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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que<br />

siego lo que no sembré: ¿por qué, pues, no pusiste mi dinero en <strong>el</strong> banco, para que al volver yo, lo<br />

hubiera recibido con los intereses? Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que<br />

tiene las diez minas. Ellos le dijeron: Señor, tiene diez minas. Pues yo os digo que a todo <strong>el</strong> que tiene,<br />

se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará. Y también a aqu<strong>el</strong>los mis enemigos que<br />

no querían que yo reinase sobre <strong>el</strong>los, traedlos acá, y decapitadlos d<strong>el</strong>ante de mí."<br />

Tanto las circunstancias de la historia como la aplicación de la parábola fueron mucho más claras<br />

para la multitud judía que para nosotros. El r<strong>el</strong>ato de la partida de cierto noble de una provincia<br />

tributaria a la corte d<strong>el</strong> soberano para solicitar la investidura de la autoridad real, y la protesta de los<br />

ciudadanos sobre quienes ejercía <strong>el</strong> derecho de reinar, constituían <strong>el</strong>ementos de la historia judía que<br />

aún se conservaban frescos en los pensamientos de aqu<strong>el</strong>los a quienes <strong>Cristo</strong> hablaba.<br />

La explicación de la parábola es ésta: La gente no debía esperar <strong>el</strong> establecimiento inmediato d<strong>el</strong><br />

reino como poder temporal. Se representó al que habría de ser rey en <strong>el</strong> acto de hacer un viaje a un<br />

país lejano d<strong>el</strong> cual seguramente tendría que volver. Antes de partir había dado a cada uno de sus<br />

siervos una cantidad fija de dinero, y la manera en que lo emplearan le ayudaría a juzgar su capacidad<br />

para funcionar en puestos de confianza. Al volver llamó a sus siervos para hacer cuentas con <strong>el</strong>los, en<br />

<strong>el</strong> curso de lo cual se designan como símbolos representativos los casos de los tres siervos. Uno había<br />

utilizado la mina de tal manera que ganó con <strong>el</strong>la diez minas; se le encomió y recibió la recompensa<br />

que únicamente un soberano podía ot<strong>org</strong>ar, ser administrador de diez ciudades. El segundo siervo, que<br />

había recibido igual capital, sólo había podido aumentarlo en cinco tantos; fue debidamente<br />

recompensado en proporción y nombrado gobernador de cinco ciudades. Pero <strong>el</strong> tercero devolvió sin<br />

aumento lo que había recibido, porque no lo había utilizado. Ninguna razón tenía, y sólo pudo ofrecer<br />

una excusa inaceptable por su falta de empeño. Con toda justificación fue reprendido severamente y se<br />

le quitó <strong>el</strong> dinero. Cuando <strong>el</strong> Rey mandó que la mina, sobre la cual <strong>el</strong> siervo negligente había perdido<br />

todo derecho, fuese dada al que tenía diez, los presentes manifestaron sorpresa; pero <strong>el</strong> Rey explicó<br />

que "a todo <strong>el</strong> que tiene, se le dará", porque éste emplea ventajosamente las cosas que se le confían,<br />

mientras que aqu<strong>el</strong> "que no tiene, aun lo que tiene se le quitará", porque ha demostrado su total<br />

incapacidad para poseer y utilizar debidamente. Los apóstoles deben haber considerado<br />

particularmente adecuada esta parte de la parábola, aunque es de aplicación general, porque cada uno<br />

de <strong>el</strong>los había recibido en fideicomiso una misma investidura por medio de su ordenación, y a cada<br />

cual le iba a ser requerido dar cuenta de su administración.<br />

Es palpable <strong>el</strong> hecho de que <strong>Cristo</strong> representaba al noble que habría de ser investido con autoridad<br />

real, <strong>el</strong> cual entonces volvería para hacer cuentas con sus siervos de confianza. 0 Pero muchos de los<br />

ciudadanos lo aborrecían e impugnaron su dignidad, diciendo que no querían que El reinara sobre<br />

<strong>el</strong>los. p Cuando vu<strong>el</strong>va con poder y autoridad, estos ciudadanos reb<strong>el</strong>des seguramente recibirán <strong>el</strong><br />

castigo que merecen.<br />

EN CASA DE SIMÓN EL LEPROSO.<br />

Seis días antes de la Fiesta de la Pascua, es decir, antes d<strong>el</strong> día en que se comía <strong>el</strong> cordero<br />

pascual, 8 Jesús llegó a Betania, donde vivían Marta, María y Lázaro, <strong>el</strong> mismo que recientemente<br />

había sido restaurado a vida después de haber muerto. La cronología de los acontecimientos durante la<br />

última semana de la vida de nuestro Señor apoya la creencia generalmente aceptada de que en este<br />

año, <strong>el</strong> día catorce de Nisán, en que principiaba la Fiesta de la Pascua, cayó en jueves; y siendo así,<br />

Jesús debe haber llegado a Betania <strong>el</strong> viernes anterior, en vísperas d<strong>el</strong> sábado judío. Jesús entendía<br />

plenamente que este día de reposo sería <strong>el</strong> último que pasaría en su estado carnal. Los escritores<br />

evangélicos han cubierto los acontecimientos de este día con un v<strong>el</strong>o de silencio reverente. Parece que<br />

Jesús pasó su último día de reposo en su retiro en Betania. El viaje a pie desde Jericó no había sido<br />

fácil, porque <strong>el</strong> camino alcanzaba una altura de casi mil metros sobre <strong>el</strong> niv<strong>el</strong> d<strong>el</strong> mar, y además era un<br />

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