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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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camino trabajoso en otros respectos.<br />

Al día siguiente,' probablemente la noche después d<strong>el</strong> día de reposo, se hizo una cena para Jesús y<br />

los Doce en casa de Simón <strong>el</strong> leproso. No se hace más mención de este Simón en las Escrituras. Si<br />

estaba vivo en la época en que nuestro Señor fue huésped en la casa que llevaba su nombre, y estuvo<br />

presente en esa ocasión, debe haber sido sanado de su lepra previamente, pues de lo contrario no se le<br />

habría permitido estar viviendo en <strong>el</strong> pueblo, y mucho menos formar parte de la compañía festiva. Es<br />

razonable pensar que <strong>el</strong> hombre en un tiempo fue víctima de la lepra, motivo por <strong>el</strong> cual<br />

corrientemente era conocido como Simón <strong>el</strong> leproso, y que había sido uno de los muchos enfermos en<br />

ser sanados de este terrible azote por <strong>el</strong> ministerio d<strong>el</strong> Señor.<br />

Marta tenía a su cargo los arreglos para la cena en esta ocasión memorable; su hermana María<br />

estaba con <strong>el</strong>la, mientras que Lázaro se hallaba sentado en la mesa con Jesús. Muchos suponen que la<br />

casa de Simón <strong>el</strong> leproso era <strong>el</strong> hogar de las dos hermanas y de Lázaro, en cuyo caso es posible que<br />

Simón haya sido <strong>el</strong> padre de los tres; sin embargo, no existen pruebas de este parentesco. 11 No se<br />

procuró una exclusión extraordinaria durante la cena; en aqu<strong>el</strong> tiempo distinguían las ocasiones de esta<br />

naturaleza la presencia de numerosas personas que sin ser invitadas se acercaban para mirar. Por tanto,<br />

no nos causa sorpresa enteramos de que había allí muchos que habían ido "no solamente por causa de<br />

Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos". Lázaro era objeto de<br />

gran interés, e indudablemente curiosidad, entre la gente; y en la época de su asociación privilegiada e<br />

íntima con Jesús en Betania, los principales sacerdotes estaban fraguando un complot para matarlo a<br />

causa d<strong>el</strong> efecto que su restauración había surtido en las gentes, muchas de las cuales creían en Jesús<br />

por causa d<strong>el</strong> milagro.<br />

La cena en Betania fue un acontecimiento inolvidable. María, la más contemplativa y espiritual de<br />

las dos hermanas, que se d<strong>el</strong>eitaba en sentarse a los pies de Jesús y escuchar sus palabras—razón por<br />

la cual se le dio <strong>el</strong> encomio de haber <strong>el</strong>egido aqu<strong>el</strong>lo que le hacía falta, calidad de que carecía su<br />

hermana más práctica v —sacó de entre sus tesoros un vaso de alabastro que contenía una libra de<br />

perfume de nardo puro de mucho precio, y rompiendo <strong>el</strong> s<strong>el</strong>lo d<strong>el</strong> vaso, derramó <strong>el</strong> fragante contenido<br />

sobre la cabeza y pies de su Señor, y le enjugó los pies con sus trenzas su<strong>el</strong>tas. 1 Ungir la cabeza de un<br />

huésped con aceite ordinario significaba honrarlo; ungirle también los pies indicaba una consideración<br />

inusual e insigne; pero la unción de la cabeza y los pies con nardo, y tan abundantemente, fue un acto<br />

de homenaje reverencial raras veces obsequiado aun a los reyes/ El acto de María fue una expresión de<br />

adoración, <strong>el</strong> fragante derramamiento de un corazón rebosante de adoración y cariño.<br />

Sin embargo, este espléndido tributo d<strong>el</strong> amor de una mujer devota fue tornado en motivo de una<br />

protesta desagradable. Judas Iscariote, que actuaba como tesorero de los Doce, pero que era ladrón,<br />

avaro y de alma apocada, expresó una maliciosa queja, diciendo: "¿Por qué no fue este perfume<br />

vendido por trescientos denarios y dado a los pobres?" 1 Su aparente solicitud hacia los pobres era una<br />

hipocresía completa. Siendo ladrón, lamentaba que no se le hubiera dado <strong>el</strong> precioso ungüento para<br />

que él lo vendiera, o que no se hubiera entregado <strong>el</strong> precio a la bolsa de la cual él era <strong>el</strong> guardián<br />

interesado. Tan pródiga fue la forma en que María usó <strong>el</strong> precioso ungüento, que otros, aparte de Judas<br />

permitieron que su sorpresa se expresara en murmuración; pero a él se atribuye la distinción de ser <strong>el</strong><br />

principal quejoso. Las rudas palabras de desaprobación hirieron la naturaleza sensible de María, pero<br />

Jesús intervino, diciendo: "¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues ha hecho conmigo una buena obra."<br />

Entonces como reproche adicional, que a la vez sirvió de instrucción solemne, dijo: "Porque siempre<br />

tendréis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tendréis. Porque al derramar este perfume sobre<br />

mi cuerpo, lo ha hecho a fin de prepararme para la sepultura. De cierto os digo que dondequiera que se<br />

predique este evang<strong>el</strong>io, en todo <strong>el</strong> mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de<br />

<strong>el</strong>la."<br />

Carecemos de información precisa si María acaso sabía que dentro de pocos días su amado Señor<br />

se hallaría en <strong>el</strong> sepulcro. Pudo haberlo sabido, por razón de la santa intimidad que existía entre Jesús<br />

y la familia, o quizá había entendido, por las palabras de <strong>Cristo</strong> a los apóstoles, que era inminente <strong>el</strong><br />

sacrificio de su vida, o tal vez por intuición inspirada fue imp<strong>el</strong>ida a rendir <strong>el</strong> amoroso tributo<br />

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