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quien <strong>el</strong>la cayere, le desmenuzará." No podía haber duda en cuanto al significado d<strong>el</strong> Señor; la Piedra<br />
rechazada que finalmente ocuparía <strong>el</strong> lugar principal, "la cabeza d<strong>el</strong> ángulo" d<strong>el</strong> edificio de la<br />
salvación, era El, <strong>el</strong> Mesías. Para algunos aqu<strong>el</strong>la Piedra sería motivo de tropiezo. |Ay de <strong>el</strong>los!,<br />
porque se estr<strong>el</strong>larían contra <strong>el</strong>la, y solamente por medio d<strong>el</strong> arrepentimiento y las obras justas podrían<br />
siquiera rehabilitarse en parte; mas sobre otros que persistieran en su oposición, la Piedra caería como<br />
juicio; y ¡ay, ay de <strong>el</strong>los!, porque bajo su peso serían destruidos como si hubiesen sido reducidos a<br />
polvo. 8 El reino de Dios estaba a punto de serles quitado a los directores y al pueblo que seguía sus<br />
impíos preceptos y malos ejemplos, y con <strong>el</strong> tiempo iba a ser dado a los gentiles, los cuales, como lo<br />
afirmó <strong>el</strong> Señor, se mostrarían más dignos que Isra<strong>el</strong>. La narración de S. Lucas nos da a entender que<br />
"<strong>el</strong>los"-—no nos es dicho si fueron los príncipes de los sacerdotes o <strong>el</strong> pueblo común—al reflexionar<br />
tan terrible castigo, exclamaron asombrados: "¡Dios nos libre!"<br />
Enterados los principales sacerdotes y fariseos de lo completo que había sido su derrota, y cuán<br />
extensa su humillación a los ojos d<strong>el</strong> pueblo, se llenaron de ira y aun procuraron echarle mano allí<br />
mismo en <strong>el</strong> templo; pero la simpatía de la multitud estaba tan palpablemente a favor de Jesús, que los<br />
clérigos eclesiásticos desistieron. El pueblo en general, aun cuando no estaba preparado para proclamarlo<br />
manifiestamente como <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, sabía que era un profeta de Dios, y no permitieron que su<br />
temor de la desaprobación oficial o la posibilidad de algún castigo les impidiera hacer estas<br />
manifestaciones de amistad.<br />
Jesús reanudó sus enseñanzas r<strong>el</strong>atando la Parábola de la Fiesta de Bodas.<br />
"Respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo: El reino de los ci<strong>el</strong>os es<br />
semejante a un rey que hizo fiesta de bodas a su hijo; y envió a sus siervos a llamar a los convidados a<br />
las bodas: mas estos no quisieron venir. Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a lo<br />
convidados: He aquí, he preparado mi comida; mis toros y animales engordados han sido muertos, y<br />
todo está dispuesto; venid a las bodas. Mas <strong>el</strong>los, sin hacer caso, se fueron, uno a~su labranza, y otro a<br />
sus negocios; y otros, tomando a los siervos, los afrentaron y los mataron. Al oírlo <strong>el</strong> rey, se enojó; y<br />
enviando sus ejércitos, destruyó a aqu<strong>el</strong>los homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos:<br />
Las bodas a la verdad están preparadas; mas los que fueron convidados no eran dignos, id, pues, a las<br />
salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos,<br />
juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de<br />
convidados."<br />
La invitación de un rey a sus subditos es <strong>el</strong> equivalente de una orden. La fiesta de bodas no fue<br />
un acontecimiento inesperado, pues desde mucho antes habían sido invitados los huéspedes<br />
escogidos, y de acuerdo con las costumbres orientales, nuevamente se les notificó <strong>el</strong> primer día de las<br />
festividades," las cuales, según entendemos de las costumbres hebreas, duraban un período de siete a<br />
catorce días; y como en este caso se trataba de una boda en la familia real, se supone que serían de<br />
mayor duración. Muchos de los huéspedes invitados se negaron a concurrir cuando se les llamó<br />
formalmente, e hicieron caso omiso d<strong>el</strong> segundo y más urgente mensaje d<strong>el</strong> rey tolerante, y se fue<br />
cada cual a sus propios asuntos, mientras que los más perversos echaron mano de los siervos que<br />
llevaban la invitación real, los trataron cru<strong>el</strong>mente y aun mataron a algunos. Palpablemente se<br />
manifiesta que su menosprecio de la fiesta d<strong>el</strong> rey constituía una reb<strong>el</strong>ión intencional contra la<br />
autoridad real, así como una afrenta personal al soberano reinante y a su hijo.<br />
En calidad de subditos leales no sólo tenían <strong>el</strong> deber, sino era un honor asistir a la fiesta de bodas<br />
d<strong>el</strong> príncipe, <strong>el</strong> cual sin equívoco podemos suponer que era <strong>el</strong> heredero legal d<strong>el</strong> trono y,<br />
consiguientemente, <strong>el</strong> que algún día reinaría sobre <strong>el</strong>los. El hecho de que se fue uno a su labranza y<br />
otro a su negocio es evidencia, en parte, de su afán por las cosas materiales sin ninguna consideración<br />
a la voluntad de su soberano; pero también indica que intentaron calmar sus conciencias perturbadas<br />
con alguna ocupación distrayente; y posiblemente signifique, además, una manifestación premeditada<br />
de anteponer sus asuntos personales al llamado de su rey. El monarca infligió una terrible retribución<br />
sobre sus subditos reb<strong>el</strong>des.<br />
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