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Jesus el Cristo - Cumorah.org

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CAPITULO 29<br />

HACIA JERUSALEN<br />

JESÚS NUEVAMENTE PREDICE SU MUERTE Y RESURRECCIÓN.<br />

Cada uno de los tres evang<strong>el</strong>istas sinópticos nos ha dejado su narración d<strong>el</strong> último viaje a<br />

Jerusalén, y de lo que sucedió en r<strong>el</strong>ación con <strong>el</strong> mismo. La profunda solemnidad de los<br />

acontecimientos entonces tan próximos, así como d<strong>el</strong> destino al cual se dirigía, surtieron tal efecto en<br />

Jesús que aun los apóstoles se maravillaron de verlo tan abstraído y palpablemente triste. Se retrasaron<br />

algunos pasos con algo de asombro y temor. Entonces <strong>el</strong> Señor se detuvo, llamó a los Doce alrededor<br />

de Sí, y hablando con absoluta claridad, sin metáforas o símiles, les dijo: "He aquí subimos a<br />

Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca d<strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Hombre. Pues<br />

será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido. Y después que le hayan<br />

azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará."<br />

Nos causa admiración <strong>el</strong> hecho de que los Doce no pudieron comprender su significado; sin<br />

embargo, S. Lucas categóricamente afirma: "Pero <strong>el</strong>los nada comprendieron de estas cosas, y esta<br />

palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía." Esta aseveración de la próxima muerte<br />

y resurrección d<strong>el</strong> Salvador, comunicada con certeza confidencial a los Doce, fue la tercera de su<br />

género; y aún no podían persuadirse a aceptar la terrible verdad.<br />

Según la narración de S. Mateo, les fue dicha la manera precisa en que <strong>el</strong> Señor moriría—que los<br />

gentiles lo crucificarían—y sin embargo, no entendieron. Ellos veían cierta terrible incongruencia, una<br />

espantosa inconsecuencia o inexplicable contradicción en las palabras de su querido Maestro. Sabían<br />

que era <strong>el</strong> <strong>Cristo</strong>, <strong>el</strong> Hijo d<strong>el</strong> Dios Viviente; ¿cómo, pues, podría ser vencido y muerto tal Ser? No<br />

podían dejar de comprender que estaba próximo algún suceso sin precedente en la vida de El; tal vez<br />

se imaginaban vagamente la crisis que habían estado esperando, quizá la proclamación pública de su<br />

dignidad mesiánica, su entronización como Señor y Rey. Y efectivamente así iba a ser, pero en una<br />

forma completamente distinta de lo que suponían. Parece que la profecía culminante, de que al tercer<br />

día se levantaría de nuevo, era la que más perplejos los dejaba; pero a la misma vez, esta certeza de su<br />

triunfo final pudo haber dado a todos los acontecimientos intermedios una apariencia de importancia<br />

secundaria y transitoria. Persistentemente rechazaban la idea de que estaban siguiendo a su Señor<br />

hacia la cruz y <strong>el</strong> sepulcro.<br />

SURGE DE NUEVO EL ASUNTO DE LA PRECEDENCIA.<br />

No obstante todas las instrucciones que los apóstoles habían recibido concernientes a la humildad,<br />

y a pesar de que tenían d<strong>el</strong>ante de sí <strong>el</strong> ejemplo supremo de la vida y conducta d<strong>el</strong> Maestro, en los<br />

cuales ampliamente se había demostrado <strong>el</strong> hecho de que <strong>el</strong> servicio era la única medida de la<br />

verdadera nobleza, <strong>el</strong>los continuaron soñando en la posición y honor que recibirían en <strong>el</strong> reino d<strong>el</strong><br />

Mesías. Quizá por motivo de la inminencia d<strong>el</strong> triunfo d<strong>el</strong> Maestro, asunto que los había impresionado<br />

particularmente en esa época, aunque sin entender su verdadero significado, algunos de los Doce se<br />

dirigieron al Señor en <strong>el</strong> curso de este viaje con una petición algo ambiciosa. Los solicitantes fueron<br />

Santiago y Juan, aunque según la r<strong>el</strong>ación de S. Mateo, su madre fue la primera en proponer <strong>el</strong> asunto.<br />

La solicitud era que cuando Jesús tomara posesión de su reino, El se dignara honrar insignemente a<br />

estos dos aspirantes, colocándolos en puestos eminentes, uno a su mano derecha, <strong>el</strong> otro a su<br />

izquierda. En lugar de reprender severamente esta presunción, Jesús bondadosa pero<br />

impresionantemente preguntó: "¿Podéis beber d<strong>el</strong> vaso que yo he de beber, y ser bautizados con <strong>el</strong><br />

bautismo con que yo soy bautizado?" Su respuesta llena de confianza se basó en la falta de<br />

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