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mismos fariseos y ancianos d<strong>el</strong> pueblo rechazaron su testimonio e hipócritamente habían intentado<br />
tenderle un lazo. Por medio de la parábola Jesús contestó la pregunta hecha por El mismo, si <strong>el</strong><br />
bautismo de Juan era de Dios o de los hombres. Su declaración: "De cierto os digo, que los publícanos<br />
y las rameras van d<strong>el</strong>ante de vosotros al reino de Dios", reprobó <strong>el</strong> corrupto y mojigato sistema de la<br />
jerarquía en su totalidad. Sin embargo, no se excluyó la posibilidad de una reforma. El Señor no dijo<br />
que iban a entrar los pecadores arrepentidos mientras que los hipócritas sacerdotales serían rechazados<br />
para siempre. Había esperanza para éstos si se arrepentían, aunque tendrían que venir después, no ser<br />
los primeros, en la gloriosa procesión de los redimidos.<br />
Continuando <strong>el</strong> mismo discurso, <strong>el</strong> Señor presentó la siguiente Parábola de los Labradores<br />
Malvados.<br />
"Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, <strong>el</strong> cual plantó una viña, la cercó de vallado,<br />
cavó en <strong>el</strong>la un lagar, edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue lejos. Y cuando se<br />
acercó <strong>el</strong> tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos. Mas<br />
los labradores, tomando a los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de<br />
nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con <strong>el</strong>los de la misma manera. Finalmente les<br />
envió su hijo, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo. Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron<br />
entre sí: Este es <strong>el</strong> heredero; venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad. Y tomándole, le<br />
echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, <strong>el</strong> señor de la viña, ¿qué hará a aqu<strong>el</strong>los<br />
labradores? Le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores,<br />
que le paguen <strong>el</strong> fruto a su tiempo."<br />
Una vez más los judíos se vieron obligados a responder a la importante pregunta comprendida en<br />
la parábola, y de nuevo, pronunciaron su propio juicio en su contestación. La viña, hablando en<br />
términos generales, era la familia humana, y más particularmente Isra<strong>el</strong>, <strong>el</strong> pueblo d<strong>el</strong> convenio; <strong>el</strong><br />
terreno era bueno y capaz de producir en rica abundancia; las vides eran las más s<strong>el</strong>ectas y se habían<br />
plantado con cuidado; toda la viña se hallaba ampliamente protegida por un vallado, e idealmente<br />
provista de un lagar y una torre. Los labradores no podían ser otros sino los sacerdotes y maestros de<br />
Isra<strong>el</strong>, incluso los oficiales eclesiásticos que en esa ocasión se hallaban presentes en su catey goría<br />
oficial. El Señor de la viña había enviado profetas autorizados entre <strong>el</strong> pueblo para que hablaran en su<br />
nombre; y los impíos arrendatarios los habían rechazado, maltratado, y en muchos casos, cru<strong>el</strong>mente<br />
asesinado. En las versiones más detalladas de la parábola leemos que cuando <strong>el</strong> primer siervo llegó,<br />
los despiadados labradores "le golpearon, y le enviaron con las manos vacías"; al siguiente, "le<br />
hirieron en la cabeza, y también le enviaron afrentado"; mataron a otro siervo y a todos los que<br />
llegaron después maltrataron cru<strong>el</strong>mente, asesinando a algunos. Aqu<strong>el</strong>los malvados habían utilizado la<br />
viña de su Señor para su propio beneficio y no habían entregado la parte d<strong>el</strong> producto que pertenecía al<br />
dueño legal. Cuando <strong>el</strong> Señor envió a otros mensajeros, "más que los primeros", o en otras palabras,<br />
mayores que los anteriores—<strong>el</strong> ejemplo más reciente siendo Juan <strong>el</strong> Bautista— los labradores los<br />
rechazaron con una determinación impía más rencorosa aún. Por último <strong>el</strong> Hijo fue en persona; temían<br />
su autoridad de heredero legal, y con maldad casi increíble resolvieron matarlo a fin de perpetuar su<br />
ilícita posesión de la viña y de allí en ad<strong>el</strong>ante considerarla suya.<br />
Jesús r<strong>el</strong>ató su historia sin interrupción, r<strong>el</strong>acionando <strong>el</strong> sanguinario pasado con <strong>el</strong> todavía más<br />
trágico y espantoso futuro, cuya consumación llegaría en solo tres días. Tranquilamente r<strong>el</strong>ató,<br />
mediante una figura profética, como si ya se hubiera cumplido, la forma en que aqu<strong>el</strong>los hombres<br />
impíos echaron al Hijo amado fuera de la viña y lo mataron. No pudiendo evadir la inquisidora<br />
pregunta de lo que <strong>el</strong> Señor de la viña natural y justificadamente haría con los labradores malvados,<br />
los magistrados judíos dieron la única respuesta lógica: que ciertamente destruiría a aqu<strong>el</strong>los infames<br />
pecadores y arrendaría su viña a quienes fuesen más honrados y dignos.<br />
Cambiando bruscamente la imagen, Jesús les dijo: "¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra<br />
que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza d<strong>el</strong> ángulo. El Señor ha hecho esto, y es cosa<br />
maravillosa a nuestros ojos? Por tanto os digo, que <strong>el</strong> reino de Dios será quitado de vosotros, y será<br />
dado a gente que produzca los frutos de él. Y <strong>el</strong> que cayere sobre esta piedra será quebrantado; y sobre<br />
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