de un caso sumamente<br />

improbable.<br />

Sin embargo, Jesús no optó por impugnar los <strong>el</strong>ementos d<strong>el</strong> problema que le fue presentado; y<br />

poco importaba que <strong>el</strong> caso fuera supuesto o real, en vista de que la pregunta, "¿de cuál será <strong>el</strong>la<br />

mujer?", estaba basada en un concepto completamente erróneo. "Entonces respondiendo Jesús, les<br />

dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y <strong>el</strong> poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casarán ni se<br />

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